jueves, 16 de noviembre de 2017

Hablaba y Hablaba

Max Aub Mohrenwitz (París, 2 de junio de 1903 – Ciudad de México, 22 de julio de 1972) fue un escritor hispano-mexicano que mantuvo a lo largo de su vida cuatro nacionalidades: alemana, heredada de sus padres; francesa, por nacimiento; española, al afincarse su padre en Valencia en 1914, siendo Max menor de edad, y, finalmente, mexicana, por elección propia, al exiliarse tras la Guerra Civil Española.

Su padre, Friedrich Aub, era de origen alemán, nacido en Baviera y su madre, Susana Mohrenwitz, francesa, de origen judío alemán. Proveniente de una familia de hombres de leyes, Friedrich rompió con la tradición y en 1898 ya viajaba por Europa y España como representante comercial. Tenía don de gentes y hablaba bien español; en Sevilla trabajó para la casa Alaska y, tras su quiebra, se estableció por cuenta propia como vendedor de bisutería fina para caballeros. Sus frecuentes viajes hicieron de su figura alguien casi siempre ausente.

La madre, aunque nacida en París, provenía de Sajonia por sus padres, y pertenecía a la alta burguesía, tenía aficiones artísticas e inclinación por las antigüedades. Max, nacido en París, en el número 3 de cité Trévise, creció rodeado de mujeres: su madre, su hermana Magdalena y una empleada del hogar, y pasaba los tres meses de verano en un pueblo rural, Montcornet (Oise). Creció en un ambiente privilegiado y bilingüe ya que con su familia practicaba el alemán y en la calle y en el colegio el francés, recibiendo una educación agnóstica en lo religioso. En México se entregó a una increíble actividad cultural que le llevó a interesarse por la pintura, llegando a inventarse un heterónimo pintor llamado Jusep Torres Campalans, al que dedicó incluso una biografía (Jusep Torres Campalans, 1958) y que consiguió hacer pasar por verdadero a la crítica artística, organizando exposiciones de sus cuadros.

En México escribió la mayor parte de sus obras entre las que destaca la serie de seis novelas, cumbre narrativa sobre la Guerra Civil Española, titulada El Laberinto Mágico y formada por Campo Cerrado (1943), Campo de Sangre (1945), Campo Abierto (1951), Campo del Moro (1963), Campo Francés (1965) y Campo de los Almendros (1968). Obras a las que se suman dos grandes novelas: Las Buenas Intenciones (1954) y La calle de Valverde (escrita 1959, publicada en 1961).

Tanto en La calle de Valverde, como en las novelas populosas de El Laberinto Mágico, «se mezclan los muertos y los vivos, y la verdad y la mentira. Se funden en una aleación que da el oro indudable de la literatura, de lo que pudo o debió ser y no alcanzó la existencia» (en palabras del escritor español Antonio Muñoz Molina).


Microcuento: "Hablaba y Hablaba"

"Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro."






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