sábado, 27 de enero de 2018

Las Doce Moradas del Viento

Esta recopilación es lo que los pintores llaman una retrospectiva; una revisión cronológica aproximada de los cuentos que escribí en la década que siguió a mi irrupción en las letras de molde, tarde pero sin miedo, a los treinta y dos años. Aquí están más o menos en el orden en que fueron escritos, de modo que el desarrollo de la artista puede constituir parte del interés. No he sido estricta en la cronología, ya que es imposible: los cuentos pueden escribirse un año, publicarse dos o tres más tarde, luego quizá ser corregidos, y ¿qué fecha usar? Pero no hay alteraciones de peso.
No es de ninguna manera una colección completa de mis cuentos. Hay uno viejo que dejé de lado porque no me gusta mucho; no he incluido en este libro la ficción que no cabe en los apartados de literatura fantástica o ciencia ficción, ni la mayoría de los cuentos de los últimos años, pues las antologías en las que se publicaron por primera vez aún están en venta. Sin embargo, los dos últimos de este volumen aparecieron en 1973 y 1974, de modo que los diecisiete relatos cubren los últimos diez o doce años.

La relación entre cuento corto y novela que hay en la mente de la escritora es muy interesante. Aunque El collar de Semley constituye un cuento completo en sí mismo, fue el embrión de una novela. Ya había concluido con Semley, pero un personaje secundario, un simple espectador que no se hundió obedientemente en la obscuridad cuando el relato hubo terminado, continuó insistiendo: «Escribe mi historia», decía, «soy Rocannon. Quiero explorar mi mundo…». Así que le obedecí. Es realmente imposible discutir con esta gente.
El rey de Invierno fue otro de estos cuentos embrionarios, así como La palabra que desliga y El poder de los nombres; pero todos me dieron la situación, antes que el personaje, de la novela por venir. El último cuento del libro no es embrionario sino otoñal. Llegó después de la novela, fue un regalo final, recibido con gratitud.

La mayoría de los cuentos de este volumen están conectados con mis novelas, en el sentido de que corresponden más o menos al esquema más bien errático de «historias del futuro» que siguen todos mis libros de ciencia ficción. No corresponden a ese esquema ni mis primeras fantasías ni, más tarde, los que llamo psicomitos, cuentos más o menos surrealistas que comparten con la fantasía la cualidad de transcurrir fuera de la historia, fuera del tiempo, en aquella región de la mente viviente que —sin invocar ningún concepto de inmortalidad— parece carecer en absoluto de límites espaciales y temporales.

Quizá los coleccionistas tengan interés en saber que los títulos usados en este volumen son de mi propia elección, variando en algunos casos los de publicaciones previas: El collar de Semley apareció por primera vez como La dote de los Angyar (un error gramatical del editor, que no hablaba el angyo con fluidez); Cosas apareció como El fin; El campo de visión apareció como Campo de visión.
Los únicos cuentos que sufrieron un cambio más importante que el ocasional de una palabra o una oración o la restitución de cortes y errores de las versiones publicadas, son: El rey de Invierno, Más vasto que los imperios y más lento (un corte en las primeras páginas) y Nueve vidas.

Ursula Kroeber Le Guin





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