Julio Ramón Ribeyro Zúñiga (Santa Beatriz, Lima, 31 de agosto de 1929 - Lima, 4 de diciembre de 1994) fue un escritor peruano, considerado uno de los mejores cuentistas de la literatura latinoamericana. Es una figura destacada de la Generación del 50 de su país, a la que también pertenecen narradores como Mario Vargas Llosa, Enrique Congrains Martin y Carlos Eduardo Zavaleta. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, alemán, italiano, holandés y polaco. Aunque el mayor volumen de su obra lo constituye su cuentística, también destacó en otros géneros: novela, ensayo, teatro, diario y aforismo. En el año de 1994 (antes de su defunción) ganó el reconocido Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
Julio Ramón Ribeyro nació a las 19 horas, en Santa Beatriz (Cercado de Lima), el 31 de agosto de 1929. Hijo de Julio Ramón Ribeyro Bonello (trabajó en la Casa Ferreyros) y Mercedes Zúñiga Rabines (secretaria bilingüe en el Banco Perú y Londres), fue el tercero de cuatro hermanos (Juan Antonio, Mercedes y Josefina "Chamina"). Su familia era de clase media, pero en generaciones anteriores había pertenecido a la clase alta, pues entre sus ancestros se contaban personajes ilustres de la cultura y la política peruana, de tendencia conservadora y civilista.1? En su niñez vivió en Santa Beatriz,(Lima) un barrio de clase media limeño y luego se mudó a Miraflores, residiendo en el barrio de Santa Cruz, aledaño a la huaca Pucllana. Su educación escolar la recibió en el Colegio Champagnat de Miraflores. La muerte de su padre (fallecido de tuberculosis) lo afectó mucho y complicó la situación económica de su familia.
Posteriormente, estudió Letras y Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú, entre los años 1946 y 1952, donde coincidió con Pablo Macera, Alberto Escobar y Luis Felipe Angell "Sofocleto", entre otros jóvenes con intereses intelectuales y artísticos. Inició su carrera como escritor con el cuento La vida gris que publicó en la revista Correo Bolivariano, en 1949. En 1953 ganó una beca de periodismo otorgado por el Instituto de Cultura Hispánica, que le permitió viajar a España.
Viajó en barco a Barcelona el 20 de octubre, en el Américo Vespucci, llegando a Barcelona el 14 de noviembre, y de ahí pasó a Madrid, donde permaneció un año e hizo estudios en la Universidad Complutense de dicha ciudad. También escribió algunos cuentos y artículos.
Al culminarse su beca en 1953, viajó a París, residiendo en el Barrio Latino, para preparar una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona. Por entonces escribió su primer libro Los gallinazos sin plumas, una colección de cuentos de temática urbana, considerado como uno de sus más logrados escritos narrativos. Pero abandonó los estudios y permaneció en Europa realizando trabajos eventuales, alternando su estancia en Francia con breves temporadas en Alemania y Bélgica. Fue así que entre 1955 y 1956 estuvo en Múnich, con una beca por un año, donde escribió su primera novela, Crónica de San Gabriel. Regresó a París (1956) y luego viajó a Amberes en 1957, donde trabajó en una fábrica de productos fotográficos. En 1958, regresó a Alemania y permaneció un tiempo en Berlín, Hamburgo y Fráncfort del Meno. Durante su estadía europea tuvo que realizar muchos oficios para sobrevivir, como reciclador de periódicos, conserje, cargador de bultos en el metro, vendedor de productos de imprenta, etc.
Regresó a Lima en 1958. Trabajó como profesor en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho, a cuya solicitud se dedicó a la creación de un Instituto de Cultura Popular, en 1959. En 1960 publicó su novela Crónica de San Gabriel, que le hizo merecedor del Premio Nacional de Novela de ese año.
En 1961, volvió a París, donde trabajó como periodista durante diez años, en la Agencia France Press. Asimismo, fue agregado cultural en la embajada peruana en París, desempeñando igualmente como consultor cultural y embajador del Perú ante la Unesco.
Se casó con Alida Cordero y tuvieron un único hijo. En 1973, se operó por primera vez de un cáncer pulmonar, provocado por su adicción al cigarrillo, y a raíz de lo cual recibió un largo tratamiento. Inspirado en esta experiencia, escribió un libro titulado Solo para fumadores.
En 1983, recibió el Premio Nacional de Literatura, y diez años después, el Nacional de Cultura.
Generoso con sus amigos y con escritores jóvenes, Ribeyro nunca tuvo enemigos y fue siempre muy valorado por sus contemporáneos. Luego de ser confirmado como embajador ante Unesco a finales de los años 1980, tuvo un intercambio verbal muy áspero con su compatriota y amigo Mario Vargas Llosa, a raíz de la discusión desatada en el Perú en torno a la proyectada estatización de la banca del primer gobierno de Alan García, que dividió a la opinión pública del país. Ribeyro criticó a Mario que apoyara a los sectores conservadores de su país, oponiéndose así, según él, a la irrupción de las clases populares. Vargas Llosa no dejó pasar la oportunidad de responderle en sus memorias El pez en el agua (1993), señalándole su falta de coherencia, que lo llevaba a mostrarse servil con cada gobierno de turno solo con el fin de mantener su cargo diplomático en la Unesco. Sin embargo, al margen de este episodio, Vargas Llosa ha alabado incesantemente la obra literaria de Ribeyro, a quien considera como uno de los grandes narradores de habla hispana. La relación entre ambos autores, que compartieron piso en París, fue por lo demás compleja y llena de misterios.
Sus últimos años los pasó viajando entre Europa y el Perú. En el último año de su vida había decidido radicar definitivamente en su patria. Ribeyro falleció el 4 de diciembre de 1994, en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (Surquillo) días después de obtener el Premio de Literatura Juan Rulfo. Fue enterrado en el Cementerio Jardines de la Paz (La Molina) y en su epitafio se puede leer: «La única manera de continuar en vida es manteniendo templada la cuerda de nuestro espíritu, tenso el arco, apuntando hacia el futuro».
Su primer cuento, «La vida gris», publicado en 1949, apareció en la Revista Correo Bolivariano. Es la historia de un hombre que llevaba una vida gris sin altas ni bajas, como señala al final del cuento: «Fue una vida inútil, rotunda, implacablemente inútil». Es el primero de una serie de seis cuentos olvidados, que el autor publicó en diversos periódicos hasta 1953, pero que después no los tomaría en cuenta para posteriores recopilaciones. Son relatos fantásticos, bajo el influjo de Kafka.
Entre 1955 y 1992 escribió nueve libros de cuentos, que concentran lo mejor de su producción. Entre sus cuentos más célebres figuran «Los gallinazos sin plumas», «La insignia», «Al pie del acantilado», «Alienación», «Los cautivos», «El doblaje» y «Silvio en El Rosedal». El conjunto de esta obra lo reunió en el libro La palabra del mudo, publicado por primera vez en 1974 y que fue ampliando a lo largo de su carrera, hasta pocos años antes de su muerte, llegando a sumar 87 cuentos en total. Su último cuento es el titulado «Surf», de carácter autobiográfico, que dejó inédito, con fecha de 26 de julio de 1994, 5 meses antes de su muerte.
Tras su fallecimiento, se hicieron más ediciones de La palabra del mudo. La última es la de la Editorial Seix-Barral, en dos volúmenes para el Perú (2009) y uno para España (2010),5? que abarca la totalidad de los cuentos publicados por el autor bajo el formato de libro, a lo que los editores sumaron los 6 cuentos olvidados («La vida gris», «La huella», «El cuarto sin numerar», «La careta», «La encrucijada» y «El caudillo»), 3 desconocidos («Los huaqueros», «El Abominable» y «Juegos en la infancia») y un inédito («Surf»).
Su cuento emblemático, es, sin duda, «Los gallinazos sin plumas», narración descarnada sobre la vida en una barriada de Lima, que tiene como protagonistas a dos niños que recolectan desperdicios en los muladares, obligados por un abuelo desalmado.
Otro de sus cuentos más representativos es «Alienación», en el que se narra la vida de Roberto, un muchacho afroperuano, cuyo único objetivo es convertirse en un blanco americano de los Estados Unidos y conquistar a la hermosa Queca. Este cuento fue traducido al inglés con el título de «Alienation», en la antología BEINGS: Contemporary Peruvian Short Stories, Berforts Press, Londres, 2014.
Sobre su obra cuentística, Ribeyro dice lo siguiente:
"Cuentos, espejo de mi vida, pero también reflejo del mundo que me tocó vivir, en especial el de mi infancia y juventud, que intenté captar y representar en lo que a mi juicio, y acuerdo con mi propia sensibilidad, lo merecía: oscuros habitantes limeños y sus ilusiones frustradas, escenas de la vida familiar, Miraflores, el mar y los arenales, combates perdidos, militares, borrachines, escritores, hacendados, matones y maleantes, locos, putas, profesores, burócratas, Tarma y Huamanga, pero también Europa y mis pensiones y viajes y algunas historias salidas solamente de mi fantasía a eso se reducen mis cuentos, al menos por sus ternas o personajes. Que ellos —mis cuentos — tan variados y dispares, fragmentos de mi vida y del mundo como lo vi, puedan sumados adquirir cierta unidad y proponer una visión orgánica, coherente, personal de la realidad, es algo que no podría afirmar. Y que tampoco me preocupa demasiado. Así como tampoco me preocupa que mis cuentos no reflejen las mutaciones sufridas por el Perú en los últimos veinte años."
Con sus obras, aparecidas a partir de la década de 1950, el Realismo Urbano llega a su desarrollo pleno en el Perú, y se abre camino para las obras de los autores del boom latinoamericano como Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique. Ribeyro, sin embargo, prefirió vivir alejado del denominado Boom.
Narrados con un estilo sencillo e irónico, los personajes de sus historias, pertenecientes por lo general a la clase media establecida o la clase baja ascendente, frecuentemente se encuentran ante situaciones de quiebre y fracaso, usualmente ante pequeñas tragedias personales o cotidianas que se articulan con los discursos en constante pugna: el racismo, los rezagos de una Lima colonial anquilosada, la migración campo-ciudad; así como sentimientos personales como la soledad y el fracaso.
La crítica lo integra en la trilogía más importante de los cuentistas hispanoamericanos junto a Julio Cortázar y Jorge Luis Borges.
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