sábado, 18 de agosto de 2018

Bartleby el Escribiente

«Bartleby, el escribiente» («Bartleby the Scrivener: A Story of Wall Street») es un cuento del escritor estadounidense Herman Melville. Ha sido considerado una de sus mejores obras.

«Bartleby, el escribiente» fue publicado por primera vez, de forma anónima y en dos partes, en los números de noviembre y diciembre de 1853 de la revista Putnam's Magazine. En 1856, con pequeños cambios, fue incluido en el libro de Melville The Piazza Tales, junto con «The Piazza», «Benito Cereno», «The Lightning Rod Man», «The Encantadas» y «The Bell Tower».​ Se cree que Melville pudo haberse inspirado en parte en la obra de Ralph Waldo Emerson; algunos críticos han señalado la existencia de paralelismos con el ensayo de Emerson The Trascendentalist. El cuento tuvo escaso éxito inicial tanto entre lectores como críticos, aunque su importancia y reconocimiento no han cesado de aumentar desde entonces.

Narra la historia de Bartleby, el escribiente, contada a través de un abogado de nombre desconocido que tiene su oficina en Wall Street (Nueva York) y que, según sus propias palabras, «en la tranquilidad de un cómodo retiro, trabaja cómodamente con los títulos de propiedad de los hombres ricos, con hipotecas y obligaciones». Tiene tres empleados, apodados Turkey («Pavo»), Nippers («Pinzas») y Ginger Nut («Bizcocho de jengibre»). Turkey y Nippers son copistas, o escribientes; Ginger Nut, de apenas doce años, es el chico de los recados. Como los dos escribientes no son suficientes para hacer el trabajo de la oficina, el narrador pone un anuncio para contratar un nuevo empleado. Bartleby se presenta y es contratado de inmediato. Su figura es descrita como «pálidamente pulcra, lamentablemente respetable, incurablemente solitaria».

El narrador asigna a Bartleby un lugar junto a la ventana. Al principio, Bartleby se muestra como un empleado ejemplar. Sin embargo, cuando el narrador le pide que examine con él un documento, Bartleby contesta: «Preferiría no hacerlo» (I would prefer not to, en el original) y no lleva a cabo la solicitud. A partir de entonces, a cada nuevo requerimiento de su patrón, contesta únicamente esta frase, aunque continúa trabajando en sus tareas habituales con la misma eficiencia. El narrador descubre que Bartleby no abandona nunca la oficina y que parece que se ha quedado a vivir allí. Al día siguiente, le hace algunas preguntas, pero Bartleby responde siempre con la misma frase. Poco después, Bartleby decide no escribir más, por lo que es despedido. Pero se niega a irse de la oficina.

Incapaz de expulsarlo por la fuerza, el narrador decide trasladar sus oficinas. Bartleby permanece en el lugar, y los nuevos inquilinos se quejan al narrador de su presencia. El narrador intenta convencerlo de que se vaya, pero no lo consigue. Bartleby es finalmente detenido por vagabundo y encerrado en la cárcel. Allí, poco después de la última visita que le hace el narrador, se deja morir de hambre. En un breve epílogo, el narrador comenta que el extraño comportamiento de Bartleby puede deberse a su antiguo trabajo en la oficina de cartas muertas (las no reclamadas), en Washington D. C.

«Bartleby, el escribiente» es uno de los relatos breves más conocidos de la literatura estadounidense decimonónica.​ La única historia que escribió Melville aquel 1853 aparte de Bartleby, «Cock-A-Doodle-Doo!», comparte el mismo final que esta, la muerte por inanición.​ El comportamiento de Bartleby representa un enigma,​ con la existencia de multitud de interpretaciones al respecto. Algunos autores, como Lewis Mumford, proponen la existencia de cierta identificación del propio Melville y su trayectoria vital y profesional en el personaje de Bartleby.​ El filósofo francés Gilles Deleuze concluyó su ensayo «Bartleby o la fórmula» sobre la obra de Melville con un «Bartleby no es un enfermo, sino el médico de una América enferma». Bartleby ha sido también descrito como «una tuerca del engranaje que prefiere no seguir ejerciendo su función». El crítico literario estadounidense Newton Arvin afirmó:

If poor Bartleby is a lunatic, it is not because other men are somehow merely sane; it is because he has accepted his forlornness as a final fact and forgotten the fact of dependence.

«Si el pobre Bartleby es un lunático, no es porque el resto de los hombres estén de alguna manera sanos, sino porque él ha aceptado su desolación como una circunstancia ineludible y olvidado la necesidad de dependencia».

Otros autores se inclinan a atribuir el comportamiento de Bartleby a algún tipo de enfermedad, como TEP, esquizofrenia o autismo,​ sin embargo otras voces apuntan a que no hay evidencias en el relato de ningún tipo de problema en el cerebro, sino que «lo que está dañado es su alma». También se ha sugerido la posibilidad de que Melville se hubiera inspirado en determinados conocidos suyos, como George J. Adler o Eli James Murdock Fly,19​20​ o bien en algunos lunáticos que frecuentaban la Nueva York de los años 30 quienes, en suma, habrían supuestamente modelado la construcción del personaje.​ Se han propuesto también lecturas en términos de lucha de clases y de un trabajador alienado en el seno de una sociedad capitalista, así como, incluso, aquellas que ven paralelismos entre Bartleby y la figura de Cristo​ o bien un exponente de la teoría del libre albedrío.

El relato presenta una referencia a un suceso real que tuvo lugar en New York entre 1841 y 1842: el asesinato de Samuel Adams a manos de John C. Colt y la posterior condena a muerte del segundo.También se ha especulado con la inclusión de una referencia al general Cayo Mario, cuando el narrador describe la estadía de Bartleby en las oficinas durante los fines de semana. Se ha propuesto que la semblanza del Mario entre las ruinas de Cartago de Vanderlyn podría haber inspirado igualmente a Melville.​ Giorgio Agamben ha señalado que la penúltima frase de la narración —«Con mensajes de vida, esas cartas se apresuran hacia la muerte» (en el original: On errands of life, those letters speed to death)— hace referencia a un versículo del Nuevo Testamento, Romanos 7:10.

El cuento ha sido considerado precursor del existencialismo y de la literatura del absurdo.​ Borges y otras voces han apuntado que Bartleby anticipa algunos temas de la obra de Franz Kafka,19​26​ así como Enrique Vila-Matas señala la existencia de características comunes entre los personajes del escritor praguense y el de Bartleby,​ aunque no es probable que el autor de La metamorfosis conociera el relato de Melville. También se ha afirmado que pueden encontrarse elementos del personaje de Bartleby en la obra de Samuel Beckett,​ así como se han establecido paralelismos entre la conducta de Bartleby y la de Yvonne, personaje de la obra epónima Yvonne, princesa de Borgoña (1935), del polaco Witold Gombrowicz.​ Albert Camus citó a Melville, junto a Kafka, como una de sus influencias, en una carta a Liselotte Dieckmann publicada en The French Review en 1998.​ En 2000, Vila-Matas publicó Bartleby y compañía, donde llama bartlebys a aquellos escritores que renunciaron, por diversas razones, a seguir escribiendo.​ El supuesto alcance del relato de Melville ha llegado a extenderse según algún autor incluso a Douglas Coupland y su Generation X: Tales for an Accelerated Culture (1991).​ La novela Un saco de huesos (1998), de Stephen King, tiene pasajes inspirados en Bartleby, con distintas referencias a este.




sábado, 11 de agosto de 2018

El Misterio de Boscombe Valley

"El misterio del valle Boscombe" es uno de los 56 relatos cortos sobre Sherlock Holmes escrito por Arthur Conan Doyle. Fue publicado originalmente en The Strand Magazine y posteriormente recogido en la colección Las aventuras de Sherlock Holmes.

Comienza este relato cuando Watson recibe un telegrama de Sherlock Holmes, mientras desayuna apaciblemente con la señora Watson. El texto dice: "¿Tiene usted un par de días libres? Acabo de recibir un telegrama del oeste de Inglaterra en relación con la tragedia del valle de Boscombe. Me encantaría llevarle. Tiempo y panorama excelentes. Saldré de Paddington a las 11.15 h."

Watson parte con Holmes hacia el valle de Boscombe, una región cerca de Ross, en Herefordshire. A su llegada, el inspector Lestrade de Scotland Yard se encarga de ponerles en antecedentes de lo que, dentro de su miopía habitual, es un caso claro. El joven James ha asesinado a su padre, el granjero McCarthy. Aunque la culpabilidad del joven parece evidente, atendiendo a las súplicas de Alice Turner, hija del millonario John Turner e íntima amiga del joven, por caballerosidad, Lestrade ha solicitado la presencia de Sherlock Holmes. Éste demostrará, una vez más, la ineficacia de los métodos policiales habituales. Gracias a su brillante actuación, saldrá a la luz un sórdido caso de chantaje y venganza, donde el auténtico criminal resultará ser la propia víctima.

Sherlock Holmes evitará que el joven inocente sea condenado, y ello sin necesidad de delatar al verdadero culpable, a punto ya de declarar ante la divina justicia; de este modo, acallará un escándalo que hubiera afectado a personas inocentes. El relato finaliza con un voto por la felicidad de los jóvenes, ignorantes de las sombras que oscurecen su pasado.




sábado, 4 de agosto de 2018

El Morador de las Tinieblas

Las personas prudentes dudarán antes de poner en tela de juicio la extendida opinión de que a Robert Blake lo mató un rayo, o un shock nervioso producido por una descarga eléctrica. Es cierto que la ventana ante la cual se encontraba permanecía intacta, pero la naturaleza se ha manifestado a menudo capaz de hazañas aún más caprichosas. Es muy posible que la expresión de su rostro haya sido ocasionada por contracciones musculares sin relación alguna con lo que tuviera ante sus ojos; en cuanto a las anotaciones de su diario, no cabe duda de que son producto de una imaginación fantástica, excitada por ciertas supersticiones locales y ciertos descubrimientos llevados a cabo por él. En lo que respecta a las extrañas circunstancias que concurrían en la abandonada iglesia de Federal Hill, el investigador sagaz no tardará en atribuirlas al charlatanismo consciente o inconsciente de Blake, quien estuvo relacionado secretamente con determinados círculos esotéricos.

Porque después de todo, la víctima era un escritor y pintor consagrado por entero al campo de la mitología, de los sueños, del terror y la superstición, ávido en buscar escenarios y efectos extraños y espectrales. Su primera estancia en Providence -con objeto de visitar a un viejo extravagante, tan profundamente entregado a las ciencias ocultas como él -había acabado en muerte y llamas. Sin duda fue algún instinto morboso lo que le indujo a abandonar nuevamente su casa de Milwaukee para venir a Providence, o tal vez conocía de antemano las viejas leyendas, a pesar de negarlo en su diario, en cuyo caso su muerte malogró probablemente una formidable superchería destinada a preparar un éxito literario. No obstante, entre los que han examinado y contrastado todas las circunstancias del asunto, hay quienes se adhieren a teorías menos racionales y comunes. Estos se inclinan a dar crédito a lo constatado en el diario de Blake y señalan la importancia significativa de ciertos hechos, tales como la indudable autenticidad del documento hallado en la vieja iglesia, la existencia real de una secta heterodoxa llamada «Sabiduría de las Estrellas» antes de 1877, la desaparición en 1893 de cierto periodista demasiado curioso llamado Edwin M. Lillibridge, y -sobre todo- el temor monstruoso y transfigurador que reflejaba el rostro del joven escritor en el momento de morir. Fue uno de éstos el que, movido por un extremado fanatismo, arrojó a la bahía la piedra de ángulos extraños con su estuche metálico de singulares adornos, hallada en el chapitel de la iglesia, en el negro chapitel sin ventanas ni aberturas, y no en la torre, como afirma el diario. Aunque criticado oficial y públicamente, este individuo -hombre intachable, con cierta afición a las tradiciones raras- dijo que acababa de liberar a la tierra de algo demasiado peligroso para dejarlo al alcance de cualquiera.