El breve relato «La Voz» (1953), escrito por Robert Sheckley y recogido en su primera recopilación de relatos: es un verdadero ejercicio de metafísica, una visión absolutamente insólita de la condición del mundo y de la propia persona; con este relato, Sheckley se adelantaba a ciertas propuestas literarias que llegarían y no precisamente del campo de la ciencia ficción bastantes años más tarde de la mano de celebrados autores franceses. Robert Sheckley irrumpió en ese mundo literario en 1952 en la revista “Imagination”. Desde muy pronto se hizo un nombre con sus relatos imaginativos, inteligentes y llenos de un humor muy peculiar. Alex Abramovich y Jonathan Lethem han recopilado varios cuentos que escribió entre 1953 y 1969 en el libro “Store of the Worlds. The Stories of Robert Sheckley” publicado por New York Review Books.
La estructura de los cuentos de Sheckley es inmediatamente reconocible. Comienza planteando un escenario en el que predominan la extrañeza y lo surreal. En “La séptima víctima”, uno de sus relatos más conocidos, nos presenta una sociedad en la que, para evitar las guerras al tiempo que permite que el instinto de agresividad siga vivo, se deja que las personas voluntariamente se apunten a ser asesinos. A cada asesino se le asigna una víctima y tiene un tiempo determinado para matarla, si es que la víctima no le mata antes. La condición es que el asesino tiene que aceptar representar a continuación el papel de víctima. En “Caliente”, Anders, el protagonista, de repente oye una voz dentro de su cabeza que le pide ayuda y le hace ver el mundo de una manera diferente. Otro de sus cuentos más conocidos, “Peregrinaje a la Tierra” comienza de la siguiente manera:
“Alfred Simon había nacido en Kazanga IV, un pequeño planeta agrícola cerca de Arturo, y allí conducía una cosechadora por los campos de trigo, y en las noches largas y silenciosas escuchaba canciones de amor grabadas de la Tierra.
La vida era lo suficientemente agradable en Kazanga y las chicas tenían pechos grandes, eran alegres, francas y condescendientes, buenas compañeras para una caminata por las montañas o una nadada en el arroyo, compañeras incondicionales para la vida. Pero románticas, ¡nunca! Se podía tener mucha diversión en Kazanga, de una manera alegre y abierta. Pero no había más que diversión.
Simon sentía que algo faltaba en esta existencia insípida. Un día descubrió lo que era.”
Escribir el inicio de un relato de una manera que suscite la curiosidad del lector y le lleve a seguir leyendo es un arte que no todos dominan. Sheckley lo borda.
Sus cuentos tienen una estructura muy reconocible y que casi sigue al pie de la letra lo que decía Vladimir Propp sobre la estructura de los cuentos tradicionales. Los primeros párrafos nos presentan un mundo atípico y un problema a resolver. El resto del cuento se centra en ver cómo los protagonistas se enfrentan al problema.
En “Forma”, unos seres que se caracterizan porque pueden cambiar a placer sus formas corporales,- aunque siempre dentro de las que tienen disponibles en función de su casta-, viajan a un planeta con la misión de colocar un Desplazador en un reactor nuclear para crear un portal que permita la invasión del planeta. La cuestión es que ésta es la 21ª misión que se envía. Las anteriores 20 desaparecieron sin dejar rastro. ¿Habrá más éxito en esta ocasión o la misión sucumbirá a lo que quiera que les ocurriera a las precedentes?
En “Protección” un hombre es salvado de ser atropellado por un camión, gracias a una voz que le previene. Su salvador es un derg, cuya vocación es salvar a otras criaturas en peligro. El protagonista acepta que el derg se convierta en su protector y a partir de ahí empieza a recibir mensajes de alerta continuos. Un avión se va a estrellar en Birmania dentro de dos semanas; aunque el protagonista viva en Nueva York y nunca haya salido de EEUU, es preciso que lo sepa, porque hay un 0,000001% de probabilidades de que viaje en ese avión. El derg se convierte así en un fastidio continuo, pero pronto el protagonista descubrirá que ése no es el mayor de sus problemas…
En “La mañana después”, Piersen ha tenido la madre de todas las resacas y amanece en una extraña selva, en la que todos los animales y las plantas parecen empeñadas en matarle. Mientras lucha por sobrevivir, intenta recordar qué sucedió la noche anterior que le llevó a terminar en ese extraño lugar.
Los cuentos de Sheckley tienen un humor muy inteligente y cínico, que en ocasiones rozan lo macabro. En “El contable” una familia respetable de brujos se enfrenta al desafío de su hijo que, en lugar de aprenderse los sortilegios, quiere convertirse en contable y se pasa el día estudiando actuarios. El padre invoca al demonio Boarbas para que convenza a su hijo y éste invoca a un contable para que le proteja.
Consideremos el breve relato «La voz» (1953), recogido en su primera recopilación de relatos: es un verdadero ejercicio de metafísica, una visión absolutamente insólita de la condición del mundo y de la propia persona; con este relato, Sheckley se adelantaba a ciertas propuestas literarias que llegarían y no precisamente del campo de la ciencia ficción bastantes años más tarde de la mano de celebrados autores franceses. Y un tercer punto muy a considerar: como tantos otros autores de los años cincuenta, Sheckley produjo algunos relatos sobre visiones paranoicas del mundo y la sociedad, lo que le une a Fredric Brown, a Philip K. Dick que había empezado a publicar el mismo año que Sheckley, y a otros ilustres o no tan ilustres autores de esos años: Galouye, Sturgeon, Gold, Budrys… Este tema, la locura como estado consciente de la sociedad, el mundo como manicomio o como generador de locos, es común a muchos autores, y está presente casi exclusivamente en la década de 1950 la supuesta «década anodina e insustancial» en la vida americana del siglo veinte. Así pues, el que tantos autores de ciencia ficción un género supuestamente trivial en aquella época escribieran tantos relatos describiendo estados paranoicos y visiones de sociedades manicomiales, como lo es de manera significativa el de Sheckley «La academia» (1954), debería ser analizado de una vez por todas: creo que es uno de los grandes estudios pendientes dentro de la ciencia ficción del siglo veinte.
Los críticos dicen que lo mejor de la producción de Sheckley se concentró en los años 1952-57. Después de entonces comenzó a repetirse, pero cada vez con menor calidad, y no fue capaz de renovarse como lo hicieron otros autores de la época. No conozco lo suficiente de su obra como para saber si esto es cierto, pero sí que he apreciado que los cuatro últimos cuentos del volumen, que pertenecen a la década de los sesenta, son más flojos que los precedentes. El formato y la estructura son los habituales, pero falla la magia y hasta el humor parece un poco más pedestre. Aun así, merece la pena leer a Sheckley y recomiendo vivamente esta antología.
Fuente:
https://abcblogs.abc.es/bukubuku/literatura/los-cuentos-de-robert-sheckley.html