viernes, 5 de septiembre de 2025

La Perfeccionista

La Perfeccionista (The Perfectionist) es un relato de terror de la escritora norteamericana Margaret St. Clair (1911-1995), publicado originalmente en la edición de mayo de 1946 de la revista Mystery Book Magazine, y luego reeditado por Alfred Hitchcock en la antología de 1957: Historias que no me dejarían hacer en televisión (Stories They Wouldn't Let Me Do on TV).

La perfeccionista, uno de los grandes cuentos de Margaret St. Clair, relata la historia de la tía Muriel, una anciana dulce, sentimental, pero obsesionada con pintar cuadros realistas. Para eso necesita que sus modelos se queden quietos, muy quietos.

La perfeccionista de Margaret St. Clair nos introduce en la casa de la tía Muriel, una anciana dulce y afectuosa que solo sueña con pintar cuadros realistas. Para eso, por supuesto, necesita que sus modelos se mantengan quietos, tal es así que su deseo de verosimilitud artística conduce a una espantosa ola de crímenes.

¿Quién hubiera pensado que esta simpática anciana sería una presencia temible, una asesina acechando pacientemente en su casa, esperando el momento justo para atacar? Ciertamente no el narrador de la historia, Charles, sobrino de la tía Muriel, cuya delicada situación económica lo lleva a viajar al pueblo de Downie para pasar un tiempo trabajando para la anciana, cuidarla y hacerle compañía.

En los últimos años, la tía Muriel se ha vuelto aficionada al dibujo. Es una artista dedicada, obsesiva, perfeccionista, que dibuja sus modelos hasta el agotamiento. Pronto descubre que, para que sus obras sean perfectas, sus modelos también deben permanecer inalterables: no marchitarse, en el caso de sus flores y plantas, y no moverse, como el inquieto Teddy, el perro de la casa. Por supuesto, lograr que un modelo vivo permanezca totalmente inmóvil durante largas horas, incluso días, es sumamente difícil. Poco a poco, Charles comienza a percibir ciertas rarezas en el comportamiento de su tía.

De alguna manera, todos los deseos de la tía Muriel en relación a sus modelos parecen hacerse realidad como si la suerte lo quisiera: manzanas y árboles se preservan milagrosamente; un pez es inmovilizado al congelar el agua de su pecera; Teddy, el inquieto perro de la casa, muere misteriosamente y es embalsamado. A media que las preferencias y temas artísticos de la tía Muriel se vuelven más y más complejos, Charles, su sobrino, comienza a sospechar lo peor: la tía Muriel quiere pintarlo.

Margaret St. Clair hace un trabajo formidable en La perfeccionista. Cada crimen de la anciana es precedido por pequeños actos de bondad. Por ejemplo, antes de envenenar al perro para poder pintarlo [Teddy sencillamente se rehusa a quedarse quieto], la tía le compra algunos huesos de juguete para que el animal sea feliz en sus últimos momentos. Uniendo estos puntos, Charles percibe que la tía Muriel lo asesinará [no con maldad, sino con pesar, incluso con profundo dolor, del mismo modo en que mató al pez y al perro] cuando ella le propone prestarle dinero para que empiece su propio negocio de jardinería y finalmente pueda casarse con la chica que le gusta, Virginia. Ese es su hueso de juguete.

La perfeccionista de Margaret St. Clair es un relato lleno de presagios, quizás demasiados, tantos que el lector rápidamente puede captar hacia dónde se dirige la historia, y hasta anticipar el final. Sin embargo, lo interesante aquí es el recorrido de esta mujer que se dedica al arte y siente que debe lograr una interpretación perfecta de sus temas, incluidos la fruta, un árbol, un pez y su perro mascota, sin mencionar a Charles. La tía Muriel, no obstante, no es una mujer maligna; es sentimental, de buen corazón, generosa hasta el extremo. El punto de apoyo para su vena homicida es la impaciencia del artista, en este caso, oculta bajo el velo de este pequeño pasatiempo que, a la vista de los demás, parece perfectamente inofensivo.

De este modo, Margaret St. Clair evita los lugares comunes del género, los cuales seguramente habrían perfilado a una anciana diabólica, nunca a esta dulce mujer mayor capaz de reconciliar los buenos sentimientos con sus impulsos homicidas. A propósito, La perfeccionista fue el primer relato publicado por Margaret St. Clair; el cual daría inicio a un verdadero reinado de veinte años en el ámbito del pulp. Después de 1962, Margaret St. Clair solo publicó esporádicamente algunos cuentos y novelas. Sus últimos años dieron un cambio notable desde la ciencia ficción a historias relacionadas con la Wicca, un movimiento religioso pagano en el que ella y su esposo se iniciaron en 1966, llegando a conocer personalmente a su fundador, Gerald Gardner.