sábado, 21 de abril de 2018

El Cuervo

"El Cuervo" (inglés: The Raven) es un poema narrativo escrito por Edgar Allan Poe, publicado por primera vez en 1845. Constituye su composición poética más famosa, ya que le dio reconocimiento internacional. Son notables su musicalidad, el lenguaje estilizado y la atmósfera sobrenatural que logra recrear. El texto narra la misteriosa visita de un cuervo parlante a la casa de un amante afligido, y del lento descenso hacia la locura de este último. El amante, que a menudo se ha identificado como un estudiante,​ llora la pérdida de su amada, Leonora. El cuervo negro, posado sobre un busto de Palas Atenea, parece azuzar su sufrimiento con la constante repetición de las palabras «Nunca más» (Nevermore). En el poema, Poe hace alusión al folclore y a varias obras clásicas.

Poe afirmaba haber escrito el poema de forma muy lógica y metódica. Su intención era crear un poema que pudiese gustar tanto a las clases populares como a las personas de gusto más refinado, como explica él mismo en el que fue su siguiente ensayo: la «Filosofía de la composición». El poema se inspira parcialmente en la figura del cuervo parlante de la novela Barnaby Rudge de Charles Dickens.​ Poe toma prestados el complejo ritmo y la métrica del poema «Geraldine», de Elizabeth Barrett Browning. La publicación de El cuervo, el 29 de enero de 1845 en el diario New York Evening Mirror, convirtió a Poe en un personaje muy popular en su época. Pronto se hicieron reimpresiones, parodias y versiones ilustradas del poema. Aunque algunos críticos mantienen opiniones diversas acerca de su valor literario, el poema sigue siendo una de las composiciones más famosas que se han escrito en lengua inglesa.

El cuervo sigue a un narrador sin nombre, que al principio está sentado leyendo «un raro infolio de olvidados cronicones», con la intención de olvidar la pérdida de su amada Leonora. Un «golpeteo en la puerta de su habitación»​ no revela nada, pero incita al alma a «encenderse». Se oye un golpeteo similar, ligeramente más fuerte, esta vez en la ventana. Cuando el joven va a investigar, un cuervo entra a su habitación. Sin prestar atención al hombre, el cuervo se posa sobre un busto de Palas. Divertido por el comportamiento del ave, cómico y serio a la vez, el hombre le pregunta su nombre. La única respuesta del cuervo es: «Nunca más».​ El narrador se muestra sorprendido ante la capacidad del ave para hablar, si bien no dice otra cosa. Supone que el cuervo aprendió a decir «nunca más» de algún «amo infeliz», y que es lo único que sabe decir.​ El narrador comenta que su «amigo» el cuervo pronto se irá volando de su vida, así como «otros amigos se han ido volando antes»​ junto con sus esperanzas. Como contestándole, el cuervo vuelve a decir: «nunca más».​ El narrador se convence de que esa única palabra, Nevermore, «nunca más», posiblemente adquirida de un viejo amo con mala suerte, es lo único que puede decir.​

Aun así, el narrador coloca su silla justo enfrente del cuervo, determinado a saber más sobre él. Se queda pensando por un momento, sin decir nada, pero su mente lo lleva de nuevo a su perdida Leonor. Piensa que el cuervo es una criatura demoníaca y le ordena que se vaya, sin embargo este no se va y se queda allí para siempre, dejando al narrador con profunda soledad y tristeza, sabiendo que "nunca más" saldrá de la sombra de la soledad

Poe escribió el poema como una narrativa, sin crear intencionalmente una alegoría o caer en el didactismo. El tema central del poema es la devoción sin fin.​ El narrador experimenta un perverso conflicto entre el deseo de recordar y el deseo de olvidar. Parece sentir algo de placer en enfocarse en su pérdida.​ El narrador asume que «nunca más» es lo único que logra retener el ave, y aun así continúa haciéndole preguntas, sabiendo cuál será la respuesta. Sus preguntas, entonces, son deliberadamente autodespreciativas y lo llevan aún más a ese sentimiento de pérdida.​ Poe no deja en claro si el cuervo en realidad entiende lo que dice o si su intención es crear una reacción en el narrador del poema.​ El narrador comienza débil y cansado, se torna desconsolado y arrepentido antes de pasar a la histeria y, al final, a la locura.​ Christopher F. S. Maligec sugiere que el poema es un tipo de paraclausithyron elegiaco, una forma poética desarrollada por los grecorromanos que consiste en el lamento de un poeta frente a la puerta cerrada de su amada.

El cuervo se posa en un busto de Palas Atenea, un símbolo de sabiduría que sugiere que el narrador es un erudito. Edgar Allan Poe afirma que el narrador es un joven estudiante.​ Pese a que esto no esté explícitamente en el texto, es mencionado en “La filosofía de la composición”. También se sugiere dentro del poema en el hecho de que comience con el joven leyendo un libro, y por el busto de Palas Atenea, diosa griega de la sabiduría.

Él está leyendo «más que un montón de pintorescas y curiosas tradiciones olvidadas».​ Similar a los estudios indicados en la corta historia de Poe, Ligeia, estas tradiciones pueden referir a lo oculto o a la magia negra. Esto se enfatiza en la elección del autor de ubicar el relato en el mes de diciembre, un mes en que se cree que las fuerzas de la oscuridad están especialmente activas. El uso de un cuervo — el “pájaro del demonio” — también sugiere esto.​ La imagen demoníaca se enfatiza por la creencia del narrador de que el cuervo es de «la ribera plutónica de la noche», o un mensajero del más allá, refiriéndose a Plutón, el dios romano del inframundo,​ también conocido como Hades en la mitología griega.

Poe eligió un cuervo para ser el tema central de la historia porque quería una criatura que no razonara pero que fuera capaz de hablar. Decidió utilizar un cuervo, el cual él que consideró igualmente capaz del habla que un loro al concordar esto con el deseado tono del poema.​ Poe dijo que el cuervo estaba pensado para simbolizar el triste e interminable recuerdo.​ También se inspiró en Grip, el cuervo de Barnaby Rudge: A Tale of the Riots of 'Eighty de Charles Dickens. Una escena en particular tiene un parecido con El cuervo: al final del quinto capítulo, Grip hace un sonido y alguien dice, «¿Qué fue eso – él, golpeando la puerta?» La respuesta es: «Es alguien golpeando suavemente los postigos.» El cuervo de Dickens podía decir muchas palabras y tenía sus momentos humorísticos, incluyendo el salto del corcho de champaña, pero Poe enfatizó las cualidades más dramáticas del ave. Poe había escrito una crítica de Barnaby Rudge para la Graham's Magazine diciendo, entre otras cosas, que el cuervo debería haber servido para un propósito más poético y simbólico.​ La similitud no pasó desapercibida: James Russel Lowell, en su A Fable for Critics, escribió el verso, «Here comes Poe with his raven, like Barnaby Rudge / Three-fifths of him genius and two-fifths sheer fudge.», que en español sería: Aquí viene Poe con su cuervo, como Barnaby Rudge / tres quintos de su genialidad y dos quintos de puras tonterías.​ Poe podría haberse valido también de varias referencias a cuervos en la mitología y el folclore. En la mitología nórdica, Odín poseía dos cuervos llamados Hugin y Munin, quienes representaban el pensamiento y la memoria. En Las metamorfosis de Ovidio, un cuervo también comienza blanco antes de que Apolo lo castigara, al convertirlo en negro, por enviar un mensaje de la infidelidad de una amante. La idea de un cuervo mensajero en el cuento de Poe puede haber sido inspirada en estas historias.

Poe también menciona al Bálsamo de la Meca, una referencia al Libro de Jeremías de la Biblia: «no hay bálsamo en Gilead; ¿no hay ningún médico ahí? ¿Por qué no se ha recobrado entonces la salud de la hija de mi pueblo?»​ En ese contexto, el bálsamo de Gilead es una resina usada para fines medicinales (lo cual sugiere, quizá, que el narrador necesita ser curado después de la pérdida de Leonor). Él también refiere a «Aidenn», otra palabra del Jardín del Edén, aunque Poe la usa para preguntar si Leonor ha sido aceptada en el paraíso. Por otro lado, el narrador imagina que un serafín ha entrado en la habitación. Piensa que ellos intentan llevarse sus recuerdos de Leonor, para lo cual utilizan nepenthe, una droga mencionada en la Odisea de Homero para inducir el olvido.







"El Cuervo"
Edgar Allan Poe




Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.


Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.


Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente -me dije-, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!


De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
no serás un cobarde.
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”


Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de “Nunca, nunca más.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: “Nunca más,”



En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”



“¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”



“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

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