miércoles, 31 de enero de 2018

El Ladrón de Cadáveres

"The Body Snatcher", traducida al español como "El ladrón de cadáveres", es un cuento de terror del escritor escocés Robert Louis Stevenson, publicado por primera vez en Diciembre de 1884.

El cuento narra la oscura historia de un estudiante de medicina de Reino Unido, que se ve involucrado en el negocio ilegal de la profanación de cuerpos para su posterior estudio. Esta situación inicial culmina con la rápida huida del Doctor, y la posterior salida de Fettes de la escena, dejando la intriga en el lector y en el resto de los personajes. Rápidamente, el personaje narrador (presente en aquella escena) comienza con la recapitulación de los hechos pasados, y expone los hechos ocurridos entre Fettes y Macfarlane. La historia, desde este punto en adelante, repasa a Fettes desde sus estudios de medicina en Edimburgo, los giros que ocurren alrededor de Fettes y su profesión y los sucesos a los que conducen.

El giro de interés en la historia de Fettes como próspero estudiante de medicina, ocurre cuando este, conducido por un profesor llamado Mr. K, y asistido en ocasiones por MacFarlane, se introduce en el sórdido mundo del tráfico de cadáveres que eran utilizados para su estudio. Dada la falta de ejemplares y la dificultad que suponía profanar cementerios con sus vigilantes, matarán por conseguirlos.

Robert Louis Stevenson reconstruyó en el relato (con su elegante pluma) una de las realidades más sórdidas del siglo XIX: la práctica del resurreccionismo, de los salteadores de tumbas que aprovisionaban a doctores para sus experimentos anatómicos. Basado en siniestros hechos reales, Stevenson imprime a su cuento un viraje terrorífico.

El cuento se introduce en el frío mundo de la profanación de tumbas y el tráfico de cadáveres, moneda corriente en esos años, no desde el punto de vista del simple crimen, sino desde la visión del estudiante de medicina. El estudiante (Fettes) es encargado de recibir los cuerpos, de forma ilegal y confusa, pero sabiendo que serán usados para el estudio.

Juega, a su vez, con la conciencia moral del personaje, quien si bien no lo comprueba hasta el final, siempre sabe o presume la horrible forma en la que los terceros implicados consiguen los cuerpos. Una forma ilegal, pero conocida y de cierta forma, aceptada en la época.

Este es un cuento rápido; la historia entretiene, desde un principio el tema mórbido atrapa al lector: un arruinado y borracho Fettes se encuentra en una taberna de mala muerte con un viejo doctor londinense muy reputado de apellido Macfarlane y allí ambos recuerdan las circunstancia en que se conocieron. Fettes fue un alumno destacado del doctor K., instruido para ser su segundo auxiliar de prácticas en cirugías. Como ayudante, tuvo que anfrentarse a la realidad nocturna y a negociar con hombres sin escrúpulos; así trabará amistad con el cruel Wolfe Macfarlane, quien le inducirá a guardar un terrible secreto: los resurreccionistas asesinan para llevar cadáveres frescos a las mesas de cirugía. El horror se desencadenará cuando un tal Gray atormente a Macfarlane con un oscuro enigma del pasado y éste decida deshacerse de él para siempre. A partir de este punto, Fettes y Macfarlane se verán envueltos en un torbellino provocado por la figura del muerto, que funciona como una conciencia que los persigue hasta el final, cuando deciden profanar ellos mismos otras tumbas para llenar su stock.

El Ladrón de Cadáveres, uno de los mejores cuentos de Robert Louis Stevenson, está basado en un caso real que estremeció a la opinión pública escocesa, el cual involucró a un prestigioso cirujano, sus estudiantes, y oscuras maniobras delictivas para comprar cadáveres a un grupo de asesinos. En el relato de Robert Louis Stevenson se da la misma dinámica, pero desde la perspectiva de un estudiante de medicina que se ve envuelto en las macabras operaciones de los saqueadores de tumbas.

El argumento de la historia va más allá de la censura moral sobre el negocio de los saqueadores de tumbas. En definitiva, la compra de cadáveres del circuito ilegal era una práctica común para la medicina victoriana. Sin embargo, en el cuento de Robert Louis Stevenson, son los propios médicos y sus estudiantes de medicina quienes se ven tentados a convertirse en profanadores y de ese modo obtener material fresco para las prácticas de disección y clases de anatomía.

Para la época en la que escribió El ladrón de cadáveres, Robert Louis Stevenson ya había producido varias historias de excelencia en el ámbito del terror, y este cuento en particular es la cumbre de esa producción.






lunes, 29 de enero de 2018

El Famoso Cohete

El hijo del rey se casa con una princesa rusa y se realiza una gran fiesta en su honor,   en la que el rey da  la orden de  prender  fuegos artificiales. Los fuegos  opinaban entre ellos sobre  el amor, cuando aparece el cohete llamando la atención de todos y empieza a presumir con sus comentarios, indicando que él era distinguido y  de abolengo;  su madre la girándula mas celebre de la época y su padre un cohete de origen francés. Este cohete  miraba a todos por encima del hombro y se alagaba hablando de sí mismo, de su sensibilidad, distinción y buenas maneras, creyendo a todos los demás inferiores. Luego empezó a hablar en la posibilidad de que los príncipes cayeran en desgracia  y lloro sin ningún motivo. Cuando llegó la media noche todos los fuegos estallaron en los más lindos colores, ofreciendo el mejor espectáculo,  menos el cohete porque sus lágrimas humedecieron la pólvora, haciéndolo inservible y fue desechado y botado a un lodo, donde se encontró con animales con los cuales discutió porque  esta vez, el  cohete menospreciaba el trabajo físico.  Al final dos muchachos lo sacan del lodo y lo hacen explotar sin que nadie lo viera. 

El conflicto se presenta consigo mismo, pues el cohete arrogante de tanto llorar quedo inservible y no pudo resplandecer como los demás fuegos pirotécnicos, y éste se niega  a ver su propia realidad al creer equivocadamente que lo estaban reservando para un mejor momento, pero  al final solo fue utilizado para alimentar el fuego de un caldero.

Oscar Wilde en su cuento "El Famoso Cohete" muestra un mundo fantástico, que es característico en sus obras. Wilde de carácter esteticista, da un toque de fantasía y estética surrealista a sus obras, en el cuento se destaca el dialogo que existe entre los diferentes personajes que aparecen en la obra, dando un matiz de fantasía carnavalesca. Los signos de puntuación que aparecen en cada párrafo, verso y palabra de su cuento, nos muestra la descripción fantástica de un mundo irreal, que se forma y se crea con la estética particular del autor. 

Se observa que cada dialogo refleja el sentimiento que hay entre cada uno de los personajes, estos se matizan con el tono sarcástico e irónico que maneja con cada uno de sus personajes. Las comas que utiliza Wilde, muestra un carácter narcisista, que tiene el protagonista del cuento, (en este caso el cohete), y también sus demás personajes. Cada punto nos da un mundo diferente en el cual se localiza cada uno de los diferentes personajes, por ejemplo: el hijo del rey, la rana, etc. 

Cada signo de exclamación, da ha entender las diferentes facetas de animo que destaca el autor en sus diferentes etapas en las cuales esta el protagonista de la obra (el cohete) las preguntas que están en los diferentes diálogos denotan: la tristeza; la alegría, el entusiasmo, el aburrimiento, de los personajes que intervienen, Wilde coloca muy bien los puntos y las comas, en una secuencia, podría decirse, animada y con mucha estética. 
En éste, como en todos sus cuentos, se refleja su arte inspirado en el preciosismo. y que destaca por su tono humorístico e irónico

Es una historia que nos muestra a un personaje presumido o ego centrista. Las personas suelen ser de esa misma manera, ego centristas, que nadie importa, que nada más importo yo, ese sentimiento no debe permanecer en nosotros, porque tú no eres el único ser humano en este mundo y los demás serían escorias, no, deberías conocer y comprender, pero, aunque caigas de cuenta en esa razón, también debes caer en cuenta que, de todos los seres humanos del mundo, tú no eres el más superdotado, o el mejor en comparación con los demás, también hay que comprender y entender eso.

Presumir trae rechazo y desprecio, todo trae consecuencias, como a este cohete engreído, ego centrista y presumido. Generalmente las personas debemos ser humildes y comprender que por más bueno que seas o seamos, todos cometemos errores alguna vez en nuestra vida cotidiana, no eres perfecto, el único perfecto es Dios. Dime: ¿tú eres Dios?

Ahora el presumir no nos lleva a ningún lado, dime: ¿el presumir, el ser egocéntrico, el ser engreído, te ha llevado a algo bueno? El ser ese montón de cosas nos lleva al fracaso, a la mentira, y a demostrar lo contrario.

La enseñanza de este cuento consiste en que no debemos dejarnos afectar por las opiniones de personas arrogantes, negativas y problemáticas, porque nos hará infelices. Debemos   actuar por nuestras propias convicciones, pero respetando siempre a los demás, reconociendo que todos los seres humanos son importantes y diferentes, que nadie es inferior.






domingo, 28 de enero de 2018

Una Broma Extraña

En el relato "Una Broma Extraña", la Señorita Marple por mediación de la actriz Jane (Juana) Helier conoce a Edward (Eduardo) Rossiter y Charmian Stroud, una pareja que esta en un aprieto. El anciano tío de ambos ha muerto sin dejarles nada salvo su fortuna convertida en tesoro, un tesoro que tendrán que encontrar si quieren salvarse de la ruina. ¿Es posible que Edward Rositer y Charmain Stroud, los dos sobrinos del difunto tío, no hayan recibido nada en herencia según el testamento? Las promesas que les hacía cuando éste estaba vivo sugieren todo lo contrario, y Miss Marple está dispuesta a investigarlo.

Tenemos de nuevo a la señorita Marple como el personaje que resolverá el problema. Es interesante ver como Charmian y Eduardo la subestimaban. El modo en el que ella fácilmente dedujo lo que pasó demuestra su gran dominio del tema tan solo por su experiencia.
Da un giro importante al tipo de historia que está narrando. En este caso, están buscando la herencia que dejo su tío Mathew, pero a diferencia de otros cuentos de este tipo, el tío Mathew no dejo absolutamente ninguna pista que pudiese guiarlos, ni siquiera algo extremadamente ambiguo, sino que lo único que hizo fue guiñarles un ojo y decirles una frase que realmente no tenía nada que ver con la herencia. Todo esto, y el hecho de que a la señorita Marple no le pareció complicado ni un solo segundo, mantiene despierto el interés desde el inicio, pues queremos saber de qué forma ocultó el tío Mathew la herencia, y enseguida se crea esa atmósfera intrigante que nos mantiene espectantes. Nunca se nos hubiese ocurrido (ni tampoco a Charmian ni a su esposo) que la hubiese ocultado de esa manera tan astuta.

Algo más que engancha es como la historia va directamente al grano. No hay personajes añadidos innecesariamente, y estos se mantienen a un mínimo. No describen tan detalladamente todo el recorrido de la casa porque este no brinda realmente nada al desenlace, y toda la historia se enfoca solo en tres personajes, y las comparaciones que hacen para deducir la forma de ser del tío Mathew.
Todas las precauciones que el tío tomó en cuenta, más la manera única en que transformó refranes comunes de la época en pistas con las cartas, la receta y el guiño, demuestran lo inteligente y desconfiado que era. Y la manera en que la señorita Marple descubre su herencia (al compararlo con su tío Enrique, y recordando lo que le dijo su nieto Lionel) indica cómo cualquier experiencia, por más irrelevante que parezca, puede brindar conocimiento, y cómo éste te puede servir en un futuro.

Sin duda alguna este cuento de Agatha Christie es uno de los mejores que ha escrito, el desarrollo de la trama es directo. La señorita Marple esta de vuelta, y al conocer que estaría sabríamos que ella sería la que resolvería de manera sencilla el problema de la herencia del señor Matthew, tío de Charmian y Eduardo, que al morir solo les guiño el ojo sin decir nada sobre la herencia, creyendo que la tendrían fácilmente. La señorita Marple, empieza a conocer a Matthew y así lo relaciona con su propio tío Enrique, que también era un bromista para ir descubriendo que tenían un mueble en común con un escondite secreto, que al final solo fue cuestión de recordar a "la familia". Muchos críticos coinciden en que éste es el mejor cuento que han leído de Agatha Christie.






sábado, 27 de enero de 2018

Las Doce Moradas del Viento

Esta recopilación es lo que los pintores llaman una retrospectiva; una revisión cronológica aproximada de los cuentos que escribí en la década que siguió a mi irrupción en las letras de molde, tarde pero sin miedo, a los treinta y dos años. Aquí están más o menos en el orden en que fueron escritos, de modo que el desarrollo de la artista puede constituir parte del interés. No he sido estricta en la cronología, ya que es imposible: los cuentos pueden escribirse un año, publicarse dos o tres más tarde, luego quizá ser corregidos, y ¿qué fecha usar? Pero no hay alteraciones de peso.
No es de ninguna manera una colección completa de mis cuentos. Hay uno viejo que dejé de lado porque no me gusta mucho; no he incluido en este libro la ficción que no cabe en los apartados de literatura fantástica o ciencia ficción, ni la mayoría de los cuentos de los últimos años, pues las antologías en las que se publicaron por primera vez aún están en venta. Sin embargo, los dos últimos de este volumen aparecieron en 1973 y 1974, de modo que los diecisiete relatos cubren los últimos diez o doce años.

La relación entre cuento corto y novela que hay en la mente de la escritora es muy interesante. Aunque El collar de Semley constituye un cuento completo en sí mismo, fue el embrión de una novela. Ya había concluido con Semley, pero un personaje secundario, un simple espectador que no se hundió obedientemente en la obscuridad cuando el relato hubo terminado, continuó insistiendo: «Escribe mi historia», decía, «soy Rocannon. Quiero explorar mi mundo…». Así que le obedecí. Es realmente imposible discutir con esta gente.
El rey de Invierno fue otro de estos cuentos embrionarios, así como La palabra que desliga y El poder de los nombres; pero todos me dieron la situación, antes que el personaje, de la novela por venir. El último cuento del libro no es embrionario sino otoñal. Llegó después de la novela, fue un regalo final, recibido con gratitud.

La mayoría de los cuentos de este volumen están conectados con mis novelas, en el sentido de que corresponden más o menos al esquema más bien errático de «historias del futuro» que siguen todos mis libros de ciencia ficción. No corresponden a ese esquema ni mis primeras fantasías ni, más tarde, los que llamo psicomitos, cuentos más o menos surrealistas que comparten con la fantasía la cualidad de transcurrir fuera de la historia, fuera del tiempo, en aquella región de la mente viviente que —sin invocar ningún concepto de inmortalidad— parece carecer en absoluto de límites espaciales y temporales.

Quizá los coleccionistas tengan interés en saber que los títulos usados en este volumen son de mi propia elección, variando en algunos casos los de publicaciones previas: El collar de Semley apareció por primera vez como La dote de los Angyar (un error gramatical del editor, que no hablaba el angyo con fluidez); Cosas apareció como El fin; El campo de visión apareció como Campo de visión.
Los únicos cuentos que sufrieron un cambio más importante que el ocasional de una palabra o una oración o la restitución de cortes y errores de las versiones publicadas, son: El rey de Invierno, Más vasto que los imperios y más lento (un corte en las primeras páginas) y Nueve vidas.

Ursula Kroeber Le Guin





Cuentos Completos de Truman Capote

Estados Unidos no ha sido nunca un país de lectores, no, en todo caso, de lo que se llama narrativa literaria. Y en el siglo XX sólo dos narradores de calidad consiguieron ser nombres conocidos: Ernest Hemingway y Truman Capote. Los dos obtuvieron esta dudosa distinción por medios entre los que apenas figuraban sus libros, a menudo excelentes. Hemingway —fornido, barbudo y risueño— llegó a la mayoría de los hogares en las páginas de las revistas Life, Look y Esquive, con una escopeta o una caña de pescar en la mano o un desventurado toro bravo cerca de él y a punto de que lo mataran. Tras la publicación de su relato de no ficción sobre un asesinato múltiple en la Kansas rural, Capote (con su cuerpo endeble y su voz aguda) se convirtió al instante en la estrella de numerosos programas televisivos de entrevistas, una fama que conservó aun después de que el consumo de alcohol y drogas le transformara en una abotagada sombra de sí mismo. E, incluso hoy —muerto ya Hemingway en 1961 de la herida causada por un arma disparada por él mismo, y muerto Capote en 1984 a causa de sus excesos implacables—, la mejor obra de ambos sigue siendo gravemente denigrada por críticos y lectores sin duda desafectos. Sin embargo, muchos de los lúcidos cuentos de Hemingway y como mínimo tres de sus novelas rozan el máximo nivel de perfección que la prosa puede alcanzar, y Capote nos legó no sólo un fascinante relato criminal, sino una obra de ficción temprana (tres novelas breves y un puñado de cuentos) que aguarda la atención detenida y la justa admiración que desde hace mucho merece.

Están reunidos en este volumen los cuentos de Capote; abarcan la mayor parte de su vida creativa hasta el éxito devastador de A sangre fría, publicada en 1965, cuando el autor tenía poco más de cuarenta años. Gracias al filón de publicidad, brillantemente gestionada por él mismo, que le proporcionó aquella apasionante crónica de un crimen, Capote no sólo aterrizó en millones de mesas de hogares norteamericanos y en todas las pantallas de televisión, sino que además se granjeó el afecto de los asiduos de la sociedad mundana y las desnutridas reinas de la moda a las que con tanta frustración él había perseguido años antes.
No tardaría en anunciar su intención de publicar una novela larga que exploraría la sociedad de los americanos ricos tan despiadadamente como Marcel Proust había retratado la alta sociedad francesa de fines del siglo XIX y principios del XX. Y quizás empezó a trabajar en este proyecto. Pero existía una consideración crucial (de la que Capote parece no haber hablado nunca, o sobre la cual nunca le interrogaron en público) en el fracaso final de su visión (si alguna vez tuvo alguna). La sociedad de Proust estaba unida por lazos de sangre, se cimentaba en posiciones inquebrantables de prominencia social francesa, labradas desde hacía siglos con dinero, patrimonio y poder real sobre la vida de otros seres humanos. La sociedad de Capote se limitaba a tambalearse sobre los cimientos insustanciales y a la larga intrascendentes de la riqueza económica; ropa elegante, casas, yates y alguna que otra vez belleza física (las mujeres eran a menudo hermosas, los hombres muy rara vez). Todo estudio narrativo extenso de un mundo semejante tenía posibilidades de desplomarse por culpa de la trivialidad intrínseca del tema.
Cuando emergió de agotadores períodos de actividad social y sexual frenética y empezó a publicar fragmentos de su novela —menos de doscientas páginas—, Capote descubrió que prácticamente todos sus amigos ricos le abandonaban de la noche a la mañana, y se refugió en un túnel de pesadilla hecho de drogas, alcohol y sexo que le causaron graves daños físicos. A pesar de numerosos intentos de rehabilitarse, sus adicciones fueron agravándose, y cuando murió, como un alma desdichada, al borde de la vejez, dejó sólo unas páginas del alto rimero de manuscrito que afirmaba haber escrito de su gran novela. Si existió algo más de este texto, él debió de destruir las páginas antes de su muerte (y sus amigos más íntimos consideraban muy poco probable que existiera un número de páginas significativo).

Este arco trágico tienta a cualquier observador a conjeturar sobre su causa, y lo que sabemos de los primeros años de Capote nos ofrece un gráfico casi perfecto para cualquier discípulo de Freud que vaticine que una madurez desastrosa es el resultado casi inevitable de una infancia desgraciada. Y la meticulosa biografía de Gerald Clarke rastrea precisamente la niñez desplazada, solitaria y emocionalmente desvalida de Capote, su juventud y su primera madurez. Truman fue, en esencia, un niño desamparado por una madre demasiado joven y sexualmente aventurera y un padre canalla que le abandonó en una pequeña ciudad de Alabama, en una casa llena de primas solteras (primas y vecinos que al menos le recompensaron con un útil material de buenos cuentos).
Cuando su madre volvió a casarse y llamó al Truman adolescente para que se reuniera con ella en sus casas de Connecticut y Nueva York, cambió su apellido de casada, Parsons, por el de su segundo marido, Joe Capote, un cubano de notable encanto pero fidelidad exigua. El chico, físicamente raro —su voz y gestos, obvia y alarmantemente afeminados, consternaban a su madre—, asistió a buenas escuelas del Norte donde sacaba notas muy bajas en casi todas las asignaturas menos en redacción y lectura. Resuelto a emprender una carrera de escritor, descartó matricularse en la universidad, consiguió un pequeño empleo en la sección de arte del New Yorker, se zambulló en algunos de los círculos sociales, mutuamente excluyentes, de la literatura y las juergas nocturnas de la gran ciudad y empezó a trabajar de firme en los relatos que le darían una fama prematura.
Los cuentos más antiguos recopilados aquí reflejan claramente sus lecturas de la obra de sus contemporáneos, en especial de la narrativa muy reciente de sus paisanas sureñas, Carson McCullers, de Georgia, y Eudora Welty, de Mississippi. La «Miriam» de Capote, con su atmósfera de misterio, quizás un tanto facilona, y «La botella de plata», con su cariñoso ingenio de ciudad pequeña, tal vez recuerden los primeros relatos de McCullers. Y «La forma de las cosas», «Mi versión del asunto» y «Niños en sus cumpleaños» pueden muy bien leerse como historias de Welty no del todo acabadas, en particular «Mi versión del asunto», tan parecido al famoso «Por qué vivo en la Oficina de Correos», de Welty.

Con todo, la infancia de Capote, transcurrida en un mundo blanco de clase media, tan similar al de Welty y McCullers —y en un hogar increíble, como el que describe Welty en sus monólogos cómicos—, bien podría haber extraído tales relatos de un joven escritor con talento, aun cuando nunca hubiese leído un cuento de Welty o McCullers (Welty me dijo que en 1972, cuando la estaban entrevistando para París Review, George Plimpton le propuso que el entrevistador formulara una pregunta sobre la influencia que ella habría ejercido en la obra temprana de Capote, y ella se negó a hablar de este tema porque no quería fomentar ninguna hipótesis de una dependencia de ella por parte de otro escritor).
En general, sin embargo, hacia los últimos años de 1940 Capote tenía ya una voz claramente suya. Su primera novela, extrañamente poderosa —Otras voces, otros ámbitos, de 1948—, construida como está sobre las bases convencionales de la moderna escuela gótica sureña, acaba poseyendo una estructura indudablemente original que, incluso hoy, es una contundente afirmación de su dolorosa soledad infantil y su desconcierto ante los misterios sexuales y familiares que habían empezado a socavar su confianza y que a la larga contribuirían en gran medida a su hundimiento final en una angustiosa vergüenza, aun en medio del gran éxito posterior artístico, social y económico. Los mismos dilemas se exponen parcialmente en cuentos como «El halcón decapitado», «Cierra la última puerta» y «Un árbol de noche».
Pero dado que la homosexualidad era por entonces una realidad cotidiana y problemática para Capote, y dado que las revistas norteamericanas eran todavía reacias a ofrecer un retrato sincero del problema, quizás comprendamos ahora por qué esos cuentos precoces carecen de un claro centro emocional. Si hubiera escrito cuentos tan francos sobre la homosexualidad como lo era su primera novela, casi con certeza no se los habrían publicado, al menos no en las revistas femeninas que contaban con un gran número de lectores y que contenían gran parte de la mejor narrativa breve de la época. Ya en su segunda novela —El arpa de hierba, de 1951—, descubrió un medio maduro de utilizar áreas importantes de su pasado para enriquecer una ficción investida de una convincente verdad personal. Esas áreas no se centraban en la sexualidad, sino en la atención profundamente alentadora que recibió en la infancia de una prima en particular y de los lugares que frecuentaban en sus juegos y aficiones. La prima se llamaba Sook Faulk y era una mujer de afectos y preocupaciones tan contados que muchos la juzgaban simplona, aunque sólo era (y admirablemente) simple; y en los años en que ella y Truman compartieron un hogar, ella le hizo el enorme obsequio de un amor lleno de dignidad: un regalo que no había recibido de ningún pariente próximo.

Entre esas historias, donde más visibles resultan esa hondura de sentimiento y su expresión magistral en la prosa memorablemente clara que sellaría la restante obra de Capote, es en su lamoso relato «Un recuerdo navideño» y en los menos conocidos «El invitado del día de Acción de Gracias» y «Una Navidad»: puede que este último resulte algo dulzón para los gustos contemporáneos, pero, aun así, es igual de conmovedor en su revelación de otra herida temprana, infligida esta vez por un padre irresponsable y lejano. Es probable que la mayoría de sus compatriotas conozca «Un recuerdo navideño» a través de un excelente telefilme magníficamente interpretado por Geraldine Page; pero quienquiera que lea el cuento original descubre una hazaña, más difícil que cualquier actuación ante las cámaras. Por medio de su prosa cristalina y una brillante economía del ritmo narrativo, Capote elimina todo posible sentimentalismo de un pequeño elenco de personajes, acciones y emociones que podrían haber sido empalagosos en manos menos vigilantes y diestras. Sólo Chéjov nos viene a la memoria como un escritor igualmente dotado para el tratamiento de un asunto parecido.
Pero una vez en posesión de los recursos para expresar la amplitud de emociones que buscaba, Capote no se limitó a referir un recuerdo de la infancia, más o menos real o inventado. Al igual que muchos otros narradores, con el paso del tiempo escribió cada vez menos relatos: la vida se vuelve a menudo mucho más intrincada de lo que puedan abarcar las formas breves. Pero una historia, «Mojave», encarna de una manera brillante y terrible las intuiciones adquiridas en los años que pasó entre ricos. De haber vivido para escribir más vislumbres rápidos y sesgados de ese mundo aborrecible, nunca nos habría dejado con esa sensación de algo incompleto que nos produjeron los rumores frustrados de una extensa novela.

Y si los decenios que pasó alejado de la fuente sureña de toda su mejor narrativa —larga y corta— no le hubieran privado del interés o incapacitado para escribir más sobre aquel mundo primordial, habríamos tenido más motivos de gratitud por su obra. De hecho, sin embargo, si colocamos la ficción de Capote encima de la pila que incluye A sangre fría y un sólido puñado de artículos no narrativos, habremos reunido un corpus diverso que igualan muy pocos de sus contemporáneos norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX.
Este hombre que adoptó el papel de exótico payaso en los años tempranos y más privados de su carrera y que luego —presionado por la pesada carga de su pasado— se convirtió en el payaso público y enloquecido de sus últimos años, nos legó, pese a todo, una obra tan extraordinaria que ahora podemos situarle —decenios de frialdad después de su muerte— mucho más arriba de lo que presagiaba su cuerpo menudo y menospreciado. En 1966, cuando había empezado a anunciar que estaba trabajando en una novela larga —y a recibir por ella pingües anticipos de su editor—, dijo que la titularía Plegarias atendidas. Y afirmó que este título era una expresión que había encontrado entre los escritos de Santa Teresa de Ávila: Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas. Hay pocos indicios de que las oraciones a Dios o a algún santo intercesor —pongamos, una mística española proclive a los trances o Sook, la prima simple— fuesen en algún momento una preocupación constante en la vida de Truman Capote, pero su empeño vitalicio en alcanzar la riqueza y una amplia atención tuvo un éxito atroz. Antes de cumplir cuarenta años, había conseguido ambas cosas, con una abundancia de marea y un desencanto absoluto. En su naufragio final, esta escasa colección de cuentos podría haberle parecido a Capote el menor de sus logros; pero, en el terreno de la expresión del sentimiento humano, representan su victoria más admirable. Del tormento de una vida que heredó, primero, de un padre tremendamente negligente y de una madre que nunca debería haberlo sido y, segundo, de su propia negativa a vencer sus obsesiones personales, extrajo estas historias que, en el campo de batalla de la prosa inglesa, constituirán durante muchos años tanto plegarias serenas y perdurables como gracias obtenidas: a la libre disposición de todos los lectores.

Reynolds Price





jueves, 25 de enero de 2018

El Duende de la Tienda

En el cuento "El Duende de la Tienda" de Hans Christian Andersen, existe un enredo o un nudo de palabras, el "Duende"; es un personaje que aparece como un mantenido en la casa del tendero. Tal es el acomodamiento del duende que siempre esperaba cada navidad su tazón de papas y la mantequilla.

Siguiendo con la lectura se da una diferencia de opiniones por parte del tendero y el estudiante, cuando le dan el queso envuelto en la página que contenía poesía, al cederle el libro completo el tendero a cambio del queso; refleja una actitud de alegría por la sed de conocimientos que le daría el libro al estudiante, muchos estudiantes no tienen acceso a adquirir el libro que el docente utiliza en la asignatura, abonado a que en nuestra cultura no está bien sedimentada la lectura y muchas veces el docente tiene que obligar al estudiante a leer un libro, pues la verdad la lectura nos enriquece el vocabulario y nos lleva a obtener un cúmulo de conocimientos muy valiosos y esto hay que ponerlo en práctica en el aula universitaria.

En este cuento, el tendero representa a lo material, el estudiante representa al conocimiento y el duende una persona humana común y corriente, en esta lectura tan imaginativa cada persona tiene diferentes formas de pensar y muchas veces nos inclinamos hacia lo material y no nos damos cuenta que también hay que enriquecer nuestra masa gris de conocimientos y aprendizajes significativos para que seamos agentes de cambio en esta sociedad tan convulsionada por la desigualdad.

Si bien es cierto que cuando el autor narra el incendio lo primero que querían salvar era lo material, pero el duende salvó el libro; el más preciado tesoro del cual irradiaba destellos del estudiante cuando lo veía leerlo, como muchas personas nosotros los seres humanos tendemos a rescatar lo material cuando se nos presenta una situación de incendio, y bueno, no nos damos cuenta que lo primero es nuestra seguridad, nuestra vida que Dios nos ha prestado en este mundo y cuando el duende toma la decisión de salvar el libro me doy cuenta que nosotros los seres humanos tomamos a veces decisiones no muy acertadas para el bien común o para forjarnos un mejor camino, claro está que de nuestras decisiones depende nuestro futuro ya que muchas veces estamos entre la espada y la pared y las decisiones nos colocan en una perspectiva de lo que deseamos frente a lo que verdaderamente nos conviene, esta podría ser una conclusión acertada al respecto.






La Capa

Dino Buzzati Traverso (Belluno, 16 de octubre de 1906 – Milán, 28 de enero de 1972) fué un novelista y escritor de relatos italiano, así como periodista del Corriere della sera.

Nació en la mitad de una familia acomodada: su padre, Giulio Cesare, era profesor de Derecho internacional en la Universidad de Pavía y su madre, Alba Mantovani, de origen Veneciano, era hermana del escritor Dino Mantovani. Su nombre verdadero era Dino Buzzati Traverso, y era el segundo de cuatro hermanos. Desde muy joven manifestó las que iban a ser las aficiones de toda su vida: escribía, dibujaba, estudiaba violín y piano, además de la pasión por la montaña a la que dedicó su primera novela, Bárnabo de las montañas (Bàrnabo delle montagne) (1933).

A instancias de su familia —especialmente su padre— emprendió los estudios de Derecho, pero en 1928, antes de licenciarse, empezó a trabajar de aprendiz en el Corriere della Sera, el periódico en el que colaboró durante toda su vida.

El éxito obtenido con su primera novela, la ya citada Bárnabo de las montañas, no se repitió con la siguiente El secreto del Bosque Viejo (Il segreto del Bosco Vecchio) (1935), que fue acogida con indiferencia. Enviado especial del Corriere a Addis Abeba en 1939 y reportero de guerra en 1940 en el crucero Río, ese mismo año publicó el libro con el que alcanzó fama internacional y que es unánimemente considerado como su obra maestra, El desierto de los tártaros (Il deserto dei Tartari): en vísperas del conflicto, imaginó la alegoría existencial del teniente Giovanni Drogo, destinado a que su existencia transcurra en una fortaleza perdida, en una época sin precisar, en la inútil espera de un enemigo que no llega (en 1976 Valerio Zurlini la adaptó y realizó una película muy sugerente).



El cuento "La Capa" escrita por Dino Buzzati; donde "los relatos de Buzzati parten casi siempre de un hecho cotidiano; un viaje turístico a un país desconocido, el regreso de un soldado a su casa, una herencia, una gota de agua, un reino del que no se conoce frontera", se narra lo fantástico de forma natural, como si fuera algo cotidiano. En este cuento se desarrolla la historia de Giovanni, un soldado que vuelve a casa después de un largo tiempo de su partida, donde interactúa con su madre y hermanos. Su madre lo recibe amenamente, pero Giovanni evade algunos temas, en especial el por qué no se quitaba la capa a pesar del calor y la presencia de aquel personaje que lo esperaba fuera de la casa; Finalmente la madre al ver sangre debajo de la capa dedujo que no estaba bien, debido a la razón por la que evadía las preguntas; supo ahí que era la despedida de su hijo, dejando a la interpretación de que su hijo no volvería.

Bajo su apariencia realista se esconde una atmósfera  amenazante y perturbadora, que le da además un significado sobrenatural y simbólico. Leedlo y comprobaréis  por qué el joven soldado que regresa de la guerra a su casa,  para ver a su madre y a sus hermanos,  no solo oculta su cuerpo bajo una capa sino una terrible noticia.

No utiliza el método descriptivo en lo absoluto, solo utiliza diálogo y un mínimo de explicación de la situación para poder entenderlo, con un narrador omnisciente muy poco presente (mucho diálogo) esta es la historia de una madre que recibe a su hijo recién llegado de la guerra, y recibe a un hijo cambiado, traumatizado por sus vivencias, esto sólo se da a entender por su actitud y el sufrimiento que se transmite durante toda la conversación. Un cuento que te mantiene expectante todo el tiempo por saber lo que va a pasar, la razón de la actitud del protagonista.

En conclusión, el cuento lleva a pensar varios puntos de vista, en los que podría entender o asemejar la impotencia que tenemos siendo humanos; así como se nos escurre entre los dedos el control total de la vida, sin poder hacer un cambio sobre lo que no tenemos poder; en este caso la muerte y el reencuentro con Giovanni, a quien "al cabo de una interminable espera, cuando la esperanza comenzaba a morir" en efecto sucedió, pero se presentó su despedida ante su madre, dándole fin a la espera y la incertidumbre de no saber el estado de Giovanni.






miércoles, 24 de enero de 2018

La Princesa y el Guisante

"La Princesa y el Guisante" (título original: Prinsessen paa Ærten), también conocido como Una verdadera princesa, es un cuento de hadas del escritor danés Hans Christian Andersen. Fue publicado por primera vez el 8 de mayo de 1835.

A diferencia de otros cuentos suyos y con finales realmente trágicos como El soldadito de plomo (donde el protagonista es quemado), La pequeña cerillera (donde la niña protagonista muere del frío del invierno) o La sirenita (donde la sirenita protagonista muere y no logra que el príncipe se enamore ni se case de ella), La princesa y el guisante sí tiene un final feliz.

Todo comienza en un reino con un príncipe heredero soltero y necesitado de una princesa con la que casar.

Como en otros cuentos de hadas, las mujeres tiene un papel preponderante, pero en esta ocasión son las auténticas protagonistas y no un complemento de la obra. En este caso la reina presenta al hijo varias candidatas y a todas las somete a una prueba para comprobar si realmente son de sangre real. Para saber si realmente tiene la sangre azul la madre las invita a dormir en una cama con varios colchones (algunas publicaciones dan un número de 20) y bajo los cuales ha colocado un guisante. Sólo aquellas que notan la hortaliza bajo los mullidos colchones son realmente aptas para su hijo. Ninguna lo logra hasta que una noche aparece la única superviviente de un naufragio (algo muy común en un pueblo marinero como el danés) que llega al castillo empapada, agotada y tiritando. Siguiendo la tradición hospitalaria de los castillos, como la presentada por Walter Scott en Ivanhoe, la muchacha es aceptada y atendida. Después de cenar la madre manda preparar una habitación con la misma prueba del guisante.

A la mañana siguiente la muchacha aparece con grandes ojeras y fatigada. La reina le pregunta por la cama y ella responde que tenía algo que no la dejaba dormir y que probablemente le ha llenado la espalda de cardenales, demostrando así ser la esposa idónea para su hijo.

La primera interpretación que siempre se ha hecho muestra a la sangre real como excesivamente refinada y muy poco resistente. Dando la idea de que los reyes no son capaces de adaptarse a circunstancias (en este caso un simple guisante) que otras personas ignorarían sin problemas y disfrutan de un plácido descanso.
Frente a la visión anterior aparece otra del todo opuesta. Al final, la persona elegida para ser futura reina era una mujer lo bastante valiente para sobreponerse al viento y al naufragio, lo bastante fuerte como para imponerse al mar Báltico, con la bastante sangre real para no dejar de notar el guisante y lo bastante educada para no quejarse hasta ser preguntada.






El Amigo Fiel

"El Amigo Fiel" de Oscar Wilde es un relato breve en el que critica a las amistades movidas por la codicia más que por el amor.

Encontramos la historia de un hombre humilde, cuya amistad es sincera, a la par que servil, para con un hombre rico que no duda en aprovecharse de esta a la par que se proclama a si mismo mediante la pura palabrería como el amigo fiel. 

Este cuento corto llama mucho a la reflexión y evaluación que deben hacer muchas personas a la hora de hacer favores. Un molinero sin escrúpulos, manipulador y aprovechador con un granjero tan honesto que raya en la estupidez, son actores principales de este cuento contado por animales. Wilde refleja aquí muchas facetas de las personas, que van desde la amistad sincera pasando por la manipulación, la avaricia terminando en la miseria humana. En el relato, la amistad como centro temático está por encima de las apariencias, las justificaciones y los intereses particulares. La sociedad se muestra injusta por su constante búsqueda de provecho particular.

Nacido Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde, el escritor, dramaturgo y poeta irlandés sigue siendo una de las voces más conocidas de su patria. Su agudo sentido del humor y cuidadosa observación del comportamiento humano siguen siendo vigentes.






martes, 23 de enero de 2018

El Príncipe Feliz y Otros Cuentos

"El Príncipe Feliz y Otros Cuentos", es una colección de cuentos escrita en 1888 por Oscar Wilde. Contiene cinco cuentos, de los cuales algunos, son conocidos mundialmente como «El gigante egoísta», «El ruiseñor y la rosa» o «El Principe feliz». En este libro se encuentran cuatro de los más famosos cuentos de Oscar Wilde. En todos ellos se pueden hallar algunos de los temas que más preocuparon al autor: la amistad, el amor, la generosidad, y también, el egoísmo, el abuso y el desamor.

"Los buenos novelistas —escribió Oscar Wilde— son mucho más raros que los buenos hijos". Quizá sería lícito añadir que los buenos cuentistas son aún más raros que los buenos novelistas. Antes que El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde escribió los cuentos que componen El Príncipe Feliz y otros cuentos y los completó con los de Una casa de granadas. Sorprende cómo un autor que prescindía de la moral en beneficio del arte pudo escribir estos cuentos sentimentales y con moraleja. En otras manos habría sido un material peligroso; en las suyas, los cuentos sentimentales se hacen conmovedores, y las fábulas morales se convierten en poemas líricos de insospechada belleza.

Publicada por primera vez en 1888, esta colección de cuentos permite observar la grandeza literaria de la que era capaz Wilde, y de su profundo entendimiento del ser humano. Amor, odio, vanidad, egoísmo, amistad, desinterés, humildad, son algunos de los sentimientos que encontraremos en estas páginas, lo que nos llevará a la reflexión y al goce literario. Un clásico de la literatura universal que todos debemos leer.





El Ruiseñor y la Rosa

"El Ruiseñor y la Rosa" es un cuento escrito por el poeta, escritor y dramaturgo británico-irlandés Oscar Wilde. Fue publicado por primera vez en El príncipe feliz y otros cuentos junto a otros cuatro cuentos del autor en 1888. Fue el cuento más destacado del primeral ya mencionado.

La historia trata de un joven estudiante enamorado de una chica (Hija de su profesor). Necesitaba una rosa roja para impresionarla y que así ella fuera al baile con él. Sólo tenía rosas rojas pero que no las quería arrancar ya que eran de su jardín, entonces se puso a llorar. Un ruiseñor le vio y este, ilusionado con la idea de que el joven pueda encontrar el amor verdadero, toma la decisión de ser torturado toda la noche cantando a la luz de la luna y sacrificar su vida para entregar su sangre a un rosal seco que estaba en la ventana del estudiante, para que naciera una rosa roja. El joven al despertarse al otro día y al mirar a su ventana, se emociona y toma la rosa, que más tarde se la lleva a la chica, pero esta lo rechaza argumentando que ya otros le habían dado mejores regalos (Como el Hijo del Chambelan) y que esa rosa era común y sin valor. Pues al parecer a la bella dama solo le importaban las apariencias y los bienes materiales.

En la mayoría de las obras de Oscar Wilde hay una idea central común: en algún momento de su vida, o después de ella, los protagonistas entran en contacto con el dolor y los sufrimientos de los hombres y éste encuentro les produce un cambio trascendental en sus vidas.

El enigma principal del “Ruiseñor y la Rosa” reside en si el sacrificio del ruiseñor surtirá efecto y logrará su cometido, el cual es hacer que la amada se interese por el joven. La siguiente pregunta es ¿será valorada la vida y sacrificio del ruiseñor por el joven? Luego, ¿la rosa escuchará del ruiseñor ante el sacrificio que realizará? Y finalmente ¿la joven será capaz de apreciar el presente del joven pretendiente? Es decir, ¿habrá valido la pena el sacrificio del ruiseñor?

A pesar de que éste es un texto narrativo, presenta una gran cantidad de lenguaje poético por las descripciones dadas. Se utiliza un lenguaje en el que abundan las metáforas y sobre todo las comparaciones tales como “Tiene el cabello oscuro como la flor del jacinto y los labios tan rojos como la rosa de sus deseos” junto con algunas palabras abstractas como por ejemplo “Lo que yo canto, él lo sufre; lo que es para mí alegría es dolor para él”. Además la rosa y el ruiseñor posee una connotación melancólica y de frustración, pues a pesar del gran sacrificio del ruiseñor, el objetivo final no se logró por la avaricia y soberbia de la amada.

Las relaciones simbólicas en este caso están dadas por el joven, el ruiseñor, la rosa y la amada: Un joven deseaba agradar y ser aceptado por la mujer que pretendía, la cual era muy ambiciosa y soberbia. El muchacho en su intento por cortejarla le lleva una rosa roja, la que fue cruelmente despreciada por la joven, pues desconocía su verdadero origen y además por la misma ambición ya mencionada, ella esperaba algo “más valioso” por parte de su pretendiente.

La acción principal del relato es el sacrificio hecho por el ruiseñor, el cual no esperaba nada a cambio salvo que se pudiera concretar el amor entre los jóvenes. Lo que viene a continuación es la obtención de la rosa deseada por el joven gracias a la muerte del ruiseñor, rosa que más tarde fuera despreciada por la amada del estudiante. En este relato no se encuentra ningún tipo de referencia cultural, puesto que el lenguaje utilizado es estándar y puede ser comprendido en cualquier lugar y época.






lunes, 22 de enero de 2018

Diálogo Entre un Sacerdote y un Moribundo

"Diálogo Entre un Sacerdote y un Moribundo" Es un cuento breve de Donatien Alphonse François de Sade, Marqués de Sade. Este diálogo ofrece la discusión entre un hombre que se encuentra al borde de la muerte y un sacerdote. El clérigo pretende que se arrepienta de sus pecados para que pueda morir dignamente como cristiano, sin embargo, el moribundo es un hombre ingenioso y filósofo que irá rebatiendo, uno por uno, los argumentos expuestos por el cura. En este texto queda en evidencia el sarcasmo y la lógica mordaz características del marqués de Sade, quien una vez más asume el papel de violador de tabúes. El sacerdote quiere que el moribundo se arrepienta de sus pecados, pero este, de lo único que se arrepiente es de no haberse entregado más a sus pasiones.

Esta obra fue escrita en 1782 y permaneció en el más absoluto olvido hasta que fue descubierto por Maurice Heine en 1926. No es hasta ese mismo año en el cual se publica. Trata sobre la hipocresía, la moral y las buenas costumbres, y en la misma dicho Marqués se declara ateo. Es un tenso diálogo entre un sacerdote que le pide a un moribundo que se arrepienta de sus pecados. El moribundo debil y agonizante se niega a arrepentirse y a olvidarse de aquello que para el son recuerdos de su vida y su andar por el mundo. El sacerdote trataba de hacerlo recapacitar y que entiendera que solo dejando entrar a Dios en su corazon podria ser absuelto y perdonado.

La actividad personal del Marqués de Sade, sus escritos y discursos políticos, las páginas filosóficas de sus novelas, hicieron de él el fermento de subversión más virulento de la Revolución Francesa. Sus panfletos irónicos "por una cruzada contra todos los dogmas religiosos" presentían el peligro mortal que significaba la religión. Hoy todavía, el ateísmo esencial de esas páginas continúa imponiéndose como una necesidad actual: el espíritu de Sade está vivo entre nosotros.

Donatien Alphonse François de Sade, (París, 2 de junio de 1740 – Charenton-Saint-Maurice, Val-de-Marne, 2 de diciembre de 1814), conocido por su título de Marqués de Sade. Fue un escritor francés, autor de Justine o los infortunios de la virtud, Historia de Aline y Valcour, y otras numerosas novelas, cuentos y piezas de teatro. También le son atribuidas Los 120 días de Sodoma, La filosofía en el tocador, La nueva Justine y Juliette. En sus obras son característicos los anti heroes, protagonistas de las más aberrantes violaciones y de disertaciones en las que cínicamente, mediante sofismas, justifican sus actos. Fué encarcelado por el absolutismo, por la asamblea revolucionaria y por el régimen napoleónico, pasando 30 años encerrado en diferentes fortalezas y manicomios; también, figuró en las listas de la guillotina.

¿Por qué elegir una obra tan radical como la de Sade? Porque Sade nos sumerge en los fantasmas de nuestra conciencia y las fantasías sexuales que anidan en lo profundo de cada uno de nosotros. Mucho antes del nacimiento del psicoanálisis, la obra de Sade saca a la luz las inclinaciones más ocultas del subconsciente humano y las libera de toda atadura moral, para dejarlas fluir con extrema intensidad.

En Sade, no todo son sólo atrocidades y escenas libertinas. Se trata de un escritor muy activo y prolífico. Muchas de sus páginas no son precisamente inmorales, y bien podrían haberse atribuido a hombres como Voltaire o Rosseau. Pero la fama de sus obras libertinas ha eclipsado en parte a las demás, y es necesario profundizar en su obra para reconocer la grandeza de su carácter, su versatilidad como escritor y su valor como ser humano.

La obra de Sade es una introspección en el mundo de lo que no podemos controlar, a la vez que el estudio clínico y despiadado de una moral impuesta, artificial e hipócrita contra la que lucha con todo su ímpetu. Porque en el seno de su pensamiento anida un profundo sentido de la libertad, en su significado absoluto.

En este pequeño diálogo, Sade nos ofrece la discusión entre un hombre que se encuentra en el umbral de la muerte y un sacerdote que acude con la intención de convencerlo para que se arrepienta de sus pecados y muera como un buen cristiano. El moribundo, sin embargo, es hombre ingenioso y filósofo. No se deja engatusar por los argumentos del cristianismo, expuestos por el cura, y los va rebatiendo uno por uno, con esa habitual lógica de Sade, no muy profunda, pero sí clara y aparentemente mucho más propia del sentido común. Es además, para quien no conozca la obra del marqués, una excelente introducción al pensamiento de este extraordinario escritor de prosa de la literatura universal.






sábado, 20 de enero de 2018

Burbujas

"Burbujas" es una historia protagonizada por Ramón Sánchez, un hombre de alrededor de cuarenta años que ha llegado a un punto en que se replantea su vida, después de que en el trabajo lo cambien de puesto y de sufrir un importante ataque de lumbalgia. A partir de esos dos incidentes, y a lo largo del cómic, nuestro protagonista inicia una etapa de reflexión sobre su vida en particualr y la vida en general, las relaciones entre hombres y mujeres, la amistad, sus sentimientos, deseos y sueños inclumplidos, y finalmente intentará rehacer su vida familiar y recuperar la comunicación con su esposa e hijos. Así, casi toda la obra está formada por diálogos o monólogos protagonizados por Ramón donde desarrolla estos temas, recurriendo a abundantes dosis de imaginación para ello, ya que a nuestro protagonista le relaja hablar con los peces de un acuario (a lo que alude la cubierta del cómic), se imagina hablando con su padre fallecido, o se imagina a sí mismo como un burro o imaginarse a sí mismo como si fuera Robert Mitchum (caracterizado como en La noche del cazador o El Dorado).

"Con una expresividad gráfica maravillosa, Daniel Torres nos cuenta una historia conmovedora, al tiempo que desternillante y melancólica, sobre el sentido de la vida, la felicidad y los sueños. Una verdadera delicia." -- Rosa Montero, autora de El corazón del tártaro, citada en la faja que acompaña al cómic.

El nuevo trabajo de Daniel Torres, creador de Roco Vargas y uno de los españoles más internacionales, ahora en formato novela gráfica. Las 280 páginas de la novela gráfica están formadas en su práctica todalidad por páginas de historieta, y no incluye prólogo ni extras (más allá de una página final con los créditos del cómic donde se incluye una biografía del autor).

A nivel formal, comentar que Torres utiliza en prácticamente todas la obra (salvo algunas páginas puntuales) una rejilla de viñetas de 3x2 (tres filas por página y dos viñetas por fila), una plantilla base con las que hace combinaciones según sus necesidades, con viñetas dobles o cuatruples, ocupando dos filas, o viñeta a página completa en algunas ocasiones, y con frecuencia usando tres filas con una única viñetas doble por fila.

Es la historia de un tipo gris que tiene una epifanía viendo una pecera. Y la de ese tipo gris que se da cuenta de que le hubiera gustado ser carpintero. Y la de ese mismo tipo gris que atraviesa por una crisis vital. Y también la de su familia, la de un amigo filósofo con alma de Piolín, la de unas vértebras que hablan, y la del poder (o debilidad) de la memoria. Definir "Burbujas", la última obra del dibujante valenciano Daniel Torres ('Opium', Roco Vargas) es difícil, pero sea cual sea la respuesta se trata, sin lugar a dudas, del mejor trabajo de uno de los grandes del tebeo español de todos los tiempos y de una obra condenada a cosechar más de un premio.

Decir que esta novela gráfica es su obra más personal es una redundancia teniendo en cuenta que, desde hace años, Torres sólo dibuja por placer, pero reconoce que, por primera vez, "ha habido momentos en los que me he dejado llevar por los personajes y ni yo mismo sabía lo que iba a pasar en la página siguiente". Siendo como es, meticuloso hasta el extremo, ha sido un cambio. "Esta vez", dice, "casi he sido un lector de mi propia obra".

Cuenta que dos han sido los motivos que le han llevado a "Burbujas". "El primero es técnico y de puro egoísmo, ya que quería hacer algo que me permitera salirme del formato de 48 páginas que obliga a crear una historia y recortarla hasta encajarla, y ahora quería hacer un guión sin tijeras, que tuviera exactamente las páginas que hiciera falta para contar la historia como me diera la gana".

El otro, más personal, es que "tengo 50 años y he querido plasmar una de esas crisis vitales por las que todo el mundo pasa en algún momento, sobre todo cuando te das cuenta de que tienes ya un recorrido y, si no te espabilas, lo que te queda es ir cuesta abajo".

"Burbujas" es una historia surrealista con claros tintes autobiográficos, "lo que no quiere decir que yo sea Ramón Sánchez, el protagonista, sino que todo es real: o me ha pasado a mí, o alguien me lo ha contado, lo he leído...". Es, además, la obra en la que más licencias estilísticas y narrativas se ha permitido para lograr plasmar en dibujos un tipo de diálogo interior a muchas voces plagado de metáforas (mítica, la de la batalla de sexos con aires de I Guerra Mundial), de frases lapidarias dignas de cualquiera película de serie B, y de sorpresas en la definición de los personajes (atención al retrato de los hijos, los más frikis y los únicos cuerdos).





La Posada del Fin del Mundo

Durante una noche y un día, un tabernero contará su historia. No habrá robado a princesas ni reyes agónicos, difícilmente habrá oído hablar alguna vez de la consumida ciudad de Treborn, su cordura no se habrá visto afectada al no haber yacido jamás con Telurian. El tabernero, nuestro tabernero, es un hombre viejo, achacoso, solitario. Regenta una posada en el último confín del mundo, en la cima de un acantilado donde rompen las olas. Su auditorio no es variado: su único oyente es el escritor Edgar Saint Preux, cuya seca imaginación busca una cura terapéutica.

La historia comienza con un bello prólogo en el que vemos a Iréna y Yann, dos niños que juegan en la costa. “Se aman” diríamos si fuesen mayores, pero bueno, son sólo niños… Cuando la niña regresa a casa con su madre, son asaltadas por unos encapuchados. No llegamos a ver qué ocurre, pero su madre muere e Iréna desaparece…

60 años después, una noche de tormenta, un escritor se refugia en la “Posada del fin del mundo”, pues así se llama el único lugar habitado en el pueblo de Trébernec. Por la noche, un extraño descubrimiento por parte del escritor hace que el posadero decida explicarle la historia ocurrida tantos años atrás en el pueblo, ahora deshabitado. La desaparición de Iréna y la muerte de su madre conmocionaron al pueblo, y su padre pasó años destrozado y solo.

Hasta que un día Iréna volvió, pero ya no era la misma… La antaño vivaraz muchacha ahora no pronunciaba una palabra, y parecía poseer ciertos dones curativos. Hubo quienes, inevitablemente, la tacharon de bruja, y otros de milagro. Tal situación atrajo la atención de De Baronie, propietario de la conservera del lugar, y responsable del buen funcionamiento de la industria pesquera del pueblo…

El encuentro entre Iréna y De Baronie dispara los acontecimentos. Yann regresa también justo a tiempo de proteger a la chica de gente temerosa de sus artes, los trabajadores de la conservera se ponen misteriosamente enfermos y solamente Iréna es capaz de sanarlos, criaturas escamosas de rasgos humanos se mueven en la noche, y finalmente Iréna habla y cuenta muchos de sus secretos.

El mal proviene del mar. Para un pueblo cuya vida gira constantemente en torno a ese gran desconocido es lo peor que le puede pasar. La realidad de los pueblos pesqueros en que se ama y se teme la mar por partes iguales deviene, de forma implícita, en el motor de la historia. Extraña estructura tiene La Posada del Fin del Mundo, pues uno no acaba de saber cuál es el núcleo de la historia. ¿Es ese trágico final que nos anuncia el posadero? ¿Es la historia de Iréna y Yann? ¿Es la lucha entre el bien y el mal en un ambiente cotidiano? Todos los conceptos están elegantemente hilvanados creando una atmósfera mágica mágica sin llegar a ser pretenciosa, los autores nos tienen en todo momento donde ellos quieren, dando pequeñas dosis de misterio en los momentos adecuados, aportando respuestas siempre antes de que el relato se resienta.

Las ilustraciones que envuelven este amargo cuento son una pieza clave de esa atmósfera, con sus cielos en permanente aviso de tormenta, siempre cambiantes y sorprendentemente realistas y agradables. No tan realista es el diseño de personajes, cosa nada rara en el BD, pero como es habitual, no es un defecto más que una particularidad. El dibujante domina la expresividad de los gestos y las miradas, y lo demuestra en cada página, con la impasibilidad de Iréna, las lágrimas de su padre o la pose altiva de De Baronie. Los momentos de lluvia son especialmente envolventes, dibujadas las gotas con gran cariño, siendo según el momento escenas de gran tensión, de tristeza o emociones.

La posada del fin del mundo tiene un primer volumen espléndido, que da voz y forma a la tristeza más desgarradora, más desconsolada. En un risco en el último confín de la tierra, un tabernero que no es el de Roca de Guía cuenta su historia. Allí permanece todavía, impregnando las paredes, rebotando en el eco de las olas. Un escritor venido de lejos la recoge en un libro que jamás llegará a publicar. Ambos han caído presa del embrujo de la chica Iréna. Una joven que un día desapareció para regresar y salvar a su gente de la infinita pena.

Leer La Posada del Fin del Mundo es como dar un paseo por los riscos que nos muestra la historia, es dejarse llevar por el encanto del pueblo de Trébernec, no tanto el lugar como sus gentes, quienes, aunque no tienen un gran protagonismo, los autores se las apañan para que llenen el fondo del relato…

Es ésta una historia en tres actos, de la que solamente queda publicar el final, y aunque hay veces que su ritmo peca de irregular es una agradable lectura que no defraudará a quienes busquen parajes solitarios y algo de melancolía… sin dejar de pisar terrenos fantásticos. Es inevitable…





viernes, 19 de enero de 2018

Un Objeto de Cama Transportable

Mildred lo poseía todo a cambio de algo, ella facilitaba la mercancía, sus caricias, su cuerpo y su aliento. Diría que fue una Femme fatal, pero no, no se anticipo a lo que el hombre planeaba. Fue coqueta, la halagaron y era buena en la cama, claro sin esforzarse (lo expresó en pasado por que ella se lo buscó).

"Soy una chica que no está acostumbrada a trabajar, ni siquiera en la cama... Mildred" (de ahí la frase)

Nunca buscó compañía, solo el dinero, las joyas las cenas elegantes, el sexo, el vino, viajes... era la manera en que sobrevivía, su estilo de vida como lo decía ella. Me encantaría seguir con ella, su honestidad y su fragilidad enamoran, su cuerpo se desea… Mildred, una mujer de los años 30 que vivió conveniente a lo que ella requería.

«Un Objeto de Cama Transportable» (The mobile-bed object) podría ser la vida de una actriz porno o una prostituta de lujo, su éxito pasajero y su fracaso permanente; es una patente muestra de la mujer materializada por la sociedad, con su consentimiento, condenada a la suerte de toda cosa desgastada: ser desechada.

Aunque Patricia Highsmith (nacida un 19 de enero de 1921), antes de morir, se sintió arrepentida por no haber firmado con su verdadero apellido paterno: Plangman, lo cierto es que siempre se conoció con el apellido de su padrastro. Ese hecho, además del divorcio de sus padres, el traslado de su natal Fort Worth (Texas) al legendario barrio bohemio de Nueva York: Greenwich Village, la crianza por parte de su abuela y la compleja relación con su madre, la marcaron como persona y como autora.
Su vocación literaria se manifestó temprano, tanto en la lectura como en la escritura. Siendo niña conoció el libro La mente humana de Karl Menninger, exitoso autor americano que puso la psiquiatría al alcance de la inmensa mayoría. Esta obra despertó en ella gran interés por la enfermedad mental, lo cual se manifiesta en su obra en la que la culpa, la mentira y el crimen son los temas principales. Desde los 15 años hasta su muerte llevó diarios, completando más de cien cuadernos. Estudió literatura inglesa, latín y griego; se graduó en 1942 y al año siguiente empezó a trabajar para una editorial.






miércoles, 17 de enero de 2018

La Marca de la Bestia

"La Marca de la Bestia" (The Mark of the Beast) es un relato o novela corta de Rudyard Kipling. Fue una de las primeras apariciones de hombres lobos en la literatura moderna. El relato transcurre en la India, país donde nació el mismo Kipling y del cual tenía muchos conocimientos. Fue publicado por primera vez en The Pioneer el 12 y 14 de julio de 1890, en el Pioneer Mail el 16 de julio y en el New York Journal en julio del mismo año.

Tres amigos británicos en la India, Fleete, Strickland y el relator, vuelven de una noche de juerga antes del día de Año Nuevo. Fleete, el más ebrio, entra corriendo a un templo dedicado al dios Hanuman, agrede a varios monjes que estaban adorando y apaga un cigarrillo en la estatua de la deidad. Los monjes se enfurecen y un leproso, al cual el relator llama "el Hombre de Plata" por su palidez, ataca a Fleete mordiéndolo en el pecho.

Al día siguiente notan la herida que Fleete tiene en el pecho izquierdo, además de reparar en el extraño comportamiento de este, el cual desea insaciablemente comer carne casi cruda. A lo largo del día se dan cuenta de que Fleete adquiere un comportamiento cada vez más extraño y bestial, hasta que al final este empieza a comportarse como un lobo en su totalidad. Dumoise, un médico, lo atiende y le diagnostica hidrofobia. Mientras, se dan cuenta de que el Hombre de Plata fue a buscarlos y su presencia altera a Fleete.

Decididos a acabar con lo que están seguros es una maldición, Strickland y el relator capturan al Hombre de Plata y durante la noche lo fuerzan a retirar la maldición de Fleete. Cuando lo logran, liberan al leproso y Fleete cae dormido, para despertar unas horas después sin recordar nada de lo ocurrido el día anterior.

En el cuento, Kipling se pregunta quién es el civilizado, si el pulcro inglés venido de la metrópoli o el hindú de costumbres extravagantes. Para ello, construye a Fleete, el personaje que desencadena el oscuro suceso que refiere el relato. Fleete, con dinero y propiedades, es “alto, afable, pesado e inofensivo” y, por supuesto, tiene un limitado conocimiento de los costumbres nativas. Se considera superior moralmente a los hindúes, y se queja de su lenguaje incomprensible. Es el prototipo de inglés que no entiende nada, que considera un disparate integrarse y que se cree autorizado a tratar como ganado a quienes no tienen la fortuna de haber nacido en su maravilloso país ni en hablar su idioma. Durante una borrachera de órdago en Nochevieja, Fleete comete el imperdonable sacrificio de estampar la brasa de su cigarrillo en la frente de una imagen sagrada del dios-mono Hanuman. El hecho provoca una alteración mayúscula en el pequeño templo en el que Fleete, el tolerante jefe de policía Strickland y el narrador, han acabado recalando; los fieles reclaman venganza, y se la cobran mediante un leproso, “El Hombre de Plata”, que acaba maldiciendo al sacrílego con “la marca de la bestia”: “Él (Fleete) ha terminado con Hanuman” -profieren-, “pero Hanuman no ha terminado con él”.

El origen de La marca de la bestia está en un episodio del que el propio Kipling será testigo: en 1888 reconoció haber visto morir a un hombre de hidrofobia, o rabia. Louis Pasteur había encontrado tres años antes la vacuna contra la enfermedad, a base de inocular en el organismo anticuerpos, pero hasta 1885, la hidrofobia tenía connotaciones casi malditas. Transmitida por un animal, incubada durante cuarenta días, provocaba una atroz muerte en el sujeto que la experimentaba en el plazo de una a cuatro jornadas desde su manifestación. Kipling hará aparecer a un médico que diagnosticará ese mal en Fleete. Lo retratará casi como un charlatán. La medicina, en este relato, nada podrá hacer ante lo sobrenatural; es más, esta ciencia será prácticamente un arte arcana, reductiva, incapaz de dar respuesta a los misterios naturales. La lepra, la otra enfermedad terrible descrita por Kipling, no tenía cura en el momento de escribir La marca de la bestia, pero podía retrasarse con un tratamiento a base de buena comida, aire fresco y bálsamos. La principal medicina que se prescribía era el aceite de chalmugra, un tónico destilado a base del árbol del mismo nombre, y que tenía gran predicamente entre los médicos chinos e hindúes.

Un refrán afirma que la India es más grande que el mundo. Rudyard Kipling, que nació en la populosa ciudad de Bombay en 1865, recibió desde su primera infancia las vívidas impresiones de este mundo inagotable, tan alejado del de sus antepasados. Los intensos olores de los bazares, la muchedumbre que deambula por el laberinto de las calles abrasadas por el calor sofocante, las historias y canciones que escuchaba en boca de sus sirvientes indígenas, formaron la tupida trama que el escritor intentó descifrar a lo largo de su obra. Su trabajo como periodista le obligó a viajar por todos los rincones de la India y le abrió las puertas de los más diversos ambientes, en los que conoció desde altos funcionarios del Imperio y despóticos reyezuelos de estados de pacotilla, hasta tahúres, pícaros y menesterosos de toda casta. Gracias a ello, Kipling supo retratar con igual profundidad tanto la vida de la sociedad británica como la variopinta mezcla de gentes y costumbres de la India.