lunes, 1 de enero de 2018

Cuentos Esenciales

Se ha hablado largo y tendido de Guy de Maupassant como el máximo exponente del cuento naturalista. Sus narraciones con la guerra francoprusiana como telón de fondo, sus historias sobre la miseria de los campesinos normandos o sus relatos de los crápulas que habitaban el París más sórdido le han llevado a figurar en todos los manuales de literatura y en algunos de los de estilo. Generaciones enteras de cuentistas han tomado como referencia los relatos naturalistas de Maupassant y su impacto en la literatura occidental ha sido muy considerable. 

Pero ese Maupassant, el de «Bola de Sebo», el de la prosa precisa y aséptica, sin concesiones a la imaginación y con esa actitud militante por la objetividad, el que tantos éxitos le reportó en vida y el que siempre sale en las antologías, es sólo una cara de la moneda. Y quizás la menos atractiva para el lector de hoy en día.
Los antólogos se han olvidado casi siempre del Maupassant fantástico y de terror, que coincide con la última etapa de su vida. «De La noche», «La cabellera», «¿Quién sabe?» o «El Horla». Una sífilis contraída en la juventud, un par de fracasos amorosos y una obsesión enfermiza con la muerte, colocaron a una de las cabezas mejor amuebladas de su siglo frente a un abismo de horror y locura.

El autor estandarte de la sobriedad narrativa y los argumentos cotidianos, de repente llena sus páginas de exclamaciones histéricas, preguntas retóricas y elementos sobrenaturales. Como dijo HP Lovecraft estos cuentos son «efusiones morbosas de un cerebro realista en estado patológico (…) Sugieren con fuerza maravillosa la inminencia de unos terrores indecibles, y el acoso implacable al que se ve sometido un desdichado por parte de espantosos y terribles representantes de las negruras exteriores». Por eso, «Cuentos Esenciales» es mucho más que una simple antología de relatos de Maupassant. Al estar ordenados cronológicamente, documentan un fascinante viaje: el que conduce a una mente preclara y analítica hacia la demencia y el suicidio. Desde un Chejov sin sentido del humor (el más conocido) hasta un Poe trastornado con muchísimo más oficio en la pluma (por conocer).

El portentoso talento de Maupassant, discípulo literario de Flaubert y miembro relevante del grupo de jóvenes escritores naturalistas que se formó alrededor de Zola, encontró su forma ideal en el cuento, género que consolidó y renovó, y en el que no tiene rival. Realista, romántico, fantasmagórico, terrorífico, fantástico o poético, Maupassant transitó en sus cuentos por todos los caminos de la imaginación.

La presente edición recoge los relatos esenciales de su narrativa e incorpora muchas piezas que habían circulado poco o nada en nuestro idioma. En el apéndice final se incluyen pasajes sustanciales de los ensayos que Henry James, Lev Tolstói y Joseph Conrad dedicaron a la cuentística de Maupassant: tres maestros coetáneos y lectores privilegiados.





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