El Merodeador en la Ciudad al Borde del Mundo es un relato de ciencia ficción del escritor estadounidense Harlan Ellison , publicado por primera vez en su antología de 1967 Dangerous Visions . Fue concebido como una continuación de un relato de Robert Bloch , « Un juguete para Juliette », que también aparece en la antología.
Se trata de la continuación, dentro de la antología Visiones peligrosas, del relato de Robert Bloch Un juguete para Juliette. Sin embargo, aunque empieza donde Bloch pusiera el punto final a la suya, la historia de Ellison puede ser leía de manera totalmente independiente, aparte de desarrollar un estilo, expresión e intenciones totalmente distintas a las del relato inspirador. Un asesino psicópata del siglo XIX es secuestrado y transportado al futuro, reclamado por una sociedad decadente y estilizada a un tiempo, ávida de sensaciones nuevas que experimentar. Sus secuestradores han decidido implantarse en su cabeza para experimentar subjetivamente los horrendos crímenes que el asesino ha realizado (realizará) en el pasado.
Sin embargo, algo sale mal: el asesino escapa al control mental de sus captores e inicia una violenta masacre en la estilizada ciudad del futuro, desmembrando ciudadanos y coleccionando corazones.
La ambición y la complejidad estilística del relato de Ellison es muy superior al sencillo cuento de Bloch, que a su lado parece casi tradicional.
Ellison trata de construir un estudio sobre el mal en el individuo y en la sociedad, comparando la mente enferma del psicópata con las motivaciones sádicas de la ciudad del futuro que imagina. En el proceso, toca puntos realmente interesantes y los giros argumentales efectivamente propician cierta perspectiva desde la que se realiza una prospectiva de nuestra sociedad actual.
Podía haber sido mejor pulido, quizás; tal vez algunos aspectos hubieran merecido mayor atención una vez que se han planteado premisas tan interesantes; pero en cualquier caso, es una narración notable que trata de escapar de los epígonos del género, algo que Ellison deseaba ofrecer con su antología.
Es un relato amargo, en el que Jack descubre que le han traído sólo para experimentar de forma vicaria sus pensamientos y sensaciones en el acto del asesinato, y en el que Jack, paradójicamente, descubre su propia soledad, desesperación e inutilidad de lo que suponía una misión divina y que queda reducida al absurdo.
Se trata de un cuento con una rara perspicacia psicológica, y mientras el género ha repetido hasta la saciedad la figura del asesino psicópata, nunca después se ha llegado tan lejos en este intento de entender (que no justificar) lo que pasa en la mente del asesino y, sobre todo, la actitud de un público que, en el fondo, siente una extraña atracción por los actos del Destripador.
Ellison, en ocasiones, tiene unos manierismos que pueden resultar cargantes. Sin embargo, es un autor que asume riesgos y que plantea recursos estilísticos propios suficientes y únicos como para hacer que sus relatos (apenas ha escrito novelas) en primer lugar no dejen indiferente, y en segundo, resulten experiencias que ningún otro puede transmitir. Incluso en sus peores relatos, Ellison pone valores y recursos redimentes. Algo que no es habitual.