En el folclore inglés, la Reina Mab (Queen Mab) es un hada. Fue memorablemente descrita en un discurso en Romeo y Julieta, en la cual ella es una criatura en miniatura que conduce su carro a través de las caras de personas durmientes y les obliga a soñar y a cumplir sus deseos. Ruben Darío es otro de los autores que hace referencia a ella, y que tiene una fuerte influencia de Garcilaso, el cual de manera inconsciente también habló de ella.
En la edición de Azul de Guatemala, nota XIV, Darío escribió: "La reina Mab es una de las creaciones de la mitología inglesa. Es la reina de los sueños. Shakespeare se refiere a ella, por boca de Mercutio, en la escena IV del acto I de Romeo y Julieta... Shelley escribió uno de sus mejores poemas titulado 'La reina Mab'. Mi cuento... ha tenido mejor suerte que todos sus hermanos. El insigne poeta y alabado artista catalán Apeles Mestres lo ilustró con tres admirables rasgos de su brillante lápiz, los que, como todo lo que autoriza su firma tienen el sello de su ingenio poderoso". "En 'El velo de la reina Mab' —dice Darío en la Historia de mis libros— mi imaginación encontró asunto apropiado. El deslumbramiento shakespeareano me poseyó y realicé por primera vez el poema en prosa. Más que en ninguna de mis tentativas, en ésta perseguí el ritmo y la sonoridad verbales, la transposición musical, hasta entonces —es un hecho reconocido— desconocida en la prosa castellana, pues las cadencias de algunos clásicos son, en sus desenvueltos periodos, otra cosa."
La reina Mab es el hada de los sueños y también de las pesadillas. Cada noche se monta en su carruaje y su cochero, el Mosco de Traje Gris, la conduce por las camas de la gente y recorre sus sueños y, también, sus pesadillas. Ruth Kaufman ofrece a los lectores una adaptación de un poema de la escena IV del acto I de Romeo y Julieta del ilustre William Shakespeare, ilustrada por Cristian Turdera. Una propuesta simplificada en comparación con el original que permitirá a los lectores conocer a esta reina, un hada del folclore inglés, y que es también la reina de la magia y la hechicería. Pertenece a la corte de invierno y en el folklore inglés es la reina de todas las hadas. Se le conoce porque dicen que ella hace nudos en los cabellos y roba niños humanos, dejando en su lugar a elfos pequeños.
“La Reina Mab” quien se le conoce como la comadrona de las Hadas, sin embargo, no son bebés lo que trae al mundo, son sueños que cobran vida con su presencia. Pero cuidado, porque normalmente hay que pagar un alto precio para que esos sueños se hagan realidad.
El cuento de Rubén Darío, “El Velo de la Reina Mab”, es una crítica al mundo utilitarista que se apoderaba de latinoamérica, donde empezaba el desarrollo capitalista y como consecuencia todo tendría que tener un valor económico, incluyendo el arte, por lo tanto éste tendría que tener su precio monetario más que estilístico, lo que desata una revolución por parte de los artistas en contra de etiquetar las expresiones de arte con un valor de intercambio capitalista. En consecuencia los autores del arte deciden aislarlo de la realidad mundana e idear una forma en que únicamente las elites intelectuales pudieran acceder a él, es así que el modernismo literario se transforma en ermitaño y su acceso es limitado. La estrategia utilizada por Rubén Darío y demás autores, es escribir con un lenguaje demasiado culto e inaccesible para el vulgo iletrado.
El aislamiento de la literatura entonces empieza su recorrido, y dicha característica se puede notar en “El Velo de la Reina Mab”, el cual se ha escrito con lenguaje culto y grandilocuente donde las elites serían las privilegiadas y tendrían acceso al contenido sin quedar en el limbo de la ignorancia y del no entendimiento del texto, y así el arte sería apreciado por su valor estilístico y no por el valor monetario que representara.
“La reina Mab, en su carro hecho de una sola perla, tirado por cuatro coleópteros de petos dorados y alas de pedrería...”
En la frase anterior se puede evidenciar el uso de palabras muy poco usadas para significar cosas más simples, como es el uso de coleópteros en vez de escarabajo, o cualquier otro tipo de insecto que pertenezca a dicha familia, lo que hace necesario un diccionario para comprender que quiere decir el autor, o por el contrario tener bastos conocimientos sobre distintos temas. Pero no sólo es el uso de términos poco usados o pertenecientes a ciencias en particular, sino que Rubpen Darío también recurre al uso de temas históricos y mitológicos de difícil acceso a personas iletradas o poco estudiadas, y en el cuento se puede ver la recurrencia a ciertos temas que sólo una elite intelectual podría entender.
“y amo los desnudos en que la ninfa huye y el fauno tiende los brazos. ¡Oh Fidias! Tú eres para mí soberbio y augusto como un semi-dios, en el recinto de la eterna belleza, rey ante un ejército de hermosuras que a tus ojos arrojan el magnífico chitón, mostrando la esplendidez de la forma, en sus cuerpos de rosa y de nieve.”
Así mismo el cuento recurre al uso de figura literarias como la metáfora y la analogía, que vuelven a significar cosas mundanas con un aire culto y poco descifrable para el público común.
“...y suena el golpe armónico como un verso, y te adula la cigarra, amante del sol, oculta entre los pámpanos de la viña virgen.”
“He pedido a las campiñas sus colores, sus matices; he adulado a la luz como a una amada, y la he abrazado como a una querida. He sido adorador del desnudo, con sus magnificencias, con los tonos de sus carnaciones y con sus fugaces medias tintas.”
Estas referencias al arte, a la historia y a la mitología, adornadas con metáforas y palabras grandilocuentes, parecen lograr el objetivo de aislar las artes del mundo utilitarista, de sumir dichas cuestiones en una sola frase “el arte por el arte”, y llevarlo a un estado que tanto para Rubén Darío como para el resto de modernistas, es mucho más importante y enajenado de la realidad consumista que se apodera de latinomérica en aquella época.
Sin embargo el autor llega más allá, no sólo se queda en su conocimiento basto y vocabulario rebuscado y culto, sino que crítica al capitalismo y su intrusión en las artes, y se puede evidenciar en el cuento cuando por medio de cuatros hombres representa las creaciones artísticas, un pintor, un escultor, un músico y un escritor, que se encuentran sumidos en tristeza por que sus creaciones no valen más que monetariamente, se le está dando valor comercial a sus obras y esto hace que se degraden, que no se aprecie como en realidad debería hacerse.
A cada uno se le dio dondes especiales que en una realidad capitalista no se aprecian, y que ha ojos del consumista serían un capricho más. Así se puede evidenciar en el siguiente fragmento del cuento.
“¡Ah, pero siempre el terrible desencanto! ¡El porvenir! ¡Vender una Cleopatra en dos pesetas para poder almorzar!
¡Y yo, que podría en el estremecimiento de mi inspiración, trazar el gran cuadro que tengo aquí adentro...!”
Rubén Darío también ve a la sociedad capitalista como la perdición del artista, que se undirá en la miseria porque sus trabajos no se aprecian, entonces no serán comercializados:
“Yo escribiría algo inmortal; mas me abruma un porvenir de miseria y de hambre...”
En esa simple frase refleja la preocupación del artista, que ve en su porvenir el acabose y la degradación de su obra.
En el cuento, hay un personaje importante, la Reina Mab, ella viene siendo la representación del capitalismo, al igual que las hadas que repartieron oro y riquezas a unos pocos. La reina es en sí el espíritu capitalista que se encuentra con el arte, que se presenta como un ser que comprende las tristezas de los artistas, pero que al final los cubre con un velo mágico que los sumerge en alegría, los llena de esperanza con “el diablillo de la vanidad”, tal como lo dice el texto. Los artistas entonces caen en las manos vanas del capitalismo y segados bajo el velo de la reina Mab, adquieren una felicidad aparente que desvanece sus miserias.
“porque penetró en su pecho la esperanza, y en su cabeza el sol alegre, con el diablillo de la vanidad, que consuela en sus profundas decepciones a los pobres artistas...”
“Y desde entonces, en las buhardillas de los brillantes infelices, donde flota el sueño azul, se piensa en el porvenir como en la aurora, y se oyen risas que quitan la tristeza, y se bailan extrañas farándolas alrededor de un blanco Apolo, de un lindo paisaje, de un violín viejo, de un amarillento manuscrito.”
Así ve la realidad capitalista el autor, como un monstruo devorador de arte, que convierte todo en beneficio vano y sin placer emocional o intelectual, todo tiene precio incluyendo las expresiones artísticas que aún nacidas de la inspiración tienden a degradarse con el uso del dinero, y no puede haber mejor evidencia de esto que el final de la narración, donde los artistas cegados por el velo capitalista, son felices ignorando la magnificencia de su arte.
Shakespeare también se ocupó, y de qué manera, de la reina Mab. Uno de los personajes más fascinantes de Romeo y Julieta es Mercucio, pariente del príncipe de Verona y amigo íntimo de Romeo, inteligente, audaz, alegre, Mercutio siempre tiene algo que decir y alguien de quien burlarse o reírse; con Romeo y con Benvolio van los tres a una fiesta en la casa de los Capuletos, antes de ingresar Mercurio haciendo mofa del amor de Romeo por el amor nos recuerda a la reina Mab, personaje legendario de los cuentos de hadas en la literatura inglesa.
"El Velo de la Reina Mab"
Rubén Darío
La reina Mab, en su carro hecho de una sola perla, tirado por cuatro coleópteros de petos dorados y alas de pedrería, caminando sobre un rayo de sol, se coló por la ventana de una buhardilla donde estaban cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes, lamentándose como unos desdichados.
Por aquel tiempo, las hadas habían repartido sus dones a los mortales. A unos habían dado las varitas misteriosas que llenan de oro las pesadas cajas del comercio; a otros unas espigas maravillosas que al desgranarlas colmaban las trojes de riqueza; a otros unos cristales que hacían ver en el riñón de la madre tierra, oro y piedras preciosas; a quiénes cabelleras espesas y músculos de Goliat, y mazas enormes para machacar el hierro encendido; y a quiénes talones fuertes y piernas ágiles para montar en las rápidas caballerías que se beben el viento y que tienen las crines en la carrera.
Los cuatro hombres se quejaban. Al uno le había tocado en suerte una cantera, al otro el iris, al otro el ritmo, al otro el cielo azul.
La reina Mab oyó sus palabras. Decía el primero:
-¡Y bien! ¡Heme aquí en la gran lucha de mis sueños de mármol! Yo he arrancado el bloque y tengo el cincel. Todos tenéis, unos el oro, otros la armonía, otros la luz; yo pienso en la blanca y divina Venus que muestra su desnudez bajo el plafond color de cielo. Yo quiero dar a la masa la línea y la hermosura plástica; y que circule por las venas de la estatua una sangre incolora como la de los dioses. Yo tengo el espíritu de Grecia en el cerebro, y amo los desnudos en que la ninfa huye y el fauno tiende los brazos. ¡Oh Fidias! Tú eres para mí soberbio y augusto como un semi-dios, en el recinto de la eterna belleza, rey ante un ejército de hermosuras que a tus ojos arrojan el magnífico chitón, mostrando la esplendidez de la forma, en sus cuerpos de rosa y de nieve. Tú golpeas, hieres y domas el mármol, y suena el golpe armónico como un verso, y te adula la cigarra, amante del sol, oculta entre los pámpanos de la viña virgen. Para ti son los Apolos rubios y luminosos, las Minervas severas y soberanas. Tú, como un mago, conviertes la roca en simulacro y el colmillo del elefante en copa del festín. Y al ver tu grandeza siento el martirio de mi pequeñez. Porque pasaron los tiempos gloriosos. Porque tiemblo ante las miradas de hoy. Porque contemplo el ideal inmenso y las fuerzas exhaustas. Porque a medida que cincelo el bloque me ataraza el desaliento.
Y decía el otro:
-Lo que es hoy romperé mis pinceles. ¿Para qué quiero el iris, y esta gran paleta del campo florido, si a la postre mi cuadro no será admitido en el salón? ¿Qué abordaré? He recorrido todas las escuelas, todas las inspiraciones artísticas. He pintado el torso de Diana y el rostro de la Madona. He pedido a las campiñas sus colores, sus matices; he adulado a la luz como a una amada, y la he abrazado como a una querida. He sido adorador del desnudo, con sus magnificencias, con los tonos de sus carnaciones y con sus fugaces medias tintas. He trazado en mis lienzos los nimbos de los santos y las alas de los querubines. ¡Ah, pero siempre el terrible desencanto! ¡El porvenir! ¡Vender una Cleopatra en dos pesetas para poder almorzar!
¡Y yo, que podría en el estremecimiento de mi inspiración, trazar el gran cuadro que tengo aquí adentro…!
Y decía el otro:
-Perdida mi alma en la gran ilusión de mis sinfonías, temo todas las decepciones. Yo escucho todas las armonías, desde la lira de Terpandro hasta las fantasías orquestales de Wagner. Mis ideales, brillan en medio de mis audacias de inspirado. Yo tengo la percepción del filósofo que oyó la música de los astros. Todos los ruidos pueden aprisionarse, todos los ecos son susceptibles de combinaciones. Todo cabe en la línea de mis escalas cromáticas.
La luz vibrante es himno, y la melodía de la selva halla un eco en mi corazón. Desde el ruido de la tempestad hasta el canto del pájaro, todo se confunde y enlaza en la infinita cadencia. Entre tanto, no diviso sino la muchedumbre que befa y la celda del manicomio.
Y el último:
-Todos bebemos del agua clara de la fuente de Jonia. Pero el ideal flota en el azul; y para que los espíritus gocen de su luz suprema, es preciso que asciendan. Yo tengo el verso que es de miel y el que es de oro, y el que es de hierro candente. Yo soy el ánfora del celeste perfume: tengo el amor. Paloma, estrella, nido, lirio, vosotros conocéis mi morada. Para los vuelos inconmensurables tengo alas de águila que parten a golpes mágicos el huracán. Y para hallar consonantes, los busco en dos bocas que se juntan; y estalla el beso, y escribo la estrofa, y entonces si veis mi alma, conoceréis a mi Musa. Amo las epopeyas, porque de ellas brota el soplo heroico que agita las banderas que ondean sobre las lanzas y los penachos que tiemblan sobre los cascos; los cantos líricos, porque hablan de las diosas y de los amores; y las églogas, porque son olorosas a verbena y a tomillo, y al sano aliento del buey coronado de rosas. Yo escribiría algo inmortal; mas me abruma un porvenir de miseria y de hambre…
Entonces la reina Mab, del fondo de su carro hecho de una sola perla, tomó un velo azul, casi impalpable, como formado de suspiros, o de miradas de ángeles rubios y pensativos. Y aquel velo era el velo de los sueños, de los dulces sueños que hacen ver la vida de color de rosa. Y con él envolvió a los cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes. Los cuales cesaron de estar tristes, porque penetró en su pecho la esperanza, y en su cabeza el sol alegre, con el diablillo de la vanidad, que consuela en sus profundas decepciones a los pobres artistas.
Y desde entonces, en las buhardillas de los brillantes infelices, donde flota el sueño azul, se piensa en el porvenir como en la aurora, y se oyen risas que quitan la tristeza, y se bailan extrañas farándolas alrededor de un blanco Apolo, de un lindo paisaje, de un violín viejo, de un amarillento manuscrito.
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