miércoles, 30 de mayo de 2018

Charles Baudelaire

Charles Pierre Baudelaire (París, 9 de abril de 1821-31 de agosto de 1867) fue un poeta, ensayista, crítico de arte y traductor francés. Paul Verlaine lo incluyó entre los poetas malditos de Francia del siglo XIX, debido a su vida bohemia y de excesos, y a la visión del mal que impregna su obra. Barbey d'Aurevilly, periodista y escritor francés, dijo de él que fue el Dante de una época decadente. Fue el poeta de mayor impacto en el simbolismo francés. Las influencias más importantes sobre él fueron Théophile Gautier, Joseph de Maistre (de quien dijo que le había enseñado a pensar) y, en particular, Edgar Allan Poe, a quien tradujo extensamente. A menudo se le acredita de haber acuñado el término «modernidad» (modernité) para designar la experiencia fluctuante y efímera de la vida en la metrópolis urbana y la responsabilidad que tiene el arte de capturar esa experiencia.

Nació en París el 9 de abril de 1821. Su padre, Joseph-François Baudelaire, exseminarista, antiguo preceptor, fue también profesor de dibujo, pintor y funcionario jefe del Despacho de la Cámara de los Pares. Joseph le enseñó las primeras letras. Cuando nació Charles, su padre tenía la edad de sesenta años, y un hijo, Claude Alphonse, fruto de su primer matrimonio. Su madre, Caroline Dufaÿs, que no llegaba a los treinta años al nacer Baudelaire, era hija de emigrantes franceses a Londres durante la revolución de 1793. Enseñó inglés a su hijo. 

Fue criado por la sirvienta de la familia. Se conoce muy poco sobre ella, Mariette, pero se intuye que debió de tener gran peso en la familia. Baudelaire la recuerda en un poema aparecido en Las flores del mal.

Joseph-François Baudelaire falleció en 1827, cuando Charles tenía apenas cinco años. Dejó una pequeña herencia. Su madre cambió de residencia y, a los veinte meses, Caroline se casó por conveniencia con Jacques Aupick, un vecino suyo de cuarenta años que llegó a ser general comandante de la plaza fuerte de París. Es probable que fuesen amantes antes de contraer matrimonio. Baudelaire con ello recibió un gran impacto emocional, viviéndolo como un abandono. Nunca llegó a tener buenas relaciones con Aupick, a quien siempre odió.

Tras las jornadas revolucionarias de 1830, Aupick es ascendido a teniente coronel por su participación en la campaña de Argelia. Dos años más tarde es nombrado jefe del Estado Mayor y se traslada con su familia a Lyon; allí permanecerán cuatro años, estudiando Baudelaire en el Collège Royal de Lyon, de cuyo ambiente no guardará buenos recuerdos. El futuro poeta se aburre y escapa de su encierro.

El Hombre Pone y Dios Dispone

Mariano José de Larra fundó muy joven, un mes antes de cumplir los diecinueve, una empresa unipersonal que le fue muy bien hasta que él mismo, a la edad de veintisiete años, le puso fin a golpe de pistola (por dolor de España, por mal de amores, por el mal del siglo o quizá por todos esos males juntos). Al comienzo, la empresa era autónoma y autosuficiente, produciendo su único trabajador cinco entregas, todas bajo el título de El Duende Satírico del Día. Satírico y polémico, ese primer duende adolescente ya tenía sin embargo claras sus metas empresariales, universalmente comercializadas casi dos siglos después bajo el nombre de auto-ficción.



Larra es el primer fabricante del yo al por mayor en la literatura española. Tenía precedentes, desde luego, pero todos de importación: Montaigne, el primer hombre que se sabe moderno y lo explica, Addison, Leopardi. Al contrario que ellos, Larra introduce en su empresa unos avances inéditos, y en especial la creación de personas literarias desdobladas de su creador que hoy conocemos gracias a Pessoa y a ciertos dons ingleses que se cambian de nombre para practicar el thriller. Al Duende le sucedió El Pobrecito Hablador, y a éste Fígaro y Andrés Niporesas, ya los dos últimos al servicio de grandes conglomerados periodísticos, que le pagaron contratos astronómicos. Pero conviene señalar que lo de Larra no eran seudónimos (al modo de los utilizados por tantos periodistas de la época, y más tarde por Azorín, el mayor larrista que ha habido) sino heterónimos avant la lettre: a cada una de sus encarnaciones les daba distinta voz y función, haciéndolas alguna vez pelear entre sí.

A Larra se le ha admirado siempre por la rabia fustigadora de sus artículos, suavizada en algunos casos por el fondo de un costumbrismo decimonónico. Su lejano descendiente Jesús Miranda de Larra, que ha publicado en Aguilar con motivo del centenario una biografía documental de Mariano José, cita una carta de 1835 en la que el futuro suicida les reconoce a sus padres haber "pasado rabiando una tercera parte lo menos de la vida". Cernuda, que le homenajeó en 1937 al cumplirse cien años del pistoletazo fatal, arranca el poema diciendo que "Aún se queja su alma vagamente".

No tan vagamente. Larra inventó el periodismo del yo, y las desdichas y veleidades de la subjetividad se cuelan en todo lo que escribe, incluyendo sus estupendas críticas teatrales. En uno de sus artículos en tanto que Pobrecito Hablador, el titulado El hombre pone y Dios dispone, el escritor dictamina "lo que ha de ser el periodista", dando la siguiente definición: "Ha de estar en continua atalaya como el ciervo, y dispuesto como la sanguijuela a recibir el tijeretazo del mismo al que salva la vida". Ese modo de definir la noble e ingrata función del periodismo, entre lo obsceno y lo penitencial, lo lleva Larra al paroxismo en una de sus piezas célebres, La nochebuena de 1836, recogida ahora en la muy útil compilación de Artículos preparada por Pablo Jauralde para El Libro de Bolsillo de Alianza. Hastiado de la navidad, Fígaro dialoga en su cuarto con un criado imaginario que representa, locuaz por el alcohol, a la Verdad. "Hay un acusador dentro de ti", le reprocha el impertinente. El artículo, escrito siete semanas antes de matarse, acaba con una de las confrontaciones esquizofrénicas que hacen -también- de Larra una figura contemporánea; el sirviente está ebrio de vino, su señor, de deseos y de impotencias. "Tú me mandas, pero no te mandas a ti mismo".





domingo, 27 de mayo de 2018

La Lotería

"La lotería" (en inglés The Lottery) es un relato corto de Shirley Jackson, publicado inicialmente el 26 de junio de 1948 en el diario The New Yorker.​ Escrito el mismo mes en que fue publicado, actualmente es considerado como "uno de los más famosos relatos cortos de la historia de la literatura estadounidense".​ También ha sido descrito como un escalofriante cuento sobre la conformidad y la enajenación.

La reacción a la publicación del relato fue negativa, lo que sorprendió a Jackson y al The New Yorker. Algunos lectores cancelaron sus suscripciones al diario y enviaron mensajes de protesta durante el verano.​ La historia fue prohibida en la Unión Sudafricana.​ Desde entonces, ha sido aceptado como un cuento estadounidense clásico, sujeto a interpretaciones críticas y a adaptaciones.

La historia mezcla detalles de la vida contemporánea con un bárbaro ritual llamado "la lotería". La historia ocurre en una pequeña ciudad estadounidense (de aproximadamente 300 habitantes) donde los moradores muestran un humor extraño y sombrío, donde cosas no usuales pueden ser observadas, como niños recogiendo piedras para la lotería anual del 26 de junio.

El relato comienza con la gente congregándose para celebrar la lotería anual. Te presenta un ambiente animado y común. Todo el mundo se conoce por ser un pueblo pequeño. Algunos comentan, con indignación, que en algunos pueblos ya no se celebra la lotería, lo que es algo extraño si pensamos en la idea típica de la lotería. Shirley Jackson empieza a meter elementos cada vez más extraños a la trama, que en principio no parecen tener más importancia pero que cuando acabas de leer el relato solo te hace sentirte mucho más extraño.

El sorteo se realiza entre los cabezas de familia, siendo elegidos los Hutchinson. Después, se realiza un sorteo dentro de la familia elegida, saliendo escogida Tessie Hutchinson (la madre), por lo que es lapidada hasta la muerte por todos los vecinos del pueblo, incluyendo a su propia familia, como un sacrificio para asegurar una buena cosecha, de acuerdo con las creencias de la comunidad.

Este relato de Shirley Jackson sigue estremeciendo y perturbando al público lector décadas después de su primera publicación, en 1948. Por momentos enigmática y desgarradora, La Lotería plantea cuestiones problemáticas sobre la conformidad, la tradición y la violencia ritualizada que pueden perseguir aun al pueblo más bucólico y pacífico.
Esta adaptación gráfica de Miles Hyman, nieto de Jackson, permite conocer o redescubrir esta historia como nunca antes se ha hecho. Ha creado una inquietante visión de la aldea donde se desarrolla el relato y del inolvidable ritual que ejecutan sus habitantes. Los detallados paneles a todo color de Hyman generan una oscura atmósfera que aporta una nueva dimensión de terror a la historia original.

La Lotería, de Shirley Jackson es un tributo a la autora, y reimagina su icónico relato como una impresionante narración visual.





Shirley Jackson

Shirley Jackson (San Francisco, 14 de diciembre de 1916-North Bennington, 8 de agosto de 1965) fue una cuentista y novelista estadounidense especializada en el género de terror. Fue popular durante su vida y en los últimos años su obra ha recibido una creciente atención por parte de la crítica. Influyó grandemente en autores como Joanne Harris, Stephen King, Nigel Kneale, Neil Gaiman y Richard Matheson.

Sus obras más conocidas son posiblemente el relato corto La lotería (1948), que sugiere la existencia de un tétrico y estremecedor submundo en las pequeñas ciudades de la América profunda, y La maldición de Hill House (1959). En su biografía crítica sobre Jackson, Lenemaja Friedman señala que tras la publicación de La lotería en la revista The New Yorker, cientos de conmocionadas cartas llegaron por parte de los lectores a la redacción, hasta el punto que Jackson ofreció poco después una respuesta en el San Francisco Chronicle:

"Explicar exactamente lo que esperaba que dijera la historia es muy difícil. Supongo que esperaba establecer un rito antiguo particularmente brutal en el presente y en mi propio pueblo para conmocionar a los lectores de la historia con una dramatización gráfica de la violencia inútil y la inhumanidad general en sus propias vidas".

El crítico literario Stanley Edgar Hyman, marido de Jackson, escribió en el prefacio de la antología póstuma de su obra que "ella rechazaba ser entrevistada, explicar o promover su trabajo de cualquier forma, o tomar posiciones públicas y ser la experta de los suplementos del domingo. Ella creía que sus libros hablarían por ella lo suficientemente claro a lo largo de los años".​ Hyman insistía en que las visiones oscuras encontradas en el trabajo de Jackson no eran, como algunos críticos decían, un producto de sus "fantasías personales, incluso neuróticas", sino que más bien comprendían "una anatomía sensible y fiel" de la era de la Guerra Fría en la que vivió, "símbolos adecuados para [un] angustioso mundo del campo de concentración y la Bomba".3​ Jackson pudo incluso disfrutar del impacto subversivo de su trabajo, como revelaba la afirmación de Hyman de que ella "siempre estuvo orgullosa de que la Unión de Sudáfrica prohibiese "La Lotería" y sintió que al menos ellos habían entendido la historia".

jueves, 24 de mayo de 2018

Icaro

En la mitología griega, Ícaro (en griego antiguo Ἴκαρος Ikaros) es hijo del arquitecto Dédalo, constructor del laberinto de Creta, y de una esclava llamada Náucrate.

Ícaro estaba retenido junto a su padre, Dédalo, en la isla de Creta por el rey de la isla, llamado Minos.

Dédalo decidió escapar de la isla, pero dado que Minos controlaba la tierra y el mar, Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo, Ícaro. Enlazó plumas entre sí uniendo con hilo las plumas centrales y con cera las laterales, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. Ícaro a veces corría a recoger del suelo las plumas que el viento se había llevado o ablandaba la cera.

Cuando al fin terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera, y le enseñó cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados para volar, Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Pasaron las islas de Samos, Delos, Paros, Lebintos y Calimna, y entonces el muchacho comenzó a ascender. El ardiente sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre lloró y lamentando amargamente sus artes, y, en su memoria, llamó Icaria a la tierra cercana al lugar del mar en el que Ícaro había caído.​

Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia, donde quedó bajo la protección del rey Cócalo.​ Allí construyó un templo a Apolo en el que colgó sus alas como ofrenda al dios.

Pausanias cuenta una versión más prosaica en la que ambos huían de Creta en pequeñas barcas, para lo cual Dédalo inventa el principio de la vela, desconocido hasta entonces para los hombres. Ícaro, navegante torpe, naufragó frente a la costa de Samos, en cuyas orillas se encontró su cuerpo. Heracles le dio sepultura en esa tierra, que desde entonces se llama Icaria, y el mar que está junto a ella recibió el nombre de mar Icario.





lunes, 21 de mayo de 2018

A la Deriva

Horacio Quiroga nació en Salto, Uruguay, el 31 de diciembre de 1878, y murió en Buenos Aires el 19 de febrero de 1937. Sus mejores cuentos corresponden al período que va desde 1907 a 1928. El ambiente natural de la mayor parte de ellos es el mundo de la selva y los pueblos inmersos en ella. Quiroga escribió en los más variados estilos: el dramático, el patético y el humorístico. Pero en general, en su obra predominan los relatos crueles, donde la muerte se enseñorea de los hombres.

"A la Deriva" cuenta el destino de un hombre que sufre la mordedura de una serpiente, y describe los efectos provocados por el veneno en su cuerpo y las sensaciones que experimenta.





sábado, 19 de mayo de 2018

Todos los Cuentos

"Todos los Cuentos" reúne más de veinticinco años de escritura: los veinte relatos de sus cinco libros de cuentos publicados hasta la fecha y un relato más, no publicado en ninguno de estos volúmenes.

Explica Cristina Fernández Cubas que sus cuentos surgen del «placer de habitar espacios a los que no se ha tenido acceso, rescatar ambientes, rememorar; viajar a donde no se ha ido nunca», y también del deseo de «conjurar pesadillas, desarrollar imágenes entrevistas en sueños, resolver jeroglíficos, navegar en los límites de la razón, instalarse en un lugar fronterizo donde burlar el espacio y el tiempo...». Y, en efecto, con sutil distanciamiento, sin sentimentalismos, con gran precisión, Cristina Fernández Cubas urde sus argumentos para crear personajes, historias y atmósferas inolvidables que atrapan al lector, envolviéndolo para siempre entre sus redes.

Si un libro de narraciones es como un buque bien estibado ha escrito Cristina Fernández Cubas, entonces este volumen, que recoge Todos los cuentos (aclaremos: todos aquellos que han aparecido en sus libros, junto con la continuación de una pieza que Poe dejó inacabada), acaso habría de concebirse como un trasatlántico. De igual modo, un relato debería ser siempre un organismo vivo, de forma que la vinculación con las demás piezas que lo acompañan no se dejara al azar, pues la disposición en el conjunto y las posibles relaciones entre ellas condicionan tanto el significado de cada una como el del grupo. Ese orden «interno, personal, misterioso» (cito a la autora) afecta también al sentido de la totalidad, algo por lo que deberían preguntarse siempre los lectores, e incluso los críticos.






Donde Suben y Bajan las Mareas

"Soñé que había hecho algo horrible, tan horrible, que se me negó sepultura en tierra y en mar, y ni siquiera había infierno para mí. Esperé algunas horas con esta certidumbre. Entonces vinieron por mí mis amigos, y secretamente me asesinaron, y con antiguo rito y entre grandes hachones encendidos, me sacaron.

Esto acontecía en Londres, y furtivamente, en el silencio de la noche, me llevaron a lo largo de calles grises y por entre míseras casas hasta el río. Y el río y el flujo del mar pugnaban entre bancos de cieno, y ambos estaban negros y llenos de los reflejos de las luces. Una súbita sorpresa asomó a sus ojos cuando se les acercaron mis amigos con sus hachas fulgurantes. Y yo lo veía, muerto y rígido, porque mi alma aún estaba entre mis huesos, porque no había infierno para ella, porque se me había negado sepultura cristiana."


"Donde suben y bajan las mareas" (Where the Tides Ebb and Flow) es un relato fantástico del escritor anglo-irlandés Lord Dunsany (1878-1857), publicado en la antología de 1910: Cuentos de un soñador (A Dreamer's Tales).

Si bien Donde suben y bajan las mareas no está entre los mejores cuentos de Lord Dunsany, también es justo decir que se ajusta con precisión a su peculiar estilo onírico, por momentos inquietante, perturbador, mediante el cual el autor le otorga un alma y un propósito a aquellas cosas que generalmente consideramos vacías y ausentes de voluntad.

Podemos pensar que Donde suben y bajan las mareas se asemeja a los relatos de Edgar Allan Poe, e incluso al ciclo onírico de H.P. Lovecraft, pero con el sello inconfundible de Lord Dunsany; un autor que no vacila en arrastrar al lector a las extrañas profundidades de los sueños.

La marea es el cambio periódico del nivel del mar producido principalmente por las fuerzas de atracción gravitatoria que ejercen el Sol y la Luna sobre la Tierra. Aunque dicha atracción se ejerce sobre todo el planeta, tanto en su parte sólida como líquida y gaseosa, nos referiremos en este artículo a la atracción de la Luna y el Sol, juntos o por separado, sobre las aguas de los mares y océanos. Sin embargo, hay que indicar que las mareas de la litosfera son prácticamente insignificantes, con respecto a las que ocurren en el mar u océano (que pueden modificar su nivel en varios metros) y, sobre todo, en la atmósfera, donde puede variar en varios km de altura, aunque en este caso, es mucho mayor el aumento del espesor de la atmósfera producido por la fuerza centrífuga del movimiento de rotación en la zona ecuatorial (donde el espesor de la atmósfera es mucho mayor) que la modificación introducida por las mareas en dicha zona ecuatorial.

Otros fenómenos ocasionales, como los vientos, las lluvias, el desborde de ríos y los tsunamis provocan variaciones del nivel del mar, también ocasionales, pero no pueden ser calificados de mareas, porque no están causados por la fuerza gravitatoria ni tienen periodicidad.





jueves, 17 de mayo de 2018

La Pulsera de Tobillo

"Las mil y una noches" (en árabe, ألف ليلة وليلة Alf layla wa-layla​) es una célebre recopilación medieval en lengua árabe de cuentos tradicionales del Oriente Medio, que utiliza en estos forma del relato enmarcado. El núcleo de estas historias está formado por un antiguo libro persa llamado Hazâr afsâna («mil leyendas»). El compilador y traductor de estas historias folclóricas al árabe es, supuestamente, el cuentista Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar, que vivió en el siglo IX. La historia principal sobre Scheherezade, que sirve de marco a los demás relatos, parece haber sido agregada en el siglo XIV.

La compilación árabe Alf Layla (Mil noches), originada alrededor del año 850, fue traducida probablemente a su vez de una versión anterior persa llamada Hazar Afsaneh (Mil leyendas) pero quizá se originó en la India. El nombre actual Alf Layla wa-Layla (literalmente "Mil noches y una noche") parece haber aparecido en la Edad Media y expresa la idea de un número transfinito, ya que 1000 representa la infinidad conceptual entre los grupos matemáticos árabes.

Causó gran impacto en Occidente en el siglo XIX, una época en que las metrópolis impulsaban las expediciones e investigaciones geográficas y de culturas exóticas. Aunque Las mil y una noches se tradujo por primera vez en 1704, esa primera versión al francés, de Antoine Galland, era una adaptación, un texto expurgado de los adulterios y hechos de sangre que abundan en el libro. Una de las traducciones que alcanzó popularidad fue la de Richard Francis Burton, diplomático, militar, explorador y erudito de la cultura africana.

Compuesto por tres grupos de relatos, el libro describe de forma fantástica y algo distorsionada la India, Persia, Siria, China y Egipto. Hacia el año 899, los relatos, transmitidos oralmente, habían sido agrupados en ciclos. Se cree que muchas de las historias fueron recogidas originariamente de la tradición de Persia (hoy en día Irán), así como de Irak, Afganistán, Tajikistán y Uzbekistán, y recopiladas más adelante, incluyendo historias de otros autores.

El libro ha sido adaptado muchas veces para uso de niños y adolescentes en todos los países de Occidente. Generalmente, se eligen para su difusión los relatos en los que prevalecen las aventuras y la fantasía, tales como la historia de Aladino y la lámpara, los viajes de Simbad el marino o la aventura de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Por otra parte, narradores occidentales impactados por el libro imitaron su estructura de relatos engarzados. El escocés Robert Louis Stevenson es autor de Las nuevas noches árabes, que en realidad son una colección de relatos extraños ubicados en Londres.





Un Marido sin Vocación

Un otoño -muchos años atrás-, cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial.

-¡Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al Casino y toparon con los camaradas más íntimos.

-¿Un matrimonio?

-Un matrimonio, sí -corroboró Ramón.

-¿Tuyo?

-Mío.

-¿Con una muchacha?

-¡Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?

-¿Y cuándo ocurrirá la cosa?

-Lo ignoro.

-¿Cómo?

-No conozco aún a la novia. Ahora voy a buscarla…

Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad.

lunes, 14 de mayo de 2018

La Leyenda de Ciertas Ropas Antiguas

"La leyenda de ciertas ropas antiguas" es un relato de fantasmas del escritor norteamericano Henry James, escrito en 1868, y publicado en la revista The Atlantic Monthly.

El cuento se convirtió rápidamente en un clásico de la literatura gótica, y pobló casi todas las antologías de relatos fantásticos estadounidenses.

Relato breve, con un estilo impecable, una narración que nos cautiva desde la primera página, una descripción fidedigna de las costumbres de la época y un final que no podrás olvidar.

El libro nos narra unos sucesos de amor y celos; dicho de esta manera, podríamos pensar que estamos ante una obra de las muchas que reflejan estos sentimientos, sin embargo, la disimilitud, se fundamenta en la manera de contarlo, en la maestría de su redacción, haciéndote cada vez mas participe y deseoso de saber como termina la historia.

Nos cuenta, a grosso modo, una historia de dos hermanas, que se ven enfrentadas por el amor de un joven, y su silente espera hasta que se decida por una de ellas, teniendo en cuenta su falta de intimidad, pues en todo momento estaban siendo observados por la madre y su hermano  “Pero la juventud y el amor son tan astutos que era posible intercambiar un centenar de minúsculas señas y promesas sin que las detectara ninguno de aquellos tres pares de ojos....”. Cuando esto ocurre, no es bien aceptado por la descartada y aun manifestando su resignación, se deja entrever que aguarda una venganza, no solamente por su orgullo herido, sino también por conseguir los bienes materiales.

Viola y Perdita son dos hermanas de Massachusetts, en donde viven con su madre viuda y un hermano. Están ambas en edades casaderas y gozan de buena posición  y de evidentes atractivos aunque bien diferentes. Mientras que la  bella Viola, la mayor, es esbelta, alta, de tez clara, de buen gusto y refinada elegancia, y de fríos ojos azules, Perdita se caracteriza por su moreno semblante, constitución menos armoniosa que la de su hermana e inferior estatura pero de carácter más vivaz y espontáneo. La aparente relación cordial y fluida en el armonioso ambiente familiar se manifiesta, sin embargo, frágil con la aparición de Andrew Lloyd, amigo de su hermano, joven que ambas hermanas codician. A partir de su llegada, la reserva y poca franqueza en torno al joven, se evidencia en la relación entre las dos hermanas, eso sí, disfrazada de amables maneras.

Solo una de ellas será la afortunada. ¿O no? En ocasiones se dan circunstancias que dejan un margen para las segundas oportunidades. 

La verdad es que la única vez que se menciona el amor como tal inicio del relato es en este momento en el que se plasma el punto de vista de Arthur. Del enamoramiento de las hermanas, del grado de afecto que sienten hacia el joven, de lo que su corazón les cuenta poco sabemos más allá de la fascinación que ambas sienten por su persona. Es Arthur el que hace la elección, su elección, y en la mano de la elegida está el aceptar o no. Poco papel parece que juegan ellas en la historia de amor. Pero serán ellas, sin embargo, las verdaderas protagonistas del triángulo; ellas, una, más calculadora, o quizá menos de lo que parece, y la otra, más inocente, aunque puede que no tanto como aparenta.
   
Este relato de James, de final sorpresivo y con toque fantástico, es una lectura fácil y rápida, por su brevedad, con la prosa que caracterizará a un James más adulto en cuanto a la observación y análisis psicológico de los personajes- es una historia escrita en sus veinte y pocos años- pero que se diferencia sobre todo en su remate final, que permite incluirlo, como así se ha hecho, en antologías de cuentos góticos.





sábado, 12 de mayo de 2018

Cuentos Completos

Hace cincuenta y un años que escribo cuentos y aún no he desistido. Además de los cientos de cuentos que he publicado, hay muchos inéditos y un par que aún no he presentado. Así que no me he jubilado, de ningún modo.

Sin embargo, nadie puede publicar cuentos durante tanto tiempo sin comprender que le queda un tiempo limitado. Como decía la canción: «Para siempre jamás es más breve que antes». Es hora, pues, de publicarlos en forma conjunta.

Aunque parezca engreído decirlo (con frecuencia me acusan de ser engreído) mis obras de ficción gozaron de popularidad desde el principio y han sido bien acogidas con el correr de los años. Pero no es fácil localizar cuentos que uno ya no tiene y desearía tener, o encontrar uno que oímos nombrar, pero nunca pudimos leer. Mis cuentos se publicaron originalmente en una multitud de revistas cuyos números originales son imposibles de conseguir. Luego, aparecieron en gran cantidad de antologías y compilaciones, también imposibles de conseguir.

Estos tomos se publican con la esperanza de que los lectores de ciencia ficción y de literatura policíaca (pues también se incluirán mis cuentos de misterio), así como las bibliotecas, se abalancen ávidamente sobre ellos y despejen los estantes para dejar espacio a Isaac Asimov: Cuentos completos.
Iniciamos este volumen con dos de mis colecciones de la década de los cincuenta, Con la tierra nos basta y Nueve futuros. El primero incluye algunos de mis predilectos, como Sufrago universal, que trata sobre la máxima reforma electoral; Espacio vital, que brinda a cada familia un mundo propio; Cuánto se divertían, mi cuento más publicado en antologías; El chistoso, cuyo final sorprenderá sin duda a quienes no conozcan la historia, y Los sueños son cosa personal, por el cual Robert A. Heinlein me acusó de ganar dinero a costa de mis neurosis.

Nueve futuros, mi preferido entre mis libros de cuentos, no contiene un solo cuento que no me parezca un excelente ejemplo de mi producción de esa década. Ante todo está La última pregunta, mi predilecto entre todos los cuentos que he escrito.

Luego está El niño feo, tercero en el orden de mis favoritos. Mis relatos suelen ser cerebrales, pero espero que éste arranque un par de lágrimas al lector. (Para averiguar cuál es el segundo en el orden de favoritos, tendrán ustedes que leer los siguientes volúmenes de esta compilación.) Sensación de poder es otro cuento que figura con frecuencia en las antologías y resulta bastante profético, teniendo en cuenta que lo escribí antes que nadie pensara en los ordenadores de bolsillo. Todos los males del mundo es un cuento de suspense y La noche moribunda es un cuento de misterio basado, ay, en un «dato» astronómico que ahora se considera totalmente erróneo.

Aparece también aquí otra compilación, Anochecer y otros cuentos, que incluye Anochecer, al cual muchos lectores y la SFWA (Science Fiction Writers of America) votaron como el mejor cuento de ciencia ficción jamás escrito (no comparto esa opinión, pero sería descortés objetarla). Otros favoritos míos son Creced y multiplicaos, que es bastante escalofriante; Sally, que expresa mis sentimientos sobre los automóviles; Esquirol, que me parece muy subestimado; y Los ojos hacen algo más que ver, una historia breve y sentimental.

Habrá más volúmenes, pero comiencen ustedes por éste. Harán muy feliz a un anciano.



ISAAC ASIMOV
Ciudad de Nueva York
Marzo de 1990




Una Historia de Fantasmas

"Una historia de fantasmas" es un relato corto y entretenido acerca de los momentos que vive un personaje el cual decide mudarse a un edificio antiguo y complemente solo, donde pasa su primera noche, una serie de distintos sucesos de suspenso e intriga los cuales lo agobian en esta noche, ya que recibe la visita de fantasmas los cuales lo comienzan a mortificar y a causarle pánico de estar en este lugar. De repente el fantasma resulta ser un conocido, una figura amigable para el personaje principal el cual fue a visitarlo solo para contarle la causa de por que aun seguía penando y preguntar acerca de la solución para darle fin a su situación. En medio de la breve conversación que tuvieron estos dos personajes el fantasma termina aun mas decepcionado al recibir la respuesta que tanto buscaba.

Es un relato corto y sencillo pero atractivo al lector ya que nos cuenta la historia de un hombre que se va a vivir a un edificio casi abandonado por completo, solo el vive allí, el cuenta cómo vivió la noche más terrorífica, escalofriante y fría de toda su vida, donde casi pierde su cordura y sintió que su vida se le iba de sus manos todo por culpa de los sonidos estremecedores y las sensación de ser observado por algo espantoso, su mente pensaba en la más terroríficas figuras que podrían estar causando su miedo, al final aparece el fantasma de una figura amigable que le cuenta el porqué de su pena y se desahoga, finalmente la figura fantasmal encuentra una respuesta su pena y se va.

Una historia de fantasmas es un cuento corto escrito en 1875, por Mark Twain, quien fue  un escritor estadounidense reconocido por utilizar géneros como la ficción, las aventuras, humor, entre otras. Este cuento lleva al lector hacia la intriga, pues desea saber más sobre lo que pasara en el desarrollo de este, pero tal vez su final no es el que se esperaba y provoca algo de desilusión.

El cuento comienza cuando un hombre llega a un piso, en un edifico que ha estado deshabitado por bastante tiempo, al momento en el que el hombre se iba a dormir y se comenzó a calmar todos los ruidos de la noche (en el exterior), empieza a oír ruidos en los pasillos, en las escaleras que no deberían suceder, pues era un edificio deshabitado. Al pasar las horas y lleno de miedo decide intentar dormir, pero lo comienzan atormentar los fantasmas. Mark Twain, intenta relacionar un hecho verídico con algo de ficción, pues aquel gigante de Cardiff si existió, pero era una escultura que fue hecha en “broma” y él, en este cuento la hace tomar vida y desenvuelve la historia en torno aquella figura y el hombre, para que le ayude a lograr o llegar a un fin.





miércoles, 9 de mayo de 2018

El Chófer Nuevo

Narración escrita por el autor sin utilizar la letra “a”.

Siempre que el chófer nuevo puso en movimiento el motor de mi coche ejecutó sorprendentes ejercicios llenos de riesgos y sembró el terror en todos los sitios: destrozó los vidrios de infinitos comercios, derribó postes telefónicos y luminosos, hizo cisco trescientos coches del servicio público, pulverizó los esqueletos de miles de individuos, suprimiéndoles del mundo de los vivos, en oposición con sus evidentes deseos de seguir existiendo; quitó de en medio todo lo que se le puso enfrente; hendió, rompió, deshizo, destruyó; encogió mi espíritu, superexcitó mis nervios… pero me divirtió de un modo indecible, porque no fue un chófer, no; fue un simún rugiente.

¿Por qué este furor, este estropicio continuo? ¿Por qué si dominó el coche como no lo hizo ningún chófer de los que tuve después? Hice lo posible por conocer el misterio:

—Es preciso que expliques lo que te ocurre. Muchos infelices muertos por nuestro coche piden un desquite… ¡Que yo mire en lo profundo de tus ojos! ¿Por qué persistes en ese feroz proceder, en ese cruel ejercicio?

Inspeccionó el horizonte, medio sumido en el crepúsculo, y moderó el correr del coche. Luego hizo un gesto triste.

—No soy cruel ni feroz, señor —susurró dulcemente—. Destrozo y destruyo y rompo y siembro el terror… de un modo instintivo.

—¡De un modo instintivo! ¿Eres entonces un enfermo?

—No. Pero me ocurre, señor, que he sido muchísimo tiempo chófer de bomberos. Un chófer de bomberos es siempre el dueño del sitio por donde se mete. Todo el mundo le permite correr; no se le detiene; el sonido estridente e inconfundible del coche de los bomberos, de esos héroes con cinturón, es suficiente y el chófer de bomberos corre, corre, corre… ¡Qué vértigo divino!

Concluyó diciendo:

—Y mi defecto es que me creo que siempre voy conduciendo el coche de los bomberos. Y como esto no es cierto, y como hoy no soy, señor, el dueño del sitio por donde me meto, pues, ¡pulverizo todo lo que pesco!…

Y prorrumpió en sollozos.





lunes, 7 de mayo de 2018

Enrique Jardiel Poncela

Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 15 de octubre de 1901-ibídem, 18 de febrero de 19521​) fue un escritor y dramaturgo español. Su obra, relacionada con el teatro del absurdo, se alejó del humor tradicional acercándose a otro más intelectual, inverosímil e ilógico, rompiendo así con el naturalismo tradicional imperante en el teatro español de la época. Esto le supuso ser atacado por una gran parte de la crítica de su tiempo, ya que su ironía hería los sentimientos más sensibles y abría un abanico de posibilidades cómicas que no siempre eran bien entendidas. A esto hay que sumar sus posteriores problemas con la censura franquista. Sin embargo, el paso de los años no ha hecho sino acrecentar su figura y sus obras siguen representándose en la actualidad, y se han rodado además numerosas películas basadas en ellas. Murió de cáncer, arruinado y en gran medida olvidado, a los 50 años.

Existen diversos biógrafos de Enrique Jardiel, entre ellos su hija Evangelina Jardiel Poncela, quien pudo recurrir a anotaciones que su padre había dejado en cuadernos.​ No obstante, se sabe que el propio Enrique Jardiel tenía como proyecto en los últimos días de su existencia escribir una autobiografía titulada Sinfonía en mí. Este proyecto se vio frustrado por su enfermedad. Los prólogos de sus grandes novelas muestran detalles autobiográficos. Una de las biografías es Mío Jardiel, escrita por su amigo Rafael Flórez en los años sesenta. A ellas hay que añadir la de su amigo Miguel Martín (El hombre que mató a Jardiel Poncela) y dos realizadas por su nieto, Enrique Gallud Jardiel (Enrique Jardiel Poncela: La ajetreada vida de un maestro del humor y Jardiel: la risa inteligente). Recientemente han aparecido dos biografías muy completas, la de Víctor Olmos, titulada Haz reír, haz reír, y la de Juan Carlos Pueo, con el título de Como un motor de avión: Biografía literaria de Enrique Jardiel Poncela.

Enrique Jardiel Poncela nació en Madrid, en el número 29 de la calle del Arco de Santa María (hoy calle de Augusto Figueroa, perpendicular a Fuencarral). Su padre fue Enrique Jardiel Agustín, matemático, latinista y periodista colaborador de La Correspondencia de España y de otros diarios. Era natural de la población zaragozana de Quinto (nacido en 1864). Su madre Marcelina Poncela Hontoria era pintora, y fue una de las primeras mujeres en optar a estudios de bellas artes en Madrid en 1884. Poco después de su casamiento con Enrique Jardiel Agustín en 1894, ejerció como profesora en Valladolid (su ciudad natal) y con ello contribuía a la economía familiar. La abuela materna tuvo previamente cierta amistad con Vital Aza y esa influencia se transmitió hasta Enrique por vía materna (otros autores mantienen que Marcelina tuvo propuesta de matrimonio del mismo Vital Aza antes de casarse con Enrique). Al poco de nacer el primer hijo en 1895, el abuelo exigía su nacimiento en la Casona de Quinto como mantenimiento de una tradición familiar. Tras la primera hija (Rosario), vino la segunda (Angelina), la tercera hija (Aurorita) murió al poco de nacer.

Testigo de Cargo

Sir Wilfrid Roberts, un consagrado abogado algo mayor y enfermo del corazón, acepta defender a Leonard Vole, acusado de asesinato, ante las protestas de su enfermera privada, Miss Plimsoll, ya que su doctor le había recomendado alejarse de casos con componente criminal. Vole es acusado de asesinar a Mrs. Emily French, una anciana viuda que se había enamorado de Vole, hasta tal punto de haberle hecho el principal beneficiario de su herencia. Consistentes pruebas apuntan a Vole como el asesino del caso.


Cuando Sir Wilfrid habla con la esposa alemana de Vole, Christine, el abogado descubre que, aunque de una manera muy fría y ensimismada, Christine puede proveer de una coartada a su defendido. Sin embargo, considera que ésta sería poco útil para la defensa de Vole por venir de su propia esposa, quien, por otro lado, no puede testificar en contra de su marido según las leyes inglesas. Es por ello que Sir Wilfrid queda enormemente sorprendido cuando Christine es llamada como testigo de la acusación en el juicio, sorpresa que aumenta cuando afirma y demuestra que ya estaba casada con otro hombre cuando se casó con Leonard y que, por tanto, no puede ser considerada esposa legal de Leonard Vole. Tras esta primera estocada, Christine asesta el que parece golpe de gracia a Leonard, testificando que éste le había confesado haber matado a Mrs. French, y que fue su conciencia la que finalmente le obligó a decir la verdad. Leonard, totalmente desconcertado y fuera de sí, no entiende cómo la que él cree amante esposa le traiciona de esa manera, desmontando todas sus afirmaciones de que estaba con ella cuando Mrs. French fue asesinada. Cuando el juicio está a punto de finalizar y todo parece perdido para Vole, una misteriosa señora contacta con Sir Wilfrid quien, por una pequeña compensación económica, intercambia unas cartas escritas por Christine a un misterioso amante llamado Max. El "affaire" que revela la correspondencia entre Christine y su supuesto amante le da a la esposa de Vole muchos motivos para haber mentido, lo que, finalmente, es determinante para que el jurado considere a Leonard no culpable y el juez le absuelva de todos los cargos.


Sin embargo, Sir Wilfrid se encuentra afligido por el veredicto. Su instinto le dice que todo ha ido demasiado ordenado, demasiado limpio - "¡demasiado simétrico!". Por casualidad, él y Christine se quedan solos en la sala. Ella aprovecha entonces la oportunidad para contarle todo su plan: cómo cuando ella escuchó al principio que su testimonio no era muy convincente, decidió culparse a sí misma para, más tarde, desacreditarse como culpable, y cómo se disfrazó para interpretar a la misteriosa mujer que le entregó las cartas.

Admirado por el coraje de Christine, Sir Wilfrid le pregunta por qué no confió en él para trabajar juntos en la defensa de su marido, a lo que ella, con gran naturalidad, contesta que no podía arriesgarse a trabajar con él, ya que el abogado creía a Leonard inocente y ella sabía con toda certeza que era culpable. Ante el asombro de Sir Wilfrid, Christine le revela que es cierto lo que ella misma declaró en el juicio: que Leonard llegó a casa más tarde de lo que afirmaba y con la ropa manchada de sangre; que le confesó haber matado a Mrs. French y le pidió ayuda; y que sus cartas fueron un fraude y Max nunca existió. Finalmente, cuando el abogado le pregunta por qué lo hizo, ella confiesa que ha sido porque, a pesar de su actitud, ella ama a Leonard por encima de todo.

Leonard Vole aparece en ese momento y, ya protegido por la sentencia absolutoria que le libera de volver a ser juzgado, confirma de forma despreocupada lo que Christine acaba de decir. En ese momento aparece una joven mujer que se le echa en brazos. Cuando Leonard le cuenta que se va a ir lejos con la joven, Christine descubre que Leonard la ha traicionado, que su sacrificio no sirve de nada, y antes de permitir que se vaya con otra, lo mata con un cuchillo en un ataque de furia. Sir Wilfrid, presente durante toda la escena, considera que, finalmente, se ha hecho justicia y que Christine no asesinó a Leonard, sino que lo ejecutó. Miss Plimsoll finalmente cancela las vacaciones de Sir Wilfrid, dándose cuenta de que es incapaz de resistir trabajar en la defensa de Christine.





sábado, 5 de mayo de 2018

¿Qué Era Eso?

Un grupo más bien animoso y filosófico de inquilinos deciden pasar una temporada en la Calle Veintiséis, donde en la casa del número *** se extendió el rumor de que estaba encantada, ya que se han oído pisadas y ruidos. Los huéspedes esperan con entusiasmo las manifestaciones de algún elemento sobrenatural, con gran atractivo y sin miedo, a la vez que hacen la espera más amena leyendo algún volumen fantasmagórico durante las noches.

Después de una temporada cargada de excitación psicológica, con una total insatisfacción para el grupo, finalmente algo totalmente inesperado y para la ciencia inexplicable sucede. La diversión da paso a un terror y confusión indescriptible para los testigos del suceso. Fitz-James O’Brien, aborda magistralmente el tema de la presencia invisible infiltrada en nuestra realidad.

¿Qué fue eso? (¿What was It?) es un relato de terror del escritor irlandés Fritz-James O'Brien (1826-1862), publicado originalmente en la edición de marzo de 1859 de la revista Harper's Magazine, y luego reeditado en la antología de 1881: Poemas y relatos de Fitz James O'Brien (The Poems and Stories of Fitz-James O'Brien).

¿Qué fue eso?, sin dudas uno de los grandes relatos de Fitz James O'Brien, nos sitúa en una pensión un tanto decrépita, bohemia, donde el protagonista, tras experimentar con el opio y fuertemente influenciado por sus lecturas macabras, es atacado por una misteriosa criatura invisible.

Poco podemos decir acerca de esta entidad invisible, y menos aún sobre cuál es su procedencia. Algunos aventuran que se trataría de una variedad particularmente inquietante de Gente Sombra; otros, que en realidad se trata de un Tulpa, una Forma del Pensamiento, creada a partir de los demonios interiores del protagonista, los cuales logran cobrar una forma concreta, material, aunque invisible para el ojo. Muchos clasifican a ¿Qué fue eso? dentro del relato de vampiros, aunque sería más justo hablar de una historia sobrenatural que incluye al vampirismo como ingrediente secundario. Lo cierto es que se trata de uno de los primeros ejemplos de la invisibilidad en la literatura, y probablemente el mejor de aquellos años.





jueves, 3 de mayo de 2018

Fitz James O'Brien

Fitz James O'Brien (31 de diciembre de 1828 – 6 de abril de 1862) fue un cuentista y escritor irlandés. De la estirpe de Poe, Bierce y Lovecraft, es considerado uno de los precursores de la ciencia-ficción. Su vida fue tan legendaria como su literatura. Fué un extraordinario escritor irlandés, autor de algunos de los mejores relatos de terror de su tiempo. Su obra, casi desconocida en nuestra época, fue decisiva para el desarrollo de la literatura fantástica y la ciencia ficción.

Su nombre real era Michael O'Brien, y nació en el Condado de Cork, aunque su familia se trasladó pronto al Condado de Limerick, Irlanda. Se educó en la Universidad de Dublín, y se cree que se enroló durante un tiempo en el ejército británico. Al acabar sus estudios marchó a Londres, y en el espacio de dos años dilapidó la cuantiosa herencia que le había correspondido (unas 8000 libras de la época), mientras que editaba un periódico para ayuda de la guerra. Hacia 1852 viajó a los Estados Unidos, siendo entonces cuando cambió su nombre por Fitz James. A partir de ese momento, dedicó todos sus esfuerzos a la vida bohemia y a la literatura.

Ya en la escuela había demostrado una cierta aptitud hacia la poesía, y dos de sus poemas Loch Ine y Irish Castles fueron publicados en The Ballads of Ireland (1856). Toda su obra apareció en prensa. Sus primeros escritos en los Estados Unidos fueron colaboraciones para el periódico Lantern, entonces editado por John Brougham. Posteriormente escribió para el Home Journal, The New York Times y la American Whig Review. Su primera vinculación literaria importante fue con la revista Harper's Magazine, iniciándose en febrero de 1853 con The Two Skulls, (“Las dos calaveras”). Contribuyó a esta revista con más de sesenta trabajos en prosa y verso. Escribiría asimismo para New York Saturday Press, Putnam's Magazine, Vanity Fair y el Atlantic Monthly. O’Brien también escribió obras de teatro, con escasa fortuna.

Su vida social en la ciudad de Nueva York fue muy intensa. En las veladas se relacionó con los bohemios de entonces, que le juzgaban “el alma de la fiesta”.

Con motivo de la Guerra de Secesión, en 1861 se alistó para el ejército unionista, en la Guardia Nacional, con el propósito de ser enviado al frente. No tardó en distinguirse en combate, alcanzando el grado de capitán. Fue gravemente herido en una escaramuza en febrero de 1862, y estuvo agonizando hasta el mes de abril. Murió, en Cumberland, Maryland, a los 33 años.

Su amigo William Winter reunió sus poemas y cuentos en el volumen The Poems and Stories of Fitz James O'Brien (Boston, 1881), al que se añadieron los recuerdos personales de los allegados que le sobrevivieron.

Entre sus narraciones, muy psicológicas y dotadas de un estilo ágil y eficaz, cabe destacar su relato fantástico más importante, La lente de diamante, que trata de un universo microscópico poblado de encantadores seres y El forjador de milagros ("The wonder smith"). Dichos relatos han sido considerados antecedentes de la literatura de ciencia-ficción. Otro cuento suyo ¿Qué fue eso? ("What was it?") se dice que sirvió de inspiración a Guy de Maupassant para su cuento de terror “El Horla”.

El Pecado Original

Ya iban a darle garrote, cuando extendió una mano hacia el público, indicando que quería hablar. El verdugo no tuvo inconveniente en suspender por un momento su penosa tarea, porque aquel pobre señor no lo había dado nada que hacer, y le era simpático, como al pueblo entero que presenciaba la ejecución, y como lo había sido al Tribunal  y a cuantos habían intervenido en la causa famosa que le llevaban al suplicio. Era un ilustre sabio naturalista, que había descubierto infinidad de cosas útiles para la humanidad y para la ciencia, sin meterse jamás en honduras metafísicas sobre lo que era o no era la materia, ni en sí había alma o dejaba de haberla. Había matado a su mujer y a la nodriza de su unigénito en un momento de alucinación. Los médicos se habían empeñado en demostrar que había obrado como un loco, por un impulso irresistible. Pero don Atanasio, el sabio, se puso furioso con esta interpretación y publicó un manifiesto, desde la cárcel, poniendo de vueltay media a los doctores y a la escuela antropológica italiana y a cuantos fisiólogos se meten en honduras de derecho y a tergiversarlo todo. 

«No, señor; venía a decir el manifiesto: he dado muerte a mi cara mitad y al ama de cría en el pleno uso de mis facultades, con toda la libertad, o lo que por tal entendemos vulgarmente, con que se pueden hacer estas cosas. Me estaban distrayendo con una disputa acerca de unos pañales que había robado o no la lavandera; yo tenía en la mano un frasco de una materia, invención mía, capaz de prender fuego a medio mundo; se me había olvidado cierta fórmula con la cual yo convertía aquella mezcla terrible en un elixir que aseguraba a la humanidad una salud de miles de años; y cuando ya volvía la fórmula a la punta de la lengua, al recuerdo, la disputa de los pañales me llevó el santo al cielo, huyó la fórmula... y arrojé el frasco sobre las hembras viles que así robaban a la humanidad la dicha asegurada.  No hubo más que eso: no soy criminal nato,ni estoy loco, ni me coge ninguna eximente ni atenuante; y en cambio deben de cogerme por el medio varias agravantes. Con que al palo. Pero que no me den matraca con juicios orales y pamplinas. Tengo más que hacer que defenderme. Voy a pasar los pocos días que me dejen de vida. discurriendo, a ver si vuelvo a dar con la fórmula que asegura tantos años de existencia al ser humano. Y dicho y hecho. Don Atanasio no volvió a pensar en otra cosa. Ni se acordaba de haber asistido al juicio, ni de haber oído la sentencia, ni de haber estado en capilla.

Cuando le sentaron y sintió en la garganta el frío del corbatín de hierro, se estremeció... y en vez de ver las estrellas, vio en el aire, de repente, con los ojos de la imaginación... una fórmula; pero otra, otra mucho mejor, ¡qué fórmula! ¡Ya la encontré! ¡Albricias, señores! -gritó adelantándose hacia el público por el tablado adelante. -Que no me maten de ninguna manera; sería  una atrocidad: es decir, por ahora. Que me dejen ensayar mi descubrimiento, y después que hagan de mí lo que quieran. 

Pero ¿qué ha descubierto usted? -preguntó el verdugo, que empezaba a temer que aquello fuese una treta. -¡Pues nada, hijo; he descubierto la inmortalidad del hombre! Pero no la inmortalidad del alma, no; la del cuerpo y el alma juntos; vamos, que he encontrado lo que perdió Adán. ¡Claro! La otra fórmula... era floja, insuficiente; me faltaba... lo del pentóxido de fósforo, y no había pensado en la forma cristalina de la betaméthylnaftalina, y en cambio había metido el ácido amidosulfónico donde no toca pito. 

¡Pero, señor, cómo me había yo olvidado de las propiedades cristalográficas de los dos estereoisomeros ácidos alfa-methyl-beta-clorocrotónico, del ácido alfa-dicloro-sigma-dimethylsuccinico! ¡Ve usted qué cabeza la mía... señor... justicia mayor!

El verdugo se dijo: -«Vaya, se ha vuelto loco de miedo». Y no sabía qué hacer, si matarlo o dejarlo. Pero intervino el público, la fuerza, la autoridad, y de explicación en explicación se llegó a telegrafiar al gobierno, consultando lo que se hacía con aquel hombre que juraba haber descubierto la inmortalidad de la vida... mortal, o ci devant mortal, como diría un corresponsal de París. El gobierno accedió a lo que don Atanasio pedía; a saber, que le oyera una junta de sabios, y que si no les convencía de que era infalible su descubrimiento, se le diese, no ya garrote, sino los mayores tormentos de la inquisición, y que le descuartizaran si querían. A los pocos días, las Academias de todas las ciencias, menos las morales y políticas, reunidas, publicaban su informe. En efecto, don Atanasio había descubierto el modo de preservar al hombre de la muerte, de toda clase de muerte; pero...

Pero no al hombre,así, en general; no a todos los hombres, sino a uno solo. A uno solo entre los vivos; pero los que éste engendrara serían ya inmortales también. La idea se le había ocurrido a don Atanasio por la sugestión de ciertas teorías del malogrado filósofo Guyau, que, medio en serio, medio en broma, había hablado de la posibilidad de llegar a tal progreso, que hubiera medios de mantener el equilibrio de los elementos vitales en el organismo en constante renovación. Si la humanidad, pensaba don Atanasio, no ha hecho hasta ahora nada por su inmortalidad, ha sido culpa del apriorismometafísico, y después por la dichosa teoría de la evolución,  también metafísica, que dice que todo lo que nace muere. «Dejad las preocupaciones tradicionales; dejad a Spencer y demás sabios evolucionistas; empapaos en el profundo sentido de esa biblia natural que se llama el Origen de las especies de Darwin, y estaréis en el noviciado de la gran Orden de la inmortalidad»;esto decía don Atanasio. -No hay tiempo para explicar aquí por qué lo decía. Tampoco lo hay para dar razón detallada de por qué no podía inmortalizarse más que a un hombre y su descendencia. Ello era que los polvos de la madre Celestina, digámoslo así, merced a los cuales se podía conseguir la vida inmortal, eran de tan esmeradísima, difícil y delicada fabricación, que la humanidad entera tenía que consagrarse, en sacrificio, a producir el elixir misterioso, que era una quinta esencia de cierto jugo vital descubierto por don Anastasio. Se calculó que se necesitaba que todos los millones de hombres que forman los pueblos civilizados y a medio civilizar se dejasen hacer cierta operación dolorosísima, aunque no peligrosa, para sacar la substancia necesaria a producir la inmortalidad de un solo individuo. Además, la tal operación exigía gastos exorbitantes de los Estados en materias químicas, estudios, hospitales ad hoc, viajes, comisiones, etc., etc. En fin, un dineral. Cada nación tenía que empeñarse para mucho tiempo.No importaba; todo se daba por bien empleado. ¿Qué sacrificio no se haría por reconquistar la vida inmortal, perdida a las puertas del Paraíso? La  humanidad civilizada y a medio civilizar decidió ganar la inmortalidad para el hombre, costase lo que costase; pero...

¿A qué gato se le ponía el cascabel? ¿Quién iba a ser el único inmortal entre los vivos, el nuevo Adán, fundador de la raza de los inmortales? -Algunos sabios empezaron a protestar, diciendo que la cosa no era tan ventajosa como se creía; que era una inmortalidad ontogénica; no filogénica.-¡Mentira! -replicó don Anastasio-, no se salva sólo un individuo, sino la especie, mediante los descendientes de un individuo.-Bueno; pero, ¿quién va a ser el afortunado... inmortal?-¡El Papa! -dijeron unos.-El Emperador de la China, -dijeron los chinos. -El Rey de Inglaterra, -dijeron los ingleses. -Nuestro amo... -gritaron los alemanes.-El Presidente de la República, -exclamaron los franceses: et sic de caeteris. Los españoles se creyeron llamados a escoger el inmortal, pues don Atanasio, por pura distracción, se había dejado parir en España. Y aparecieron mil candidatos. ¡Don Alfonso! ¡Don Carlos! ¡Cánovas! ¡Guerrita! ¡Irún!¡Pablo Cruz!-Señores, -dijo Ferreras desde El Correo-; de no ser Sagasta, que casi nos lo había prometido... que sea... el mismo don Atanasio... el inventor.

¡De ningún modo! -protestó el tribunal de derecho-. Don Atanasio está condenado a muerte y la inmortalidad sería demasiado indulto.Algunos hombres sinceros que había esparcidos por el mundo, uno aquí y otro en Pekín, se hicieron oír. -Seamos francos, -decían-; un bien tan grande, tan impensado, tan incalculable como la inmortalidad nadie lo quiere para otro, nadie quiere sacrificarse, sufrir esa terrible operación, gastar su hacienda... para conseguir el tormento de morir sabiendo que pudo ser inmortal. Llegado el instante de la operación salvadora... nadie se dejaría operar para inmortalizar a otro. ¡Es verdad, pensó la humanidad en silencio!Algunos hipócritas sacaron a relucir el sofisma paradójico de que el mayor suplicio sería una vida sin fin... Ahora que se tocaba su posibilidad nadie creía eso; la sed de la vida inmortal se apoderó de todos; se suspendieron los suicidios, callaron los pesimistas, los místicos no pedían la muerte. -¡A votar! ¡A votar! -gritó el mundo entero.Se votó por razas, por naciones, por provincias, por municipios, por barrios, por calles, por casas, por familias. Y cada raza se votaba a sí propia, y nada más, y cada nación lo mismo, y cada provincia igual; y así hasta llegar al seno de la familia... donde cada cual quería la inmortalidad para sí mismo. Todo fue inútil. En último resultado, cada hombre tuvo un voto: el suyo. -¡Hay que recurrir a la lotería! -declaró el Congreso de las naciones. -¡Esa es la fija! ¡A quién Dios se la dé!... -gritó a coro el infinito vulgo. -¡Inútil! -interrumpieron los pocos hombres sinceros que había en la tierra.-Inútil la lotería... porque ese premio gordo no se le entregará al agraciado: la humanidad faltará a su palabra: no sufrirá nadie la operación para que se salve un afortunado... -¡Verdad! ¡Verdad! -reconoció el mundo-. Nadie padecerá martirio por dar a otro la vida inmortal segura, visible, palpable. -No se piense más en ello; ha sido un sueño. ¡O yo, o nadie! -declaró cada cual. Y entonces el tribunal de derecho, que había condenado a don Atanasio, exigió la ejecución de la sentencia.-Como no ha habido tal descubrimiento, pues no hay modo de llevarlo a la práctica, no hay nada de lo dicho, señor mío... -dijo la autoridad. Y dieron garrote al inventor de la inmortalidad. Y los hombres siguieron siendo mortales por la  misma causa que la otra vez: por el pecado original. 

Porque el pecado original, el que priva al hombre de vivir sin morir, es el egoísmo, el desamor, la envidia. Y no el comer fruta verde.





martes, 1 de mayo de 2018

Cuentos de la Alhambra

"Cuentos de la Alhambra" es un libro escrito por Washington Irving en el año de 1829, publicado en 1832 bajo el título Conjunto de cuentos y bosquejos sobre Moros y Españoles.

La primera edición fue publicada por Lea & Carey, en Filadelfia, (The Alhambra: A Series of Tales of the Moors and Spaniards, by the Author of "The Sketch Book" - 1831) y Henry Colburn y Richard Bentley, en Londres, (The Alhambra, by Geoffrey Crayon, author of "The Sketch Book", "Brace-brigde Hall", "Tales of a Traveller", New Burlington Street - 1832) en ediciones simultáneas, que incluían una dedicatoria a David Wilkie, R. A., compañero de Irving en su viaje por España.​ En 1851 se publicó la versión revisada por el autor del texto.

Cuentos de la Alhambra se encuentra traducido a gran cantidad de idiomas y es considerado una de las obras más importantes de su autor.

El autor de la novela Cuentos de la Alhambra es el escritor norteamericano Washington Irving (1783-1859). Adscrito a la corriente del romanticismo, destaca en este libro la confluencia de su interés por España y sus tradiciones (algunos lo consideran el primer hispanista extranjero) y la influencia del orientalismo.

Tuvo el privilegio de vivir en la Alhambra mientras escribía esta obra. Después de recoger todas las leyendas de los habitantes de la Alhambra, y tras investigar en los archivos de la Biblioteca universitaria granadina, desarrolló un género de novela fantástica de imprescindible lectura. Entre 1829 y 1832 fue secretario del consulado de Estados Unidos en España, bajo las órdenes de Martin Van Buren. Durante ese tiempo viajó, entre otros lugares, a El Escorial, Sevilla y Granada, examinando en especial los archivos que contenían documentación sobre todo lo relativo al Nuevo Mundo. Ello le sirvió de base para escribir Colón (1828), La Conquista de Granada (1829), Vida y viajes de Cristóbal Colón (1831). Su estancia en Granada le puso en contacto con la biblioteca de la universidad y le dio la oportunidad de alojarse durante una temporada en la propia Alhambra. Fue entonces cuando aprovechó para recopilar las leyendas y cuentos granadinos que constituyeron el génesis de los Cuentos de la Alhambra.

Esta original novela entremezcla una serie de narraciones o cuentos con el libro de viajes y el diario. El protagonista e hilo conductor es el propio autor, Washington Irving, que tras su llegada a España inicia un recorrido por tierras andaluzas que le llevan a Granada. Allí queda extasiado por la majestuosidad de la Alhambra en cuyas habitaciones se hospedará. Durante su estancia conoce a varios personajes, entre los que hay que destacar al que se convierte en su criado, Mateo Jiménez, que le acompañarán y le darán noticia de esos cuentos y leyendas que giran en torno al monumento y su pasado árabe.

Descubre así historias como la del astrólogo árabe que contribuyó con su magia a derrotar a los ejércitos enemigos; la de las tres hermosas princesas encerradas en una torre para que no se enamoraran; la del peregrino del amor también encerrado en una torre por su celoso padre; la del legado del moro que nos habla de un fabuloso tesoro encontrado por un aguador; la de la Rosa de la Alhambra en que se nos muestra un laúd maravilloso capaz de curar la melancolía del rey.

Pero al mismo tiempo el libro avanza por el tiempo presente (1829), correspondiente a la realidad que vive el autor. Esto le permite mostrar un rico cuadro de la Granada de la época, de sus calles, sus gentes, sus costumbres, etc.

El bello libro de Washington Irving no se ha llegado a popularizar en nuestra España tanto como en el resto de Europa y en el Nuevo Mundo, especialmente en Norteamérica, donde este insigne turista fue tan querido y celebrado. Y por cierto que bien merecía y merece la obra ser conocida de los españoles, y, sobre todo, de los hijos de la hermosa Granada, por él enaltecida y considerada como el dulce paraíso de sus días más venturosos.
Dentro de la rica literatura popular europea, pocos libros podrán aventajar al de Irving en interés y amenidad, por el sello especial que le distingue, por su estilo primoroso y sus galas y atavío de lenguaje, y por aquel colorido local tan artísticamente conservado en sus consejas: por su profundo conocimiento, en fin, de las costumbres populares granadinas.