Hanns Heinz Ewers (3 de noviembre de 1871 en Düsseldorf - 12 de junio de 1943 en Berlín) fue un actor, poeta, filósofo y escritor alemán, conocido especialmente por varias novelas y relatos. Aunque escribió obras de una amplia variedad de géneros, es conocido principalmente por sus relatos de terror, especialmente por su trilogía de novelas sobre las aventuras de Frank Braun, un personaje en el que se inspiró a partir de sí mismo. La más conocida de ellas es la segunda novela, Alraune (Mandrágora) (1911).
Hanns Heinz Ewers nació en Düsseldorf en 1871 en una familia acomodada de artistas, y según él mismo fue un niño travieso, transgresor e insensato que trataba continuamente de poner a prueba sus límites. Solía firmar su correspondencia con seudónimos del tipo "Su querida ovejita carnívora."
Hans Heinz Ewers comenzó a escribir poesía con 17 años. El primero de sus poemas publicados fue un obituario dedicado al emperador Federico III de Alemania.
Ewers consiguió su Abitur en marzo de 1891. Entonces se presentó voluntario en el ejército y se unió al Kaiser-Alexander-Gardegrenadier-Regiment No. 1, pero fue licenciado 44 días después debido a su miopía. La carrera literaria de Ewers comenzó con un volumen de versos satíricos, título Un libro de fábulas, publicado en 1901. Ese mismo año colaboró con Ernst von Wolzogen en la creación de un teatro literario de vaudeville antes de formar su propia compañía teatral, con la que viajó por Europa Central y Oriental antes de que los gastos y la interferencia constante de los censores le llevaran a abandonar la compañía. Un gran viajero, Ewers estaba en Sudamérica cuando estalló la Primera Guerra Mundial y se trasladó a Nueva York, donde continuó escribiendo y publicando.
La reputación de Ewers como actor y escritor alemán lo convirtieron en un portavoz natural a favor del Imperio Alemán para tratar de impedir que los Estados Unidos intervinieran en la guerra como aliados de Gran Bretaña. Ewers recorrió ciudades con gran presencia de inmigrantes alemanes y recogió fondos y donaciones para la Cruz Roja de Alemania.
Durante este período estuvo envuelto en el Stegler Affair. Varias compañías navieras estadounidenses que simpatizaban con los británicos, ayudaban a identificar a los pasajeros alemanes o de ascendencia alemana que viajaban a Alemania para unirse al ejército del kaiser. Muchos fueron arrestados e internados en campos de prisioneros por la Royal Navy; finalmente los voluntarios alemanes de Estados Unidos recurrieron al uso de pasaportes falsos para llegar a Europa sin problemas. Ewers fue implicado en la trama de falsificación de pasaportes por uno de los participantes, Richard Stegler.
Después de que los Estados Unidos entraran en la Primera Guerra Mundial, Ewers fue arrestado en 1918 acusado de ser un "propagandista activo", y los servicios de espionaje de Francia y Gran Bretaña demostraron que era un agente alemán. Presentaron evidencias de sus viajes a España en 1915 y 1916 con un nombre falso utilizando un pasaporte suizo. Posteriormente se encontró en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania un documento que indicaba que Ewers pudo haber viajado a México, quizás con la intención de animar a Pancho Villa a que atacara a los Estados Unidos durante la guerra, limitando su poder militar.
Ewers se asoció con George Sylvester Viereck, hijo de una inmigrante alemana y de Louis Sylvester Viereck, supuesto hijo ilegítimo de la familia Hohenzollern.
Las actividades de Ewers como "enemigo extranjero" en Nueva York fueron documentadas por J. Christoph Amberger en la revista histórica Einst & Jetzt (1991). A partir de varios registros e informes, Amberger demuestra que Ewers viajó a Estados Unidos en compañía de "Grethe Ewers," que es identificada como su esposa, y se indica un posterior divorcio. La identidad de esta mujer indocumentada nunca ha sido establecida y no aparece en la mayoría de las biografías del autor.
Como ciudadano alemán Ewers fue enviado a un campo de internamiento en Fort Oglethorpe, Georgia. Nunca fue juzgado y fue liberado en 1921, regresando a Alemania.
La primera novela de Ewers Der Zauberlehrling (El aprendiz de brujo) fue publicada en 1910, y su traducción al inglés fue publicada en Estados Unidos en 1927. En ella presenta al personaje de Frank Braun, y sus intentos de influenciar a un pequeño culto de cristianos evangélicos de un pueblo en las montañas de Italia para obtener ganancias financieras con resultados horripilantes que como Ewers escritor, historiador, filósofo y viajero con una moralidad muy influenciada por Nietzsche.habria desarrollado cabalmente.
A esta novela la siguió en 1911 Alraune, una revisión del mito de Frankenstein y del mito medieval de la mandrágora, en la que Frank Braun colabora con el Dr. Bronken para crear un homúnculo femenino o un androide orgánico, inseminando a una prostituta con el semen de un asesino ahorcado. El resultado es una joven sin moral, que comete numerosos actos monstruosos. Alraune fue influenciada por las ideas del movimiento eugenésico, especialmente el libro Degeneración de Max Nordau. En general Alraune ha recibido buenas críticas de los historiadores de la literatura de terror, Mary Ellen Snodgrass describe la novela como "la obra maestra decadente de Ewers," Brian Stableford afirma que Alraune "merece reconocimiento como la más extrema de las historias de "femme fatale". y E.F. Bleiler afirma que las escenas de Alraune ambientadas en el mundo clandestino de Berlín son las mejores partes de la novela. Fue adaptada al cine en varias ocasiones, siendo la más reciente la versión de 1952 dirigida por Arthur Maria Rabenalt con Hildegard Knef y Erich von Stroheim.
Bleiler afirma que tanto El aprendiz de brujo como Alraune destacan por la emoción provocada por el autor y que la escritura de Ewers es muy efectiva. Sin embargo, Ewers también critica que la obra de Ewers "está marcada por molesta pretenciosidad, vulgaridad y la personalidad desagradable del autor."
La tercera novela de la trilogía es Vampyr, escrita en 1921, y que trata sobre la transformación de Frank Braun en un vampiro, que se alimenta de su amante judía.
Otra novela Der Geisterseher (El vidente fantasmal) (1922), es una continuación de la novela de Friedrich Schiller del mismo nombre; obtuvo muy malas críticas.
Ewers también escribió numerosos relatos cortos, como los de Nachtmahr (Pesadilla) relacionados principalmente con la pornografía, la afición sanguinaria, torturas y ejecuciones. Entre sus historias destacan La araña (1915) una historia de magia negra; Sangre, sobre duelos con cuchillos hasta la muerte; y La ejecución de Damiens, una historia sobre la ejecución de Robert-François Damiens, un criminal francés del siglo XVIII que alcanzó cierta notoriedad por su violencia.
Ewers también publicó varias obras de teatro, poemas, cuentos de hadas, libretos de ópera y ensayos críticos. Entre ellos se encuentra Die Ameisen, traducido al inglés como El pueblo hormiga, Indiend und ich una historia sobre sus viajes a la India y un ensayo crítico de 1916 sobre Edgar Allan Poe, con el que a menudo ha sido comparado. De hecho, actualmente Ewers todavía es considerado con un autor importante en la evolución de la literatura de terror, influenciado por escritores como H. P. Lovecraft y Guy Endore. Varios ocultistas también han sido influenciados por su obra, debido a su amistad y correspondencia con Aleister Crowley. Ewers también tradujo la obra de varios escritores franceses al alemán, sobre todo la obra de Auguste Villiers de l'Isle-Adam.
Ewers también editó Galerie der Phantasten, una antología de literatura fantástica y de terror en ocho volúmenes, con la obra de Edgar Allan Poe, E. T. A. Hoffmann, Oskar Panizza, Honoré de Balzac, Alfred Kubin, Karl Hans Strobl, Gustavo Adolfo Bécquer y el propio Ewers.
Ewers fue uno de los primeros críticos en reconocer el cine como una forma legítima de arte y escribió los guiones de numerosas películas, destacando El estudiante de Praga (1913), una revisión del mito de Fausto que también incluye la primera interpretación en un papel doble de un actor en la pantalla.
Horst Wessel, miembro de la misma fraternidad estudiantil que Ewers y que posteriormente se uniría al partido nazi, actuó como extra en la versión de 1926 de El estudiante de Praga, cuyo guion también escribió Ewers. Más tarde Adolf Hitler le encargaría a Ewers que escribiera una biografía de Wessel (Einer von vielen) que también se adaptaría al cine. La novela biográfica de Wessel fue muy criticada por destacar sus vicios.
Para los aficionados incondicionales al género de terror, a la literatura de atmósferas siniestras, enigmáticas y macabras, el autor alemán Hanns Heinz Ewers (1871-1943) es un maestro oculto, casi clandestino, ya que a su nombre se le ha puesto el marchamo de «políticamente incorrecto» y ha ido a engrosar la lista de autores malditos. Después de la Segunda Guerra Mundial, Ewers, por su colaboración con los nazis, cayó en un olvido forzado; con esos antecedentes a nadie le interesaba reeditar a un autor que se había comprometido con la ideología hitleriana, que incluso había intentado escribir la novela nazi por antonomasia, Horst Wessel. Un destino alemán, ¡por sugerencia del Führer en persona! Novela, por lo demás, que sería prohibida nada más iniciarse el Tercer Reich. Pero el manto de silencio que cayó sobre este autor no implicó que se le ignorara en círculos intelectuales, aficionados o no al género que cultivaba con predilección, pues queda claro que se le siguió leyendo, y así sabemos que otros autores se han inspirado en Ewers, o le han imitado, por supuesto que obviando mencionarle, como Hermann Hesse, Hermann Broch o Dürrenmatt; en Estados Unidos, su influencia en la literatura de terror es incuestionable, avalado por el gran maestro del género H.P. Lovecraft, quien, en su obra El horror sobrenatural en la literatura, destacaba a Ewers como el representante en Alemania del género de terror, con sus novelas El aprendiz de brujo o La mandrágora, y cuentos como La araña, que contienen cualidades que los elevan a un nivel de clásicos. Elogiaba, asimismo, su capacidad para introducir en sus oscuras concepciones un profundo conocimiento de la psicología moderna.
Recordemos que antes de la Segunda Guerra Mundial, Ewers era uno de los escritores más famosos en Alemania, llegó a ser, incluso, el más traducido a otras lenguas. Su gran éxito de público vino acompañado de polémicas y escándalos, con numerosos defensores y detractores. Su novela La mandrágora supuso un triunfo internacional, de ella existen varias versiones cinematográficas, y se tradujo de inmediato a más de veinte idiomas. Pero su pertenencia al partido nazi ha sido decisiva para frenar su difusión, como le ha ocurrido a otro escritor del mismo género, al austríaco Karl Hans Strobl, amigo de Ewers y autor de títulos tan sugerentes como Lemuria o Eleagabal Kuperus, y que junto con Gustav Meyrink formaron la vanguardia de la literatura fantástica y de terror europea. Son los legítimos continuadores del «Romanticismo negro», tal y como quedó definido por Mario Praz en su obra memorable La carne, la morte e il diavolo nella letteratura romántica, y que también encontraría una correspondencia en el mundo del arte, baste con mencionar a Alfred Kubin, Max Klinger, Bruycker, Arnold Böcklin, Félicien Rops, Odilon Redon, ]ames Ensor o Edvard Munch.
Se han escrito varias biografías de Hanns Heinz Ewers, la más completa de ellas, que supera las 500 páginas, se debe a Wilfried Kugel, y lleva el significativo título Der Unverantwortliche [El irresponsable], de modo que se conocen con bastante detalle las vicisitudes de su vida; una vida, por lo demás, con frecuencia vivida al límite, en continuo contacto con las corrientes intelectuales y existenciales de su tiempo. Sus ideas son un fiel reflejo del siglo en que vivió, y se puede decir que, en virtud de su curiosidad intelectual, nos permiten adentrarnos en los sustratos culturales de un periodo dramático de la historia europea, pero también enormemente fructífero en los terrenos literario, filosófico y estético.
Duelista estudiantil, anarquista stirneriano, decadente, trotamundos, doctor en Derecho, espía alemán en Estados Unidos, novelista, escritor de cuentos infantiles, ensayista, traductor, autor teatral, editor, cineasta, drogadicto, nazi y paria, la biografía de Ewers no tiene desperdicio, y sería cometer una injusticia querer juzgar su obra desde la perspectiva de sus últimos diez años, o caer en el gran pecado de nuestra época: las grandes simplificaciones. Que su obra era incompatible con el canon nacionalsocialista es algo que quedó demostrado por la prohibición de publicar que le impuso el régimen, así como por la prohibición de que se reeditaran casi todas sus obras, dejándole sin ningún medio para ganarse la vida, y eso a una edad avanzada y enfermo. Pero un hombre como Ewers, lleno de contradicciones, capaz de fascinar y de repugnar a sus coetáneos, nos puede servir para comprender mejor la sociedad de su época y los impulsos que la motivaron.
Nació en Düsseldorf, en 1871; su padre era un pintor de género y de motivos históricos; su madre, una mujer de fuerte personalidad y de carácter dominante, también con ambiciones literarias y artísticas. Ella fue la que educó a Ewers en una atmósfera bohemia y ajena a cualquier índole de religiosidad: sus ideas se movían dentro de un panteísmo difuso. Su influencia en Hanns Heinz fue considerable, y ya adulto su hijo le escribía casi todos los días. Le dedicó un cuento titulado “Mi madre: la bruja”, ya que la familia estaba convencida de que poseía poderes paranormales. El padre de Ewers murió en 1885 dejando graves problemas financieros.
Su infancia fue difícil, tuvo numerosos problemas en la escuela, de la que fue expulsado varias veces. No obstante, a los dieciséis años leía, con su hermano Edward, todo lo que se le venía a las manos, se interesaba mucho por la literatura inglesa y por la española, pero sus grandes héroes filosóficos eran Spinoza, Nietzsche y Stirner, sobre todo la obra de este último, El único y su propiedad, marcó su personalidad y su actitud ante la vida. Si en un principio se mostraba apenado por no poder creer en un Dios, Stirner le confirmó en su actitud desafiante ante la moral convencional burguesa. En sus diarios leemos una declaración que es puramente stirneriana:
«Qué me importa a mí la moral. Soy un ser humano, tan bueno y tan malo como vosotros, y no puedo soportar ninguna moral. Afirmo que mis fechorías, que vosotros condenáis mil veces, no son ningún pecado, ¡yo soy mi propio juez y no hay ningún ser humano por encima de mí! ¡Tampoco ningún dios! Reconozco tan poco a una autoridad celestial, como a una terrenal […] Me someto a los estúpidos órdenes del mundo porque veo que de otro modo no puedo alcanzar nada, pero realmente no me gusta en absoluto. Eso a menudo me quita hasta tal punto la respiración que tengo la sensación de asfixiarme».
Su consumo excesivo de alcohol se convirtió en un problema grave y en su diario llegó a confesar su intención de suicidarse. Sus primeros poemas datan del año 1889, dedicados a Bismarck y al Káiser. Acabada su formación escolar, quedó eximido del servicio militar por corto de vista. En 1891 se matricula en la Universidad de Berlín para estudiar Derecho, más por presión familiar que por interés propio; aunque ya escribía, aún no se sentía lo suficientemente maduro como para poder vivir de la pluma. Entró en la fraternidad estudiantil Normannia, donde se emborracha, se endeuda, se mete en numerosos líos de faldas, frecuenta los burdeles de la ciudad, tiene varios duelos que le dejan cicatrices en la cara, una de ellas de cierta gravedad. Pero en 1892 es expulsado de la fraternidad por una cuestión de honor referida a un duelo, y se verá obligado a cambiar de universidad. Su vida, no obstante, sigue igual, pasa más tiempo viajando, bebiendo y en duelos que en las aulas de la universidad, este es el comienzo de su intranquilidad y nomadismo, la necesidad de estar en continuo movimiento, de experimentar cosas nuevas. Sus fracasos académicos los intenta paliar con cambios sucesivos de universidad. Otro rasgo que se impone en el carácter de Ewers es el empleo de máscaras, comportamientos que no iban con su naturaleza, para impresionar a los demás. Sobre todo adopta una actitud esnob y cínica que no siempre cae bien en su entorno.
Pese a su vida disipada, logró aprobar el primer examen de Estado y entró como practicante en un juzgado para seguir la carrera judicial, pero el juez se quedó espantado por la irresponsabilidad y el descuido de su practicante. Ebrio con frecuencia, manifestaba ideas incompatibles con la profesión que pretendía seguir y desatendía sus obligaciones. En 1895, por ejemplo, fue condenado a prisión Oscar Wilde, a quien Ewers admiraba sin reservas. Esto le sirvió de pretexto para rechazar el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Su elitismo intelectual no admitía que el genio pudiera quedar sometido a un tribunal por sus crímenes como cualquier otro mortal. Esta actitud la plasmaría en cuentos como C.3.3. y Los señores juristas. Ya que como prácticamente no daba un palo al agua, durante este periodo dispuso de tiempo de sobra para leer a Baudelaire, Gautier, Verlaine, Maupassant, D’Annunzio; profundizó en la filosofía y la mística y mostró un gran interés por la psicología y las ciencias ocultas.
En aquellos años se había puesto de moda el espiritismo, y Ewers también mostró curiosidad por el fenómeno, así que ingresó en la Sociedad Psicológica, según declaración propia, para investigar las manifestaciones espiritistas. Al poco tiempo se comprobó que Ewers poseía unas facultades mediáticas extraordinarias, con él las sesiones resultaban inusualmente fructíferas: la mesa se movía, el espíritu se tornaba de lo más locuaz, y el médium incluso entraba en trances espectaculares. Pero no tardó en descubrirse que todo era una pose de Ewers, así que en 1896 se le expulsó de la Sociedad por haber roto su palabra de honor de que no cometería fraude alguno. Ewers aseguró que nunca había hecho tal promesa, el asunto subió de tono, se hizo eco la prensa de ello, y Ewers retó a duelo a tres miembros del consejo de la Sociedad. El desafío trascendió y como el duelo estaba prohibido por la ley, Ewers fue condenado a cinco semanas de prisión militar.
A todo esto se añadieron otros escándalos, sobre todo de faldas, entre ellos una relación con la hija del presidente del Senado prusiano. Su carrera de jurista se quedó en el alero. En 1897 el ministerio de justicia prusiano le comunicó que prefería renunciar a sus servicios, así que fue despedido del servicio estatal. Sin saber qué hacer, en 1898 opta por matricularse en la Universidad de Leipzig, donde realiza el doctorado y aprueba con una de las notas más bajas. Su tesis doctoral versó sobra la impugnación del testamento, y desde ese momento su tarjeta rezaba Dr. Iuris Hanns Heinz Ewers. En Leipzig, y como consecuencia de una relación con una mujer llamada Katharina Kreis, tuvo a su único hijo, una niña con el nombre de Viktoria Kreis, cuya existencia conoció años después de su nacimiento.
Por fin decide dedicarse plenamente a la literatura. En 1898 publica un primer volumen de poesías. Entre 1898 y 1899 viaja a Italia, Inglaterra, Holanda y a otros países europeos. Stirner y Nietzsche siguen siendo sus ídolos, lo que se refleja en sus colaboraciones en varias revistas de filosofía y literatura. En 1900, Ewers menciona como sus modelos literarios a Poe, Heine, E.T.A. Hoffmann, Huysmans, D’Annunzio, Jan Toorop, Rudnicki, Maeterlinck y Strindberg.
Colabora en la publicación Der arme Teufel (El pobre diablo), de la corriente stirneriana del anarquismo individualista. Es redactor jefe de la revista Der Kunsgfreund. Se declara neorromántico, esto es, recurre a temas del romanticismo alemán, al elemento fantástico y maravilloso, y lo fusiona con modernas corrientes francesas, como el simbolismo y el impresionismo. En este periodo firma con frecuencia con el seudónimo «nazi», que en aquella época no tenía ninguna connotación política, significaba algo así como «tipo con agallas», «filibustero», «mujeriego». Colabora, asimismo, en la revista Der Eigene, en alusión a la obra de Stirner Der Einzige und sein Eigentum (El único y su propiedad), donde defiende la emancipación individualista, incluso en el terreno sexual, lo cual le acarreará una multa por impudicia en sus escritos.
La situación de Ewers en su ciudad natal se vuelve insostenible, los escándalos se suceden: líos de faldas, borracheras, declaraciones anarquistas, defensa de la emancipación sexual. Así que se ve obligado a abandonar la ciudad. No obstante, en 1901, a sus 30 años, ya ha adquirido cierta fama en Alemania y puede vivir de su oficio de escritor, y esta vez su fama se funda primordialmente en su talento literario y no en su vida escandalosa. En el mismo año 1901 contrae matrimonio con la joven pintora e ilustradora Caroline Wunderwald, hija del propietario de una fábrica, y comienza a publicar sus colecciones de relatos y cuentos. También inicia sus incursiones en el teatro y escribe cuentos para niños.
En esos años son frecuentes sus viajes a la isla de Capri, lugar de recreo de la alta sociedad, donde se practica una amplia tolerancia sexual, por lo que acuden notorios homosexuales. Ewers era amigo de Magnus Hirschfeld, sexólogo, fundador y director del Instituto de Sexología entre 1919 y 1933, y compartía su opinión de que la homosexualidad no era ni un delito ni una enfermedad, sino una inclinación innata. En algunos de sus relatos Ewers se ocupa del problema homosexual. Por este motivo, llegó a correr el rumor de que él mismo era homosexual, pero, salvo la especulación de alguna experiencia aislada, no hay ninguna prueba fehaciente de ello, antes al contrario, era lo que los americanos llaman un «womanizer», un mujeriego empedernido. En Capri se dedicaba también al nudismo, todo esto formaba parte de una moda seudopagana que englobaba el culto al cuerpo. Pese a su matrimonio y a su estabilidad profesional, su consumo de alcohol sigue siendo excesivo, sobre todo de absenta, y fuma unos 60 cigarrillos al día. En Capri, además, comienza a experimentar con drogas, y allí, inspirado por las Flores del Mal de Baudelaire, concibió el plan de escribir un libro, del que existe un fragmento manuscrito, con la descripción de los efectos producidos por las distintas sustancias alucinógenas. Quería titularlo Rausch und Kunst (Embriaguez y arte). A lo largo de su vida Ewers probó de todo, desde opio hasta peyote. Curiosamente, sería Ernst Jünger quien escribiera el libro que Ewers tenía en mente. De este periodo data su traducción de las obras completas de Théophile Gautier, que se publicaron en 1903.
En 1904 Ewers volvió a endeudarse por el alto tren de vida que llevaba y, lo poco que conseguía rascar de un lado o de otro, lo perdía en el juego. En consecuencia, se vio obligado a hacer los trabajos más inopinados para subsistir, entre ellos la actualización, para la Universidad de Berlín, de la tabla de todos los ejércitos y flotas de los Estados del mundo. Tras muchos esfuerzos, logró reunir el dinero necesario para emprender uno de sus largos viajes, en compañía de su mujer y de un amigo pintor. Visitó España, y queda constancia de su estancia en Sevilla, Granada y Cádiz, donde se inspiró para escribir varios cuentos. Asistió a las corridas de toros, que él consideraba un espectáculo cruel y bárbaro, pero en sus sucesivos viajes a España nunca desaprovechó una ocasión para presenciarlas, y en Alemania alardeaba de ser un experto en la materia. En Granada escribió un sugerente ensayo sobre su ídolo Edgar Allan Poe.
En sus viajes toma conciencia de pertenecer a una «Kulturnation», ve con una mezcla de envidia y admiración cómo los ingleses han logrado forjar un imperio colonial, y lamenta el pobre papel que desempeña Alemania en el mundo. De este periodo surge su idea de una nación cultural germano-judía, inspirada en Nietzsche y en Max Ferdinand Sebaldt. Esta actitud filosemita le acompañará a lo largo de toda su vida. A su regreso a Alemania se dedica a dar lecturas públicas y conferencias.
En 1906 viaja al Caribe y a América Central, recorre México. Se interesa por todas las manifestaciones culturales y religiosas que se salen de criterios civilizados, por ejemplo por el culto vudú. También viajará a la India y recorrerá el sur de los Estados Unidos. En algunos de sus textos comienzan a aflorar ideas racistas, sobre todo referidas a la raza negra. En 1912 se declarará abiertamente contra la igualdad de las razas y considerará la germánica como una raza superior. Sus experiencias durante estos periplos las contará en sus amenos libros de viajes.
En 1908 su pasión viajera le llevará a Portugal, África, Brasil y Argentina. 1908 es un año importante porque se publica su enigmático cuento “La araña”, que alcanzó un gran éxito internacional: muchos lectores se pusieron en contacto con el autor intrigados por el significado de la historia. En el lago de Garda escribe su novela Der Zauberlehrling oder die Teufelsjäger [El aprendiz de brujo o los cazadores de demonios], inspirada en unos hechos reales acontecidos en un pueblo de las montañas suizas, Wildisbuch, entre los años 1817 y 1823; lo que muchos críticos tildaron de una fantasía perversa, se basaba en hechos reales. En la novela se realiza un estudio psicológico magistral de un fenómeno de histerismo de masas. Los ingredientes: fanatismo, demagogia, poder, satanismo y sadismo se conjugan para crear una atmósfera irrespirable en lo que puede entenderse como la inversión de un Auto-Sacramental.
En ese periodo comienza a interesarse por el satanismo y, percibiendo un interés creciente en la sociedad alemana por estos temas, realiza una gira de conferencias sobre la «Religión de Satán», con un enorme éxito de público, sobre el que llegó a informar la prensa. Concluía la conferencia recitando el Prometeo de Goethe y los Himnos a Satán de Carducci. Para estas conferencias Ewers se basó fundamentalmente en el libro La sinagoga de Satán, del escritor y crítico literario polaco Stanislav Przybyszewski, que escribió muchas de sus obras en alemán. Este autor, hoy injustamente olvidado, también cultivó la novela, género en el que destacó con obras como Hijos de Satán o El grito. Traduciría al polaco varios libros de Ewers.
En 1908 viaja a la India en compañía de su mujer, quizá en un intento por superar la crisis en que se encontraba su matrimonio y que auguraba su ruptura. Dos años después, en 1910, le toca el turno a Australia, las Islas del Pacífico y Asia oriental. A su regreso imparte numerosas conferencias por toda Alemania y su fama se sigue incrementando.
En 1911 se entera de que tiene una hija, y en 1912, tras diferencias insalvables, se divorcia de su mujer, a quien tendrá que apoyar económicamente hasta el final de su vida. Se publica su novela La mandrágora, un éxito de ventas inmediato, que hasta el año 1928 alcanzó un volumen de ventas de 400.000 ejemplares, y es muy probable que entre sus lectores se encontrara Adolf Hitler. La novela se inspira en el cuento romántico de Tieck La montaña de las runas, pero también introduce elementos de ciencia ficción y una crítica de la sociedad de su tiempo. El autor se muestra, además, como un perfecto conocedor de los mitos más oscuros de la humanidad, así como de las más diversas metamorfosis del mal. En esta obra se vale de los nuevos conocimientos de patología sexual de Krafft-Ebing, de los estudios de Cesare Lombroso sobre «la donna delincuente», y de los delirios misóginos de Otto Weininger, y tampoco desprecia recurrir al arsenal de tópicos de la literatura sensacionalista, con fantasías sexuales masculinas más o menos explícitas.
A partir de 1913 se interesa seriamente por el cine y planea varios guiones. Pero en realidad hizo historia cinematográfica escribiendo el guión de El estudiante de Praga y dirigiendo la película junto con el director danés Stellan Rye. Hoy se considera la primera película de autor. Se rodó en el casco antiguo de Praga, lo que le da una atmósfera muy peculiar, y ha obtenido el rango de un clásico.
El 3 de mayo de 1914 Ewers abandonó Alemania con la intención de recorrer una vez más Sudamérica. Tras pasar por Brasil, Argentina y Uruguay, llegó a Punta Arenas y, desde allí, navegó a Perú. Precisamente se encontraba en el consulado alemán en Lima cuando se recibió el cable con la noticia del asesinato del pretendiente austriaco en Sarajevo. A través de Costa Rica, Jamaica y Cuba, llegó a Nueva York. Desde allí intentó regresar de inmediato a Alemania, pero no pudo, ya que los vapores alemanes, ante la incógnita de lo que podía ocurrirles en alta mar, permanecieron en el puerto. Así que tuvo que quedarse en Nueva York, y sus intentos de regresar fracasaron definitivamente por la declaración de guerra de Alemania a Rusia. Uno de los barcos en los que pudo salir se vio obligado a volver cuando ya se hallaba en pleno Atlántico, por miedo a ser detenidos por la flota británica. Hubo quien después le reprochó que no regresara para luchar en el frente, pero a la edad de 43 años, e inútil para el servicio militar por su vista defectuosa, difícilmente hubiera servido de algo en Alemania. Su patriotismo alemán, sin embargo, no le dejó quedarse al margen del conflicto. Se puso al servicio de la propaganda alemana en Estados Unidos y trabajó incansablemente por influir en la opinión pública americana. En Estados Unidos gozaba de cierta popularidad por algunas obras suyas traducidas y por sus conferencias. Allí comparte su vida con su amante, Adele Guggenheimer-Lewisohn, de procedencia judía por parte paterna, que había estado casada con un famoso abogado neoyorquino, del cual había heredado una gran fortuna. Desde Nueva York viaja un par de veces a España y a México. Ante todo, sus viajes a México estuvieron rodeados de misterio, en ellos probablemente intentara convencer a los revolucionarios mexicanos de que atacaran el sur de Estados Unidos, para lo cual no dudó en entrevistarse con Pancho Villa. Todas estas peripecias neoyorquinas las elaboró en su novela Vampiro.
En 1916 Ewers conoce en Estados Unidos a la que será su segunda esposa, por entonces él contaba 45 años de edad y ella 19. Era admirada por su gran belleza. Contraerán matrimonio en 1921 y permanecerán casados hasta la muerte de Ewers, en 1943.
En Nueva York conoce asimismo al extravagante Aleister Crowley, que, por su patriotismo irlandés, publica en la misma revista proalemana que Ewers: The Fatherland. Ewers intentará popularizar su obra en Alemania. Después de la guerra, Crowley justificará su actitud germanófila diciendo que en realidad había querido perjudicar a Alemania y que había colaborado con el servicio secreto inglés.
En 1918, el New York Times anuncia que Ewers y otros alemanes han sido internados en un campo de concentración. El servicio secreto americano llevaba ya tiempo vigilando a Ewers por sus acciones más que sospechosas. Tras su detención, pasó por varias cárceles americanas hasta acabar en Fort Oglethorpe, en el Estado de Georgia, un gran campo de prisioneros, dentro del cual había un recinto especial con el nombre de «Campo de millonarios», ya que sus reclusos, al disponer de dinero suficiente, gozaban de toda índole de comodidades. No obstante, en 1919 la salud de Ewers se deteriora, a un mal renal se suma una hernia y una neurosis, de modo que tiene que ser internado en un hospital de Nueva York, donde se le someterá a una operación. Allí permanecerá varios meses de convalecencia, y gracias a amigos suyos influyentes, no se le obligó a regresar al campo de internamiento. Tuvo que dejar una fianza elevada, no le devolvieron el pasaporte y se le prohibió publicar. En una entrevista reconocería que le dejaron en libertad gracias a la intervención del premio Nobel de Literatura inglés John Galsworthy. En 1920 recibirá por fin la autorización para abandonar el país y regresar a Alemania. Desde Nueva York viaja a Italia, donde se recupera de las fatigas del viaje, y es allí donde escribe el prólogo a su novela Vampiro, cuyo manuscrito trae de Nueva York. En los primeros días de agosto de 1920 se encuentra ya en Berlín después de seis años de ausencia.
Su novela Vampiro elabora sus experiencias americanas con un trasfondo alegórico y mítico. En cualquier caso, se trata de una versión muy original del tema del vampirismo, a través de una «femme fatale», insuflando elementos apocalípticos y proyectando los distintos motivos en una dimensión histórico-mítica. Aunque las tres novelas mencionadas de Ewers poseen una autonomía propia, forman parte claramente de una trilogía.
La llegada de Ewers a Berlín no fue muy halagüeña, su casa había sido desvalijada y sus manuscritos robados. La situación económica era deplorable. Para colmo, cuando va a Düsseldorf, a visitar a su madre, es detenido por la policía, el motivo es que su ex mujer reclamaba alimentos, ya que dependía enteramente de sus ingresos. Pese a todo, se mantiene como uno de los autores más leídos y traducidos de Alemania; ganaba mucho dinero, aunque lo invertía en especulaciones y negocios ruinosos. El 15 de octubre de 1921, el quincuagenario Ewers contrae matrimonio con la joven de 24 años Josephine Bumiller, a la que había conocido en Nueva York.
En 1922 vuelve a sus giras de conferencias sobre satanismo. Desde una perspectiva política, Ewers se muestra conservador, nacionalista y monárquico, incluso se afilia al partido «Deutschnationalen Volkspartei» (DNVP), que aún mantiene esperanzas de que se restaure la monarquía. Aunque en el partido hay una fuerte corriente antisemita, Ewers no forma parte de ella y seguirá manteniendo amistad con judíos hasta el final. Un amigo íntimo suyo, Ernst Hanfstaengl, al que conocía de Nueva York, se convierte en un apoyo incondicional de Hitler, incluso concedió un préstamo al partido nacionalsocialista para que, durante el periodo de inflación, pudiera mantener el periódico Völkischen Beobachter. Pues bien, Hanfstaengl participó en el «putsch» de Múnich, y durante ese periodo Ewers escribía su novela nacionalista Reiter in deutscher Nacht, que terminará en 1931 y que ya contiene un juicio muy positivo sobre Hitler: «Es la conciencia del nuevo Estado, es el alma». Es muy probable, como indica Kugel, que Ewers estuviera indirectamente implicado en el célebre putsch. En la novela se hace una apología de los Freikorps, las organizaciones paramilitares encargadas de sofocar los disturbios revolucionarios. Sus ideas se inspiraban por entonces en Oswald Spengler y en la ideología del Reich de un Moeller van den Bruck.
En 1923 se estabiliza algo la situación económica alemana, lo que permite a Ewers llevar una vida lujosa y su casa se va pareciendo cada vez más a un museo.
Cinco años después enferma gravemente, es probable que a causa del abuso de estupefacientes, por lo que se le prescribe una cura de desintoxicación. Su matrimonio se deteriora y vive separado de su esposa, lo que le afecta profundamente. En 1950 padece una crisis psicológica, pierde sumas enormes en especulaciones financieras, la situación económica alemana se ve arrastrada por la crisis económica mundial, lo que le causa serios problemas de liquidez.
Ewers, al igual que el partido al que pertenecía, comienza un acercamiento paulatino a los nacionalsocialistas. Su última novela había despertado una reacción positiva entre miembros del NSDAP, y es muy probable, incluso, que conociera ya a Goebbels y a Ernst Röhm. Su aproximación al partido de Hitler estuvo acompañada de una profunda decepción por la crisis económica y moral que afectaba a Alemania en aquel periodo. Siempre que puede, Ewers critica la corrupción, la podredumbre, la degeneración del carácter alemán, se siente humillado por el menosprecio que se les tiene en el extranjero y por la escasa influencia internacional: empieza a ver la única solución en el Nacionalsocialismo.
Fue entonces cuando se produjo la famosa audiencia con Adolf Hitler. Desde hacía tiempo mostraba su interés por conocer personalmente a Hitler y estrecharle la mano, y con motivo de su sexagésimo cumpleaños, manifestó que ése sería el mejor regalo que se le podría hacer. Para ello se dirigió a Hess, a Röhm y a Rosenberg. Con este último no tuvo suerte, su aversión hacia Ewers y su obra era ostensible y radical, lo consideraba un corruptor de la sociedad. No obstante, Ewers logró su propósito. La mayoría de los biógrafos del escritor especulan con que Hitler había leído algo de la obra de Ewers, probablemente fuera su novela La mandrágora. En su entrevista con Hitler, que duró unos tres cuartos de hora, el Führer le animó a escribir la novela del hombre de las SA. Y, según Ewers, fue Hitler en persona quien le admitió en el partido, lo que luego dio pie a varios malentendidos. Cuando se difundió la noticia de que Ewers era nacionalsocialista, algunos de los miembros prominentes del partido, sobre todo Rosenberg, se indignaron e intentaron impugnar su afiliación, ya que tanto su persona como su obra podían dañar considerablemente el prestigio del NSDAP. El 23 de agosto de 1939, Ewers hace la siguiente declaración jurada: «El 2 de noviembre de 1931, a las 11 de la mañana, me recibió el Führer en la Casa Parda de Múnich, para mantener conmigo una larga conversación. Con este motivo, el Führer me admitió en el partido con un apretón de manos. Tras la entrevista, ese mismo día el ayudante de servicio, Graf Du Moulin-Eckardt, me llevó a la oficina, allí se me incluyó en el registro, pagué mi cuota, etc. Unos días después me presenté en el grupo local Schill, de Berlín. Desde noviembre de 1931 figuro como miembro en este grupo local y he pagado regularmente mis cuotas».
En 1931 se constata la existencia de un plan para escribir una novela sobre las SA y es probable que dicho plan procediera de Ernst Röhm, el jefe de las SA, y su protagonista no podía ser otro que Horst Wessel, el estudiante de Derecho perteneciente a las SA que murió víctima de un atentado. Pero los motivos de su asesinato eran oscuros, y no parecían apuntar a una motivación política. En realidad, Wessel había renunciado a proseguir sus estudios, trabajaba de taxista y mantenía relaciones con una prostituta. El autor del atentado era un delincuente con un amplio historial, condenado por perjurio, encubrimiento y proxenetismo. Así que es más que probable que se tratara de un ajuste de cuentas. En cualquier caso, la misión de Ewers consistía en convertir a Wessel en un mártir nacionalsocialista. El encargo más o menos oficial de este proyecto, desencadenó el rumor de que él había sido el autor de la letra del himno nazi Horst Wessel.
Tuvo grandes dificultades para escribir la novela, ya que la familia de Horst Wessel se inmiscuyó en el proceso; concluida la obra en 1932, la familia le exigió más modificaciones cuando el libro ya se había dado a la estampa. Muchas editoriales se negaron a publicarlo, consideraban la novela demasiado propagandística, y las editoriales nazis estaban dispuestas a publicarla, pero no querían pagársela. En el epílogo, Ewers muestra su agradecimiento a Hitler, «el Führer del movimiento por la libertad alemana», por haber sido quien le hiciera la sugerencia de describir la «lucha callejera», de que escribiera un capítulo de la historia alemana. Al final apareció en una editorial de prestigio, Corta Verlag, que se había negado a publicar el libro una vez leído, pero que fue obligada por Ewers con la amenaza de una demanda judicial.
La acogida del libro fue muy variada. En primer lugar, hay que destacar que no contiene ningún pasaje antisemita, lo que no debió de caer bien en el seno del partido. No obstante, Ernst Röhm se mostró entusiasmado, lo consideró una obra maestra; otros nazis, como Baldur von Schirach, lo elogian y consideran que se debería recomendar a la juventud. Pero pronto se empiezan a elevar las voces críticas y arrecian los ataques desde dentro del partido, orquestados, entre otros, por Alfred Rosenberg. La situación de Ewers se torna desesperada, no sólo tiene en contra a los radicales de izquierda, sino también a los de derecha, por no hablar de los liberales o los demócratas. Dentro del nacionalsocialismo, son los antisemitas los que presionan para expulsar a Ewers del partido. Se le difama y calumnia, hasta el punto de tener que recurrir a los tribunales. Goebbels intenta protegerlo y espera a que pase la tormenta, pues el nacionalsocialismo no está precisamente sobrado de intelectuales. Con la versión cinematográfica de Horst Wessel, ocurre otro tanto, los ataques arrecian con tal intensidad que Goebbels duda del éxito de la empresa, así que decide prohibirla por motivos artísticos. La película sufriría a partir de entonces tal cantidad de censuras y cortes que de ella se hizo una película diferente, con otro título: Hans Westmar. Uno de muchos. Un destino alemán del año 1929.
En la primavera de 1934, Alfred Rosenberg se sale con la suya y Goebbels prohíbe la novela Horst Wessel. El 30 de junio de 1934 se produce el denominado «Röhm-Putsch», la depuración de las SA, organizada por Hitler y las SS. Serán asesinadas 83 personas. Ewers, al parecer, también estaba en la lista, se salvó gracias a un chivatazo. Se escondió durante un periodo de tiempo hasta que pasó el peligro, pero después nadie se atrevía a publicar algo suyo. Rosenberg, no satisfecho con lo conseguido, siguió insistiéndole a Goebbels para eliminar a Ewers de la vida cultural alemana. Al final el ministro de propaganda cedió y en 1937 se prohibieron todos sus libros y se le prohibió seguir escribiendo, incluso se planeó expropiarle. Pero gracias a algún personaje de influencia, el mismo Hitler puso punto final a ese proceso.
Todos estos acontecimientos le sumieron en una depresión, agravada por su aislamiento. En 1938 se pone enfermo y se somete a un tratamiento médico; en 1939 su estado empeora, parálisis en los miembros, dolores: probablemente una polineuritis. A despecho de esa situación, intenta ayudar a todos los que le necesitan. Desde finales de 1939 tiene una nueva amante, la ingeniero de veintisiete años Rita Grabowski, medio judía.
Pese a su distanciamiento ideológico del nacionalsocialismo, cuando le llega en 1938 el carné de miembro del NSDAP y ve la fecha 01.05.1933, con el número de afiliado 3.473.828, lo devuelve y protesta, ya que quiere el carné rojo de los miembros más antiguos del partido. Esto lleva a un complejo proceso burocrático que acaba en jerarcas como Hess y Martin Bormann, quien termina fallando a su favor. En 1940, poco después de esta decisión, se relaja algo la prohibición que recaía sobre él y se permite que se reediten algunas de sus obras. En 1943 logra publicar una colección de cuentos bajo el título Las manos más bellas del mundo, que será confiscada y prohibida al poco tiempo.
Su vida privada también empeora, se produce un drama de celos entre su mujer y su nueva amante. El estado de salud de Ewers se vuelve preocupante, se le diagnostica una angina de pecho y tuberculosis. Muere el 12 de junio de 1943. Al parecer, sus últimas palabras, dirigidas a su secretaria Jenny Guhl, fueron: «¡Jennylein, qué burro he sido!»
A partir de su muerte, se hizo el silencio en torno a Ewers. Sus libros, reeditados muy esporádicamente, sólo se encontraban en librerías de ocasión y comenzó su vida subterránea, emergiendo aquí y allá como referencia olvidada y subsistiendo entre los entendidos del género fantástico y de terror. En las dos últimas décadas, sin embargo, se observa un creciente interés tanto por el autor como por su obra, lo que se ha reflejado en la publicación de libros y artículos acerca de su persona y de su mundo literario. La crítica también vuelve a ocuparse de él y reconoce en gran parte que supo conjugar magistralmente elementos como lo grotesco y lo extravagante, lo macabro y lo siniestro, lo exótico y lo cotidiano, lo espectral y lo cruel, aplicando un método de inversión del código estético, de transvaloración de los valores, que deja al lector confundido y desorientado, como si de repente le quitasen el suelo bajo los pies. Otro rasgo sobresaliente del autor es que en él confluye la corriente del romanticismo negro y la del decadentismo finisecular de un Beardsley, Swinburne y Wilde, añadiéndose la influencia de D’Aurevilly, Villiers de l’Isle Adam y, sobre todo, de Edgard Allan Poe. Su tratamiento psicológico de los temas le convierte en un pionero en los territorios feraces del inconsciente. En muchas de sus obras se recrea, en efecto, una dialéctica entre lo consciente y lo inconsciente, entre la razón y el presentimiento, logrando crear, con su rica fantasía, unos extraños ámbitos intermedios en los que parecen suspenderse los valores y las pautas de la vida cotidiana. Es como si sus obras surgieran de un laboratorio donde se experimenta con categorías morales.
Para los aficionados incondicionales al género de terror, a la literatura de atmósferas siniestras, enigmáticas y macabras, el autor alemán Hanns Heinz Ewers (1871-1943) es un maestro oculto, casi clandestino, ya que a su nombre se le ha puesto el marchamo de «políticamente incorrecto» y ha ido a engrosar la lista de autores malditos. Después de la Segunda Guerra Mundial, Ewers, por su colaboración con los nazis, cayó en un olvido forzado; con esos antecedentes a nadie le interesaba reeditar a un autor que se había comprometido con la ideología hitleriana, que incluso había intentado escribir la novela nazi por antonomasia, Horst Wessel. Un destino alemán, ¡por sugerencia del Führer en persona! Novela, por lo demás, que sería prohibida nada más iniciarse el Tercer Reich. Pero el manto de silencio que cayó sobre este autor no implicó que se le ignorara en círculos intelectuales, aficionados o no al género que cultivaba con predilección, pues queda claro que se le siguió leyendo, y así sabemos que otros autores se han inspirado en Ewers, o le han imitado, por supuesto que obviando mencionarle, como Hermann Hesse, Hermann Broch o Dürrenmatt; en Estados Unidos, su influencia en la literatura de terror es incuestionable, avalado por el gran maestro del género H.P. Lovecraft, quien, en su obra El horror sobrenatural en la literatura, destacaba a Ewers como el representante en Alemania del género de terror, con sus novelas El aprendiz de brujo o La mandrágora, y cuentos como La araña, que contienen cualidades que los elevan a un nivel de clásicos. Elogiaba, asimismo, su capacidad para introducir en sus oscuras concepciones un profundo conocimiento de la psicología moderna.
Recordemos que antes de la Segunda Guerra Mundial, Ewers era uno de los escritores más famosos en Alemania, llegó a ser, incluso, el más traducido a otras lenguas. Su gran éxito de público vino acompañado de polémicas y escándalos, con numerosos defensores y detractores. Su novela La mandrágora supuso un triunfo internacional, de ella existen varias versiones cinematográficas, y se tradujo de inmediato a más de veinte idiomas. Pero su pertenencia al partido nazi ha sido decisiva para frenar su difusión, como le ha ocurrido a otro escritor del mismo género, al austríaco Karl Hans Strobl, amigo de Ewers y autor de títulos tan sugerentes como Lemuria o Eleagabal Kuperus, y que junto con Gustav Meyrink formaron la vanguardia de la literatura fantástica y de terror europea. Son los legítimos continuadores del «Romanticismo negro», tal y como quedó definido por Mario Praz en su obra memorable La carne, la morte e il diavolo nella letteratura romántica, y que también encontraría una correspondencia en el mundo del arte, baste con mencionar a Alfred Kubin, Max Klinger, Bruycker, Arnold Böcklin, Félicien Rops, Odilon Redon, ]ames Ensor o Edvard Munch.
Se han escrito varias biografías de Hanns Heinz Ewers, la más completa de ellas, que supera las 500 páginas, se debe a Wilfried Kugel, y lleva el significativo título Der Unverantwortliche [El irresponsable], de modo que se conocen con bastante detalle las vicisitudes de su vida; una vida, por lo demás, con frecuencia vivida al límite, en continuo contacto con las corrientes intelectuales y existenciales de su tiempo. Sus ideas son un fiel reflejo del siglo en que vivió, y se puede decir que, en virtud de su curiosidad intelectual, nos permiten adentrarnos en los sustratos culturales de un periodo dramático de la historia europea, pero también enormemente fructífero en los terrenos literario, filosófico y estético.
Duelista estudiantil, anarquista stirneriano, decadente, trotamundos, doctor en Derecho, espía alemán en Estados Unidos, novelista, escritor de cuentos infantiles, ensayista, traductor, autor teatral, editor, cineasta, drogadicto, nazi y paria, la biografía de Ewers no tiene desperdicio, y sería cometer una injusticia querer juzgar su obra desde la perspectiva de sus últimos diez años, o caer en el gran pecado de nuestra época: las grandes simplificaciones. Que su obra era incompatible con el canon nacionalsocialista es algo que quedó demostrado por la prohibición de publicar que le impuso el régimen, así como por la prohibición de que se reeditaran casi todas sus obras, dejándole sin ningún medio para ganarse la vida, y eso a una edad avanzada y enfermo. Pero un hombre como Ewers, lleno de contradicciones, capaz de fascinar y de repugnar a sus coetáneos, nos puede servir para comprender mejor la sociedad de su época y los impulsos que la motivaron.
Nació en Düsseldorf, en 1871; su padre era un pintor de género y de motivos históricos; su madre, una mujer de fuerte personalidad y de carácter dominante, también con ambiciones literarias y artísticas. Ella fue la que educó a Ewers en una atmósfera bohemia y ajena a cualquier índole de religiosidad: sus ideas se movían dentro de un panteísmo difuso. Su influencia en Hanns Heinz fue considerable, y ya adulto su hijo le escribía casi todos los días. Le dedicó un cuento titulado “Mi madre: la bruja”, ya que la familia estaba convencida de que poseía poderes paranormales. El padre de Ewers murió en 1885 dejando graves problemas financieros.
Su infancia fue difícil, tuvo numerosos problemas en la escuela, de la que fue expulsado varias veces. No obstante, a los dieciséis años leía, con su hermano Edward, todo lo que se le venía a las manos, se interesaba mucho por la literatura inglesa y por la española, pero sus grandes héroes filosóficos eran Spinoza, Nietzsche y Stirner, sobre todo la obra de este último, El único y su propiedad, marcó su personalidad y su actitud ante la vida. Si en un principio se mostraba apenado por no poder creer en un Dios, Stirner le confirmó en su actitud desafiante ante la moral convencional burguesa. En sus diarios leemos una declaración que es puramente stirneriana:
«Qué me importa a mí la moral. Soy un ser humano, tan bueno y tan malo como vosotros, y no puedo soportar ninguna moral. Afirmo que mis fechorías, que vosotros condenáis mil veces, no son ningún pecado, ¡yo soy mi propio juez y no hay ningún ser humano por encima de mí! ¡Tampoco ningún dios! Reconozco tan poco a una autoridad celestial, como a una terrenal […] Me someto a los estúpidos órdenes del mundo porque veo que de otro modo no puedo alcanzar nada, pero realmente no me gusta en absoluto. Eso a menudo me quita hasta tal punto la respiración que tengo la sensación de asfixiarme».
Su consumo excesivo de alcohol se convirtió en un problema grave y en su diario llegó a confesar su intención de suicidarse. Sus primeros poemas datan del año 1889, dedicados a Bismarck y al Káiser. Acabada su formación escolar, quedó eximido del servicio militar por corto de vista. En 1891 se matricula en la Universidad de Berlín para estudiar Derecho, más por presión familiar que por interés propio; aunque ya escribía, aún no se sentía lo suficientemente maduro como para poder vivir de la pluma. Entró en la fraternidad estudiantil Normannia, donde se emborracha, se endeuda, se mete en numerosos líos de faldas, frecuenta los burdeles de la ciudad, tiene varios duelos que le dejan cicatrices en la cara, una de ellas de cierta gravedad. Pero en 1892 es expulsado de la fraternidad por una cuestión de honor referida a un duelo, y se verá obligado a cambiar de universidad. Su vida, no obstante, sigue igual, pasa más tiempo viajando, bebiendo y en duelos que en las aulas de la universidad, este es el comienzo de su intranquilidad y nomadismo, la necesidad de estar en continuo movimiento, de experimentar cosas nuevas. Sus fracasos académicos los intenta paliar con cambios sucesivos de universidad. Otro rasgo que se impone en el carácter de Ewers es el empleo de máscaras, comportamientos que no iban con su naturaleza, para impresionar a los demás. Sobre todo adopta una actitud esnob y cínica que no siempre cae bien en su entorno.
Pese a su vida disipada, logró aprobar el primer examen de Estado y entró como practicante en un juzgado para seguir la carrera judicial, pero el juez se quedó espantado por la irresponsabilidad y el descuido de su practicante. Ebrio con frecuencia, manifestaba ideas incompatibles con la profesión que pretendía seguir y desatendía sus obligaciones. En 1895, por ejemplo, fue condenado a prisión Oscar Wilde, a quien Ewers admiraba sin reservas. Esto le sirvió de pretexto para rechazar el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Su elitismo intelectual no admitía que el genio pudiera quedar sometido a un tribunal por sus crímenes como cualquier otro mortal. Esta actitud la plasmaría en cuentos como C.3.3. y Los señores juristas. Ya que como prácticamente no daba un palo al agua, durante este periodo dispuso de tiempo de sobra para leer a Baudelaire, Gautier, Verlaine, Maupassant, D’Annunzio; profundizó en la filosofía y la mística y mostró un gran interés por la psicología y las ciencias ocultas.
En aquellos años se había puesto de moda el espiritismo, y Ewers también mostró curiosidad por el fenómeno, así que ingresó en la Sociedad Psicológica, según declaración propia, para investigar las manifestaciones espiritistas. Al poco tiempo se comprobó que Ewers poseía unas facultades mediáticas extraordinarias, con él las sesiones resultaban inusualmente fructíferas: la mesa se movía, el espíritu se tornaba de lo más locuaz, y el médium incluso entraba en trances espectaculares. Pero no tardó en descubrirse que todo era una pose de Ewers, así que en 1896 se le expulsó de la Sociedad por haber roto su palabra de honor de que no cometería fraude alguno. Ewers aseguró que nunca había hecho tal promesa, el asunto subió de tono, se hizo eco la prensa de ello, y Ewers retó a duelo a tres miembros del consejo de la Sociedad. El desafío trascendió y como el duelo estaba prohibido por la ley, Ewers fue condenado a cinco semanas de prisión militar.
A todo esto se añadieron otros escándalos, sobre todo de faldas, entre ellos una relación con la hija del presidente del Senado prusiano. Su carrera de jurista se quedó en el alero. En 1897 el ministerio de justicia prusiano le comunicó que prefería renunciar a sus servicios, así que fue despedido del servicio estatal. Sin saber qué hacer, en 1898 opta por matricularse en la Universidad de Leipzig, donde realiza el doctorado y aprueba con una de las notas más bajas. Su tesis doctoral versó sobra la impugnación del testamento, y desde ese momento su tarjeta rezaba Dr. Iuris Hanns Heinz Ewers. En Leipzig, y como consecuencia de una relación con una mujer llamada Katharina Kreis, tuvo a su único hijo, una niña con el nombre de Viktoria Kreis, cuya existencia conoció años después de su nacimiento.
Por fin decide dedicarse plenamente a la literatura. En 1898 publica un primer volumen de poesías. Entre 1898 y 1899 viaja a Italia, Inglaterra, Holanda y a otros países europeos. Stirner y Nietzsche siguen siendo sus ídolos, lo que se refleja en sus colaboraciones en varias revistas de filosofía y literatura. En 1900, Ewers menciona como sus modelos literarios a Poe, Heine, E.T.A. Hoffmann, Huysmans, D’Annunzio, Jan Toorop, Rudnicki, Maeterlinck y Strindberg.
Colabora en la publicación Der arme Teufel (El pobre diablo), de la corriente stirneriana del anarquismo individualista. Es redactor jefe de la revista Der Kunsgfreund. Se declara neorromántico, esto es, recurre a temas del romanticismo alemán, al elemento fantástico y maravilloso, y lo fusiona con modernas corrientes francesas, como el simbolismo y el impresionismo. En este periodo firma con frecuencia con el seudónimo «nazi», que en aquella época no tenía ninguna connotación política, significaba algo así como «tipo con agallas», «filibustero», «mujeriego». Colabora, asimismo, en la revista Der Eigene, en alusión a la obra de Stirner Der Einzige und sein Eigentum (El único y su propiedad), donde defiende la emancipación individualista, incluso en el terreno sexual, lo cual le acarreará una multa por impudicia en sus escritos.
La situación de Ewers en su ciudad natal se vuelve insostenible, los escándalos se suceden: líos de faldas, borracheras, declaraciones anarquistas, defensa de la emancipación sexual. Así que se ve obligado a abandonar la ciudad. No obstante, en 1901, a sus 30 años, ya ha adquirido cierta fama en Alemania y puede vivir de su oficio de escritor, y esta vez su fama se funda primordialmente en su talento literario y no en su vida escandalosa. En el mismo año 1901 contrae matrimonio con la joven pintora e ilustradora Caroline Wunderwald, hija del propietario de una fábrica, y comienza a publicar sus colecciones de relatos y cuentos. También inicia sus incursiones en el teatro y escribe cuentos para niños.
En esos años son frecuentes sus viajes a la isla de Capri, lugar de recreo de la alta sociedad, donde se practica una amplia tolerancia sexual, por lo que acuden notorios homosexuales. Ewers era amigo de Magnus Hirschfeld, sexólogo, fundador y director del Instituto de Sexología entre 1919 y 1933, y compartía su opinión de que la homosexualidad no era ni un delito ni una enfermedad, sino una inclinación innata. En algunos de sus relatos Ewers se ocupa del problema homosexual. Por este motivo, llegó a correr el rumor de que él mismo era homosexual, pero, salvo la especulación de alguna experiencia aislada, no hay ninguna prueba fehaciente de ello, antes al contrario, era lo que los americanos llaman un «womanizer», un mujeriego empedernido. En Capri se dedicaba también al nudismo, todo esto formaba parte de una moda seudopagana que englobaba el culto al cuerpo. Pese a su matrimonio y a su estabilidad profesional, su consumo de alcohol sigue siendo excesivo, sobre todo de absenta, y fuma unos 60 cigarrillos al día. En Capri, además, comienza a experimentar con drogas, y allí, inspirado por las Flores del Mal de Baudelaire, concibió el plan de escribir un libro, del que existe un fragmento manuscrito, con la descripción de los efectos producidos por las distintas sustancias alucinógenas. Quería titularlo Rausch und Kunst (Embriaguez y arte). A lo largo de su vida Ewers probó de todo, desde opio hasta peyote. Curiosamente, sería Ernst Jünger quien escribiera el libro que Ewers tenía en mente. De este periodo data su traducción de las obras completas de Théophile Gautier, que se publicaron en 1903.
En 1904 Ewers volvió a endeudarse por el alto tren de vida que llevaba y, lo poco que conseguía rascar de un lado o de otro, lo perdía en el juego. En consecuencia, se vio obligado a hacer los trabajos más inopinados para subsistir, entre ellos la actualización, para la Universidad de Berlín, de la tabla de todos los ejércitos y flotas de los Estados del mundo. Tras muchos esfuerzos, logró reunir el dinero necesario para emprender uno de sus largos viajes, en compañía de su mujer y de un amigo pintor. Visitó España, y queda constancia de su estancia en Sevilla, Granada y Cádiz, donde se inspiró para escribir varios cuentos. Asistió a las corridas de toros, que él consideraba un espectáculo cruel y bárbaro, pero en sus sucesivos viajes a España nunca desaprovechó una ocasión para presenciarlas, y en Alemania alardeaba de ser un experto en la materia. En Granada escribió un sugerente ensayo sobre su ídolo Edgar Allan Poe.
En sus viajes toma conciencia de pertenecer a una «Kulturnation», ve con una mezcla de envidia y admiración cómo los ingleses han logrado forjar un imperio colonial, y lamenta el pobre papel que desempeña Alemania en el mundo. De este periodo surge su idea de una nación cultural germano-judía, inspirada en Nietzsche y en Max Ferdinand Sebaldt. Esta actitud filosemita le acompañará a lo largo de toda su vida. A su regreso a Alemania se dedica a dar lecturas públicas y conferencias.
En 1906 viaja al Caribe y a América Central, recorre México. Se interesa por todas las manifestaciones culturales y religiosas que se salen de criterios civilizados, por ejemplo por el culto vudú. También viajará a la India y recorrerá el sur de los Estados Unidos. En algunos de sus textos comienzan a aflorar ideas racistas, sobre todo referidas a la raza negra. En 1912 se declarará abiertamente contra la igualdad de las razas y considerará la germánica como una raza superior. Sus experiencias durante estos periplos las contará en sus amenos libros de viajes.
En 1908 su pasión viajera le llevará a Portugal, África, Brasil y Argentina. 1908 es un año importante porque se publica su enigmático cuento “La araña”, que alcanzó un gran éxito internacional: muchos lectores se pusieron en contacto con el autor intrigados por el significado de la historia. En el lago de Garda escribe su novela Der Zauberlehrling oder die Teufelsjäger [El aprendiz de brujo o los cazadores de demonios], inspirada en unos hechos reales acontecidos en un pueblo de las montañas suizas, Wildisbuch, entre los años 1817 y 1823; lo que muchos críticos tildaron de una fantasía perversa, se basaba en hechos reales. En la novela se realiza un estudio psicológico magistral de un fenómeno de histerismo de masas. Los ingredientes: fanatismo, demagogia, poder, satanismo y sadismo se conjugan para crear una atmósfera irrespirable en lo que puede entenderse como la inversión de un Auto-Sacramental.
En ese periodo comienza a interesarse por el satanismo y, percibiendo un interés creciente en la sociedad alemana por estos temas, realiza una gira de conferencias sobre la «Religión de Satán», con un enorme éxito de público, sobre el que llegó a informar la prensa. Concluía la conferencia recitando el Prometeo de Goethe y los Himnos a Satán de Carducci. Para estas conferencias Ewers se basó fundamentalmente en el libro La sinagoga de Satán, del escritor y crítico literario polaco Stanislav Przybyszewski, que escribió muchas de sus obras en alemán. Este autor, hoy injustamente olvidado, también cultivó la novela, género en el que destacó con obras como Hijos de Satán o El grito. Traduciría al polaco varios libros de Ewers.
En 1908 viaja a la India en compañía de su mujer, quizá en un intento por superar la crisis en que se encontraba su matrimonio y que auguraba su ruptura. Dos años después, en 1910, le toca el turno a Australia, las Islas del Pacífico y Asia oriental. A su regreso imparte numerosas conferencias por toda Alemania y su fama se sigue incrementando.
En 1911 se entera de que tiene una hija, y en 1912, tras diferencias insalvables, se divorcia de su mujer, a quien tendrá que apoyar económicamente hasta el final de su vida. Se publica su novela La mandrágora, un éxito de ventas inmediato, que hasta el año 1928 alcanzó un volumen de ventas de 400.000 ejemplares, y es muy probable que entre sus lectores se encontrara Adolf Hitler. La novela se inspira en el cuento romántico de Tieck La montaña de las runas, pero también introduce elementos de ciencia ficción y una crítica de la sociedad de su tiempo. El autor se muestra, además, como un perfecto conocedor de los mitos más oscuros de la humanidad, así como de las más diversas metamorfosis del mal. En esta obra se vale de los nuevos conocimientos de patología sexual de Krafft-Ebing, de los estudios de Cesare Lombroso sobre «la donna delincuente», y de los delirios misóginos de Otto Weininger, y tampoco desprecia recurrir al arsenal de tópicos de la literatura sensacionalista, con fantasías sexuales masculinas más o menos explícitas.
A partir de 1913 se interesa seriamente por el cine y planea varios guiones. Pero en realidad hizo historia cinematográfica escribiendo el guión de El estudiante de Praga y dirigiendo la película junto con el director danés Stellan Rye. Hoy se considera la primera película de autor. Se rodó en el casco antiguo de Praga, lo que le da una atmósfera muy peculiar, y ha obtenido el rango de un clásico.
El 3 de mayo de 1914 Ewers abandonó Alemania con la intención de recorrer una vez más Sudamérica. Tras pasar por Brasil, Argentina y Uruguay, llegó a Punta Arenas y, desde allí, navegó a Perú. Precisamente se encontraba en el consulado alemán en Lima cuando se recibió el cable con la noticia del asesinato del pretendiente austriaco en Sarajevo. A través de Costa Rica, Jamaica y Cuba, llegó a Nueva York. Desde allí intentó regresar de inmediato a Alemania, pero no pudo, ya que los vapores alemanes, ante la incógnita de lo que podía ocurrirles en alta mar, permanecieron en el puerto. Así que tuvo que quedarse en Nueva York, y sus intentos de regresar fracasaron definitivamente por la declaración de guerra de Alemania a Rusia. Uno de los barcos en los que pudo salir se vio obligado a volver cuando ya se hallaba en pleno Atlántico, por miedo a ser detenidos por la flota británica. Hubo quien después le reprochó que no regresara para luchar en el frente, pero a la edad de 43 años, e inútil para el servicio militar por su vista defectuosa, difícilmente hubiera servido de algo en Alemania. Su patriotismo alemán, sin embargo, no le dejó quedarse al margen del conflicto. Se puso al servicio de la propaganda alemana en Estados Unidos y trabajó incansablemente por influir en la opinión pública americana. En Estados Unidos gozaba de cierta popularidad por algunas obras suyas traducidas y por sus conferencias. Allí comparte su vida con su amante, Adele Guggenheimer-Lewisohn, de procedencia judía por parte paterna, que había estado casada con un famoso abogado neoyorquino, del cual había heredado una gran fortuna. Desde Nueva York viaja un par de veces a España y a México. Ante todo, sus viajes a México estuvieron rodeados de misterio, en ellos probablemente intentara convencer a los revolucionarios mexicanos de que atacaran el sur de Estados Unidos, para lo cual no dudó en entrevistarse con Pancho Villa. Todas estas peripecias neoyorquinas las elaboró en su novela Vampiro.
En 1916 Ewers conoce en Estados Unidos a la que será su segunda esposa, por entonces él contaba 45 años de edad y ella 19. Era admirada por su gran belleza. Contraerán matrimonio en 1921 y permanecerán casados hasta la muerte de Ewers, en 1943.
En Nueva York conoce asimismo al extravagante Aleister Crowley, que, por su patriotismo irlandés, publica en la misma revista proalemana que Ewers: The Fatherland. Ewers intentará popularizar su obra en Alemania. Después de la guerra, Crowley justificará su actitud germanófila diciendo que en realidad había querido perjudicar a Alemania y que había colaborado con el servicio secreto inglés.
En 1918, el New York Times anuncia que Ewers y otros alemanes han sido internados en un campo de concentración. El servicio secreto americano llevaba ya tiempo vigilando a Ewers por sus acciones más que sospechosas. Tras su detención, pasó por varias cárceles americanas hasta acabar en Fort Oglethorpe, en el Estado de Georgia, un gran campo de prisioneros, dentro del cual había un recinto especial con el nombre de «Campo de millonarios», ya que sus reclusos, al disponer de dinero suficiente, gozaban de toda índole de comodidades. No obstante, en 1919 la salud de Ewers se deteriora, a un mal renal se suma una hernia y una neurosis, de modo que tiene que ser internado en un hospital de Nueva York, donde se le someterá a una operación. Allí permanecerá varios meses de convalecencia, y gracias a amigos suyos influyentes, no se le obligó a regresar al campo de internamiento. Tuvo que dejar una fianza elevada, no le devolvieron el pasaporte y se le prohibió publicar. En una entrevista reconocería que le dejaron en libertad gracias a la intervención del premio Nobel de Literatura inglés John Galsworthy. En 1920 recibirá por fin la autorización para abandonar el país y regresar a Alemania. Desde Nueva York viaja a Italia, donde se recupera de las fatigas del viaje, y es allí donde escribe el prólogo a su novela Vampiro, cuyo manuscrito trae de Nueva York. En los primeros días de agosto de 1920 se encuentra ya en Berlín después de seis años de ausencia.
Su novela Vampiro elabora sus experiencias americanas con un trasfondo alegórico y mítico. En cualquier caso, se trata de una versión muy original del tema del vampirismo, a través de una «femme fatale», insuflando elementos apocalípticos y proyectando los distintos motivos en una dimensión histórico-mítica. Aunque las tres novelas mencionadas de Ewers poseen una autonomía propia, forman parte claramente de una trilogía.
La llegada de Ewers a Berlín no fue muy halagüeña, su casa había sido desvalijada y sus manuscritos robados. La situación económica era deplorable. Para colmo, cuando va a Düsseldorf, a visitar a su madre, es detenido por la policía, el motivo es que su ex mujer reclamaba alimentos, ya que dependía enteramente de sus ingresos. Pese a todo, se mantiene como uno de los autores más leídos y traducidos de Alemania; ganaba mucho dinero, aunque lo invertía en especulaciones y negocios ruinosos. El 15 de octubre de 1921, el quincuagenario Ewers contrae matrimonio con la joven de 24 años Josephine Bumiller, a la que había conocido en Nueva York.
En 1922 vuelve a sus giras de conferencias sobre satanismo. Desde una perspectiva política, Ewers se muestra conservador, nacionalista y monárquico, incluso se afilia al partido «Deutschnationalen Volkspartei» (DNVP), que aún mantiene esperanzas de que se restaure la monarquía. Aunque en el partido hay una fuerte corriente antisemita, Ewers no forma parte de ella y seguirá manteniendo amistad con judíos hasta el final. Un amigo íntimo suyo, Ernst Hanfstaengl, al que conocía de Nueva York, se convierte en un apoyo incondicional de Hitler, incluso concedió un préstamo al partido nacionalsocialista para que, durante el periodo de inflación, pudiera mantener el periódico Völkischen Beobachter. Pues bien, Hanfstaengl participó en el «putsch» de Múnich, y durante ese periodo Ewers escribía su novela nacionalista Reiter in deutscher Nacht, que terminará en 1931 y que ya contiene un juicio muy positivo sobre Hitler: «Es la conciencia del nuevo Estado, es el alma». Es muy probable, como indica Kugel, que Ewers estuviera indirectamente implicado en el célebre putsch. En la novela se hace una apología de los Freikorps, las organizaciones paramilitares encargadas de sofocar los disturbios revolucionarios. Sus ideas se inspiraban por entonces en Oswald Spengler y en la ideología del Reich de un Moeller van den Bruck.
En 1923 se estabiliza algo la situación económica alemana, lo que permite a Ewers llevar una vida lujosa y su casa se va pareciendo cada vez más a un museo.
Cinco años después enferma gravemente, es probable que a causa del abuso de estupefacientes, por lo que se le prescribe una cura de desintoxicación. Su matrimonio se deteriora y vive separado de su esposa, lo que le afecta profundamente. En 1950 padece una crisis psicológica, pierde sumas enormes en especulaciones financieras, la situación económica alemana se ve arrastrada por la crisis económica mundial, lo que le causa serios problemas de liquidez.
Ewers, al igual que el partido al que pertenecía, comienza un acercamiento paulatino a los nacionalsocialistas. Su última novela había despertado una reacción positiva entre miembros del NSDAP, y es muy probable, incluso, que conociera ya a Goebbels y a Ernst Röhm. Su aproximación al partido de Hitler estuvo acompañada de una profunda decepción por la crisis económica y moral que afectaba a Alemania en aquel periodo. Siempre que puede, Ewers critica la corrupción, la podredumbre, la degeneración del carácter alemán, se siente humillado por el menosprecio que se les tiene en el extranjero y por la escasa influencia internacional: empieza a ver la única solución en el Nacionalsocialismo.
Fue entonces cuando se produjo la famosa audiencia con Adolf Hitler. Desde hacía tiempo mostraba su interés por conocer personalmente a Hitler y estrecharle la mano, y con motivo de su sexagésimo cumpleaños, manifestó que ése sería el mejor regalo que se le podría hacer. Para ello se dirigió a Hess, a Röhm y a Rosenberg. Con este último no tuvo suerte, su aversión hacia Ewers y su obra era ostensible y radical, lo consideraba un corruptor de la sociedad. No obstante, Ewers logró su propósito. La mayoría de los biógrafos del escritor especulan con que Hitler había leído algo de la obra de Ewers, probablemente fuera su novela La mandrágora. En su entrevista con Hitler, que duró unos tres cuartos de hora, el Führer le animó a escribir la novela del hombre de las SA. Y, según Ewers, fue Hitler en persona quien le admitió en el partido, lo que luego dio pie a varios malentendidos. Cuando se difundió la noticia de que Ewers era nacionalsocialista, algunos de los miembros prominentes del partido, sobre todo Rosenberg, se indignaron e intentaron impugnar su afiliación, ya que tanto su persona como su obra podían dañar considerablemente el prestigio del NSDAP. El 23 de agosto de 1939, Ewers hace la siguiente declaración jurada: «El 2 de noviembre de 1931, a las 11 de la mañana, me recibió el Führer en la Casa Parda de Múnich, para mantener conmigo una larga conversación. Con este motivo, el Führer me admitió en el partido con un apretón de manos. Tras la entrevista, ese mismo día el ayudante de servicio, Graf Du Moulin-Eckardt, me llevó a la oficina, allí se me incluyó en el registro, pagué mi cuota, etc. Unos días después me presenté en el grupo local Schill, de Berlín. Desde noviembre de 1931 figuro como miembro en este grupo local y he pagado regularmente mis cuotas».
En 1931 se constata la existencia de un plan para escribir una novela sobre las SA y es probable que dicho plan procediera de Ernst Röhm, el jefe de las SA, y su protagonista no podía ser otro que Horst Wessel, el estudiante de Derecho perteneciente a las SA que murió víctima de un atentado. Pero los motivos de su asesinato eran oscuros, y no parecían apuntar a una motivación política. En realidad, Wessel había renunciado a proseguir sus estudios, trabajaba de taxista y mantenía relaciones con una prostituta. El autor del atentado era un delincuente con un amplio historial, condenado por perjurio, encubrimiento y proxenetismo. Así que es más que probable que se tratara de un ajuste de cuentas. En cualquier caso, la misión de Ewers consistía en convertir a Wessel en un mártir nacionalsocialista. El encargo más o menos oficial de este proyecto, desencadenó el rumor de que él había sido el autor de la letra del himno nazi Horst Wessel.
Tuvo grandes dificultades para escribir la novela, ya que la familia de Horst Wessel se inmiscuyó en el proceso; concluida la obra en 1932, la familia le exigió más modificaciones cuando el libro ya se había dado a la estampa. Muchas editoriales se negaron a publicarlo, consideraban la novela demasiado propagandística, y las editoriales nazis estaban dispuestas a publicarla, pero no querían pagársela. En el epílogo, Ewers muestra su agradecimiento a Hitler, «el Führer del movimiento por la libertad alemana», por haber sido quien le hiciera la sugerencia de describir la «lucha callejera», de que escribiera un capítulo de la historia alemana. Al final apareció en una editorial de prestigio, Corta Verlag, que se había negado a publicar el libro una vez leído, pero que fue obligada por Ewers con la amenaza de una demanda judicial.
La acogida del libro fue muy variada. En primer lugar, hay que destacar que no contiene ningún pasaje antisemita, lo que no debió de caer bien en el seno del partido. No obstante, Ernst Röhm se mostró entusiasmado, lo consideró una obra maestra; otros nazis, como Baldur von Schirach, lo elogian y consideran que se debería recomendar a la juventud. Pero pronto se empiezan a elevar las voces críticas y arrecian los ataques desde dentro del partido, orquestados, entre otros, por Alfred Rosenberg. La situación de Ewers se torna desesperada, no sólo tiene en contra a los radicales de izquierda, sino también a los de derecha, por no hablar de los liberales o los demócratas. Dentro del nacionalsocialismo, son los antisemitas los que presionan para expulsar a Ewers del partido. Se le difama y calumnia, hasta el punto de tener que recurrir a los tribunales. Goebbels intenta protegerlo y espera a que pase la tormenta, pues el nacionalsocialismo no está precisamente sobrado de intelectuales. Con la versión cinematográfica de Horst Wessel, ocurre otro tanto, los ataques arrecian con tal intensidad que Goebbels duda del éxito de la empresa, así que decide prohibirla por motivos artísticos. La película sufriría a partir de entonces tal cantidad de censuras y cortes que de ella se hizo una película diferente, con otro título: Hans Westmar. Uno de muchos. Un destino alemán del año 1929.
En la primavera de 1934, Alfred Rosenberg se sale con la suya y Goebbels prohíbe la novela Horst Wessel. El 30 de junio de 1934 se produce el denominado «Röhm-Putsch», la depuración de las SA, organizada por Hitler y las SS. Serán asesinadas 83 personas. Ewers, al parecer, también estaba en la lista, se salvó gracias a un chivatazo. Se escondió durante un periodo de tiempo hasta que pasó el peligro, pero después nadie se atrevía a publicar algo suyo. Rosenberg, no satisfecho con lo conseguido, siguió insistiéndole a Goebbels para eliminar a Ewers de la vida cultural alemana. Al final el ministro de propaganda cedió y en 1937 se prohibieron todos sus libros y se le prohibió seguir escribiendo, incluso se planeó expropiarle. Pero gracias a algún personaje de influencia, el mismo Hitler puso punto final a ese proceso.
Todos estos acontecimientos le sumieron en una depresión, agravada por su aislamiento. En 1938 se pone enfermo y se somete a un tratamiento médico; en 1939 su estado empeora, parálisis en los miembros, dolores: probablemente una polineuritis. A despecho de esa situación, intenta ayudar a todos los que le necesitan. Desde finales de 1939 tiene una nueva amante, la ingeniero de veintisiete años Rita Grabowski, medio judía.
Pese a su distanciamiento ideológico del nacionalsocialismo, cuando le llega en 1938 el carné de miembro del NSDAP y ve la fecha 01.05.1933, con el número de afiliado 3.473.828, lo devuelve y protesta, ya que quiere el carné rojo de los miembros más antiguos del partido. Esto lleva a un complejo proceso burocrático que acaba en jerarcas como Hess y Martin Bormann, quien termina fallando a su favor. En 1940, poco después de esta decisión, se relaja algo la prohibición que recaía sobre él y se permite que se reediten algunas de sus obras. En 1943 logra publicar una colección de cuentos bajo el título Las manos más bellas del mundo, que será confiscada y prohibida al poco tiempo.
Su vida privada también empeora, se produce un drama de celos entre su mujer y su nueva amante. El estado de salud de Ewers se vuelve preocupante, se le diagnostica una angina de pecho y tuberculosis. Muere el 12 de junio de 1943. Al parecer, sus últimas palabras, dirigidas a su secretaria Jenny Guhl, fueron: «¡Jennylein, qué burro he sido!»
A partir de su muerte, se hizo el silencio en torno a Ewers. Sus libros, reeditados muy esporádicamente, sólo se encontraban en librerías de ocasión y comenzó su vida subterránea, emergiendo aquí y allá como referencia olvidada y subsistiendo entre los entendidos del género fantástico y de terror. En las dos últimas décadas, sin embargo, se observa un creciente interés tanto por el autor como por su obra, lo que se ha reflejado en la publicación de libros y artículos acerca de su persona y de su mundo literario. La crítica también vuelve a ocuparse de él y reconoce en gran parte que supo conjugar magistralmente elementos como lo grotesco y lo extravagante, lo macabro y lo siniestro, lo exótico y lo cotidiano, lo espectral y lo cruel, aplicando un método de inversión del código estético, de transvaloración de los valores, que deja al lector confundido y desorientado, como si de repente le quitasen el suelo bajo los pies. Otro rasgo sobresaliente del autor es que en él confluye la corriente del romanticismo negro y la del decadentismo finisecular de un Beardsley, Swinburne y Wilde, añadiéndose la influencia de D’Aurevilly, Villiers de l’Isle Adam y, sobre todo, de Edgard Allan Poe. Su tratamiento psicológico de los temas le convierte en un pionero en los territorios feraces del inconsciente. En muchas de sus obras se recrea, en efecto, una dialéctica entre lo consciente y lo inconsciente, entre la razón y el presentimiento, logrando crear, con su rica fantasía, unos extraños ámbitos intermedios en los que parecen suspenderse los valores y las pautas de la vida cotidiana. Es como si sus obras surgieran de un laboratorio donde se experimenta con categorías morales.
Extraordinario artículo! Felicidades, una gozada leerlo.
ResponderEliminarMuchas gracias! Aunque toda la información aquí publicada está extraida de la red. Saludos!
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