lunes, 16 de diciembre de 2019

De lo que Contó el Dr. Gunter en el California Café


"De lo que contó el Dr. Gunter en el California Café"
    Héctor Darío Vico


El famoso astrofísico, Oscar Gunter, hombre de sólido conocimiento científico y  una de las mentes más lúcidas de este siglo, siempre tiene problemas al momento de explicar cómo desarrolló su célebre teoría de los universos paralelos y de cómo fue que se le ocurrió. 

Al enfrentarse a esta pregunta generalmente comenta que recuerda todo: el momento, las circunstancias, los lugares pero, dice,  hubo un instante en que todo desapareció y quedó simplemente la teoría tal como se la conoce hoy. Para aclarar aún más lo sucedido suele referirse a una situación similar acontecida a Einstein cuando a bordo del metro de la ciudad suiza de Berna, vio alejarse la torre del reloj y fue allí que comprendió la relación de la velocidad de la luz y el espacio, es decir los fundamentos de la teoría de la relatividad.

Al pedírsele detalles, cuenta que estando en el California Café, en Palo Alto, cerca de la universidad de Stanford, bebiendo un simple refresco antes de su hora de cátedra, se encontraba pensando en la posibilidad de que existieran universos paralelos muy próximos a nosotros y, a pesar de ello, invisibles. Una derivación quizá, especula,  de la teoría de las cuerdas: universos separados por un velo o membrana muy delgada, que se tocan pero sin tener conciencia uno de otro, salvo en la teoría.
Recuerda también que le vino a la mente una creencia de los indios mapuches del sur de América que al referirse a las estrellas dicen que son una especie de agujeros por donde bajaron todas las cosas que forman nuestro mundo. Esas estrellas son  los lugares por donde pueden verse los otros universos, aquellos desde dónde llegaron los animales, las plantas y los hombres.




Siempre con esta vieja leyenda en mente, cuenta que terminado su refresco, subió a su automóvil para recorrer los casi 40 kilómetros hasta Stanford y dice, con algo de vergüenza, que lo último que recuerda es haber tomado la University Avenue y el gran cartel que más adelante indica la salida hacia San Francisco. Ignora todavía hoy, como llegó al Campus de Stanford pero si, y lo tiene muy fresco, es que al momento de estacionar ya no tenía dudas: los universos paralelos existen. 
Gunter no está siendo del todo sincero, la explicación que brinda es una verdad a medias. Convivimos con mundos paralelos pero no todos accedemos a ellos. Este tipo de afirmaciones solamente las hace en el seno de una muy secreta cofradía de científicos de Stanford que, luego de sus cátedras, reunidos en el California Café, se dedican a explorar aspectos poco desarrollados de la astrofísica que, en muchos casos para el lego, suelen confundirse con la ciencia ficción.
La mayoría de esas charlas, que ocurrieron mientras degustaban exquisitos manjares regados  con incontables botellas del mejor Pinot Noir del valle de Santa Clara,  y  que llegaron luego a la literatura fantástica, merced a su originalidad y exactitud, se transformaron después en célebres obras. Tal es el caso del cuento “Exilio” de Edmond Hamilton, quién a través de su personaje Carrick relata como a partir de su imaginación creativa creo un mundo paralelo en el que luego acabó viviendo. También se especula, aunque nunca pudo saberse la verdad, que el matemático y escritor británico  Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por su seudónimo Lewis Carroll plasmó en su célebre libro “Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, su teoría de que este mundo es una ilusión y que el verdadero universo es el del conejo blanco, el gato de Cheshire y la Reina de Corazones. En este sentido, el más emblemático autor de ciencia ficción Philip K. Dick, deja a lo largo de toda su obra una reseña de las conversaciones de estos catedráticos cuando especula en sus novelas y relatos acerca de la frágil naturaleza de la realidad que percibimos. Un caso parecido se dio también con Aldous Huxley en su obra “Un mundo feliz” en dónde cuenta que la sociedad del futuro será mecanizada y fría, precaria en valores y sentimientos.


Lo que a continuación se relata son los hechos tal cual acontecieron el día en que el Dr. Gunter dio a conocer a sus colegas su experiencia respecto de los universos paralelos. 
  Todo ocurrió de la siguiente manera.
Un día cualquiera, no importa cual, al terminar sus clases y casi por instinto desanduvo los 40 kilómetros desde la universidad hasta el California Café y llegó puntualmente al habitual almuerzo con sus colegas. 
Cuando se sentó a la mesa, Ralph Cárdenas se explayaba acerca de las últimas especulaciones sobre el movimiento del tiempo. Ralph decía:
  —Acaba de surgir una nueva posibilidad o mejor dicho un nuevo enfoque sobre los universos paralelos.
  — ¿A qué te refieres Ralph? — preguntó  Scott Sólomon, que sentado a su lado luchaba con el caparazón de una langosta.
  —Estuve leyendo el trabajo de Julian Barbour, Tim Koslowski y Flavio Mercati. Plantean algo muy interesante. Dicen que es muy probable que existan universos conectados y opuestos.
  — ¿Opuestos? — terció Tobías Steiger, sentado frente a él.
  —Opuestos en relación al eje del tiempo, es decir, en un universo el tiempo avanzaría tal como lo percibimos nosotros pero en otro, en cambio, y siempre desde nuestra perspectiva, el tiempo retrocedería. ¿Qué te parece Gunter?, estás muy callado.
  —Sumamente interesante –dijo lacónicamente.
  —Es verdad aunque lamentablemente son todas especulaciones, empíricamente aún no pudimos demostrar nada. Es una lástima.
  —Te equivocas Ralph —agregó Gunter de manera tajante.
  —¿A qué te refieres?—pregunto Cárdenas desconcertado y algo molesto por el comentario.
  —Lo que acabas de comentar está mucho más allá de ser solamente una especulación. Te diría que es una realidad.
  —Explícate por favor. Según entiendo estás queriendo decir que conoces a alguien que comprobó que existen otros universos —preguntó Scott con un tono entre fastidioso y burlón.
  —Precisamente eso—respondió Gunter.
  —¿Nos dirás quién es el afortunado? —intervino nuevamente Ralph
  —Yo mismo — dijo Gunter.


La carcajada fue general. Algo así como un sentimiento de alivio recorrió la mesa
  —Por un momento pensamos que hablabas en serio  dijo Steiger.
  —Es que hablo seriamente. No estoy bromeando — respondió secamente Oscar.
Las sonrisas desaparecieron.
  —No somos ingenuos, Oscar. Esta vez te estás excediendo con tu broma—replicó Steiger evidentemente exasperado por los dichos de su colega.
  Gunter miró a todos con gesto grave como para que no quedaran dudas que decía la verdad. Tranquilamente pero en un tono que dejaba a las claras que no admitía interrupciones, dijo:
  —Desde hace ya bastante tiempo quería hablarles de una experiencia que tuve pero no tenía el valor. Temía que pensaran que mi salud mental estaba alterada, pero hoy al escuchar el tema que trataban me decidí. Fortuitamente hice ese descubrimiento pero ya no soporto mantenerlo en secreto solo para mí. Sí, es verdad, yo conozco otro universo.


Tres pares de ojos desmesuradamente abiertos se enfocaron en él. La expresión de incredulidad de sus amigos le indicó que debería explicar todo inmediatamente a riesgo de terminar internado en algún loquero.
Aspiró profundamente y prosiguió:
  —Ocurrió en las proximidades de la central atómica de Palo Alto. Fue como un parpadeo. Por un instante, muy breve, todo desapareció. La oscuridad me rodeó pero inmediatamente volvió la luz. En un principio no noté nada, todo parecía normal, no obstante al tiempo advertí cambios sutiles, casi imperceptibles y al centrar mi atención en algunos detalles llegué a la conclusión de la que les estoy comentando. 
  —¿Nos puedes contar sobre algunos de esos cambios?, interrumpió Cárdenas.
  —Desde luego. Fueron alteraciones en el patrón de conducta de las personas. Se me hizo evidente el estado de alienación de la gente. Noté que todo el mundo vivía pendiente de sus teléfonos celulares. Casi nadie hablaba, solo interactuaban con sus móviles. Se enviaban millones de mensajes de textos por hora en todo el mundo. Eso llevó a que se alteraran  las reglas de ortografía y el lenguaje se transformó en una jerga ininteligible por el afán de que esa comunicación virtual fuera lo más rápida posible. Vi que en las reuniones de dos o más personas todos estaban pendientes de los mensajes que llegaban a sus adminículos pero nadie mantenía una conversación ni se miraba a la cara. El aislamiento pasó a ser el patrón de conducta de los individuos. También pude ver que en la televisión solamente se difundían contenidos chabacanos y se mostraba a la mujer como un objeto. Me llamó la atención un programa del canal local, que con el formato de un certamen de danza, se mostraban mujeres jóvenes con poca ropa y se simulaban peleas del elenco con el simple propósito de ganar audiencia. Esas situaciones eran luego motivo de discusiones en todos los ámbitos de la ciudad. Se hablaba del programa en las oficinas, en las reparticiones gubernamentales, en los noticieros y periódicos. En todos lados se debatía sobre la suerte que correría cada participante. 


Ante mí se abrió un mundo casi desconocido. Se educaba para la ignorancia con la finalidad de poder sojuzgar a la población con mayor facilidad. Los medios de comunicación estaban al servicio del poder de turno, desinformando y generando opiniones funcionales a los gobiernos. Diariamente los titulares mostraban atentados terroristas en todo el mundo, muchos de ellos cometidos por grupos radicalizados financiados por las mismas potencias atacadas y otros eran cometidos por los mismos gobiernos víctimas del terrorismo con la intención de incrementar los controles y la vigilancia de los habitantes tal como lo contaba George Orwell en 1984. Se acuño una expresión para definir estos falsos atentados, se decía que eran ataques de falsa bandera.  La diferencia entre las clases sociales era abismal. Los ricos hacían ostentación de su riqueza y los pobres eran cada vez más pobres en un mundo que tenía superproducción de alimentos pero que a la mitad de sus  habitantes no le llegaba la comida. Se inventaban las guerras bajo pretextos humanistas pero que en realidad eran producto de las ambiciones de poder y riqueza de los países centrales. Ese salto a otro universo me reveló un mundo atroz.

  —Suerte que pudiste regresar— dijo Steiger.
  —Ese es el punto mi amigo, dijo con pesadumbre  Gunter, nunca pude volver.

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