domingo, 18 de febrero de 2018

Emilia Pardon Bazán

Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 16 de septiembre de 1851-Madrid, 12 de mayo de 1921), condesa de Pardo Bazán, fue una noble y aristócrata novelista, periodista, ensayista, crítica literaria, poetisa, dramaturga, traductora, editora, catedrática y conferenciante española introductora del naturalismo en España. Fue una precursora en sus ideas acerca de los derechos de las mujeres y el feminismo.​ Reivindicó la instrucción de las mujeres como algo fundamental y dedicó una parte importante de su actuación pública a defenderlo.​ Entre su obra literaria una de las más conocidas es la novela Los pazos de Ulloa (1886).

Emilia Pardo Bazán era hija de una familia gallega noble y muy pudiente de España: el conde pontificio de Pardo-Bazán, José María Pardo-Bazán y Mosquera,​ título que Alfonso XIII le concedió a ella en 1908, y Amalia María de la Rúa-Figueroa y Somoza. Su padre, convencido sobre los derechos de la mujer,​ le proporcionó la mejor educación posible, fomentando su amor por la literatura.​ Además de la residencia de la calle Tabernas, la familia poseía otras dos casas, una cerca de Sangenjo, y la otra en las afueras de La Coruña, el Pazo de Meirás. A la edad de nueve años ya empezaba a mostrar un gran interés por la escritura. En la biblioteca paterna encontró acceso a una gran variedad de lecturas; declaró que sus libros preferidos entonces fueron Don Quijote de la Mancha, la Biblia y la Ilíada. En la casa de La Coruña leyó además La conquista de México de Antonio de Solís y las Vidas paralelas de Plutarco. Los libros sobre la Revolución francesa la fascinaban. Durante las estancia de la familia en Madrid durante los inviernos, Emilia asistía a un colegio francés protegido por la Real Casa​ donde fue introducida en la obra literaria de La Fontaine y Jean Racine —lo que le sería especialmente útil posteriormente, dados sus frecuentes viajes a Francia para conectar con el mundo literario europeo y conocer y tratar a relevantes autores como Victor Hugo—. A los doce años la familia decidió quedarse en La Coruña durante los inviernos y allí Emilia estudió con instructores privados. Se negó a seguir las modas que limitaban a las mujeres al aprendizaje de la música y la economía doméstica. Recibió una formación sobre todo tipo de materias con atención especial a las humanidades y a los idiomas, llegando a manejar con soltura el francés, el inglés y el alemán. No pudo acudir a la universidad, vetada para las mujeres por lo que los avances científicos y filosóficos los siguió a través de los amigos de su padre y de los libros.​

Se casó a los 16 años con José Quiroga y Pérez Deza, también de familia hidalga; él tenía 19 años y todavía era estudiante de derecho. La relación era bien vista por los padres de ambos. La boda se celebró en 1868 en Meirás y después de la misma, la pareja recorrió España. El matrimonio no se separó de su familia y durante años vivieron con sus padres y viajaron por Europa.

En 1869 ella y su marido se trasladan a vivir a Madrid cuando el padre, José Pardo, fue elegido Diputado a Cortes tras la Revolución de 1868. Cuando éste dejó su escaño, los cuatro emprendieron un viaje de varios meses a Francia e Italia.

Doña Emilia publicó las crónicas de este viaje en el diario El Imparcial —recogidas después en uno de sus libros de viajes, Por la Europa católica (1901)—, y en ellas denunció la necesidad de europeización de España, recomendando viajar al menos una vez al año como medio para educarse. Según los documentos de la época, su marido José Quiroga era tranquilo y reservado. El matrimonio mantenía una buena armonía, ella lo apoyaba en sus estudios de abogacía y él valoraba los intereses intelectuales de su esposa. Pasaron ocho años de matrimonio hasta tener su primer hijo, Jaime (1876); después nacieron Blanca (1879) y Carmen (1881). En los años siguientes la relación matrimonial se resintió, más a causa de los trabajos intelectuales y literarios de ella que por causas personales, aseguran los cronistas.

En 1876 se dio a conocer su primer trabajo como escritora con Estudio crítico de las obras del padre Feijoo, un ensayo sobre este intelectual gallego del siglo XVIII por el que la escritora siempre tuvo gran admiración, posiblemente por su feminismo avant la lettre. Con la obra ganó un premio, compitiendo en este certamen con Concepción Arenal. En el mismo año publicó su primer libro de poemas, Jaime, que dedicó a su hijo recién nacido, editado por Francisco Giner de los Ríos.


Su primera novela apareció en 1879, Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina, novela romántica y realista al mismo tiempo, localizada en Santiago de Compostela. La publicó en la Revista de España, influida por la lectura de Pedro Antonio de Alarcón y de Juan Valera, y todavía al margen de la orientación que su narrativa tomaría una década después.​ El éxito de la novela la llevó a seguir el mismo camino, publicando en 1881 Un viaje de novios, sobre el matrimonio imprudente de una mujer joven, hija única de un nuevo rico, y un hombre maduro, una obra híbrida, en la que elementos puramente realistas se mezclan con otros propios de la novela de tesis —en este caso, la imprudencia de un matrimonio de conveniencia—​ y con profusas descripciones de paisajes y personajes, que toma de Balzac y Daudet, y que ya anuncian su próximo interés por el naturalismo.

Es también en 1881 cuando se data el inicio de la correspondencia epistolar entre Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós con quien inicialmente mantiene una relación literaria que derivará hacia una intimidad amorosa de larga duración, especialmente tras la separación de Emilia y su esposo a partir de 1883, cuando Galdós se encontraba en el apogeo del triunfo de La desheredada y doña Emilia acababa de publicar La cuestión palpitante.

Pardo Bazán admira el naturalismo francés pero defiende la literatura española y su carácter castizo que considera un realismo propio.​ Aunque parte de su obra está considerada como "naturalista" algunos especialistas establecen que lo relevante es el hecho de que la autora introdujo en España el debate sobre las propuestas de Émile Zola a través de sus ensayos de divulgación periodística.

En 1882 comenzó, en la revista La Época, la publicación por entregas de una serie de artículos sobre Émile Zola y la novela experimental, reunidos posteriormente en el volumen La cuestión palpitante (1883), acreditándola como una de las principales impulsoras del naturalismo en España. En la obra, prologada por Clarín, defiende el realismo "a la española" de sus contemporáneos Galdós y Pereda, y a pesar de que sus ideas habían sido publicadas por entregas anteriormente, causó un gran escándalo.

Se consideró el alegato indecente de una mujer casada y respetable en favor de la literatura francesa considerada atea y pornográfica. En realidad, aunque criticaba el naturalismo defendía el valor literario de Zola y se la identificó con la postura atea y provocativa del escritor.

La obra provocó un importante revuelo​ y recibió numerosos ataques al ser considerada un manifiesto en favor de la pornografía francesa y la literatura atea, sumado el hecho de que la autora era una mujer, esposa y madre.​ Los defensores de la religión y la moral encontraron terreno abonado para el ataque, secundado por algunas personas que habían sido incluso amigas y admiradoras suyas como es el caso de Marcelino Menéndez Pelayo​

Su marido, «horrorizado» —según describen sus biografías— por los ataques recibidos, le pidió que dejara de escribir. Le asustaba —detallan algunas biografías de Pardo Bazán— que identificaran a su esposa con el personaje femenino valiente y revolucionario de su novela La tribuna. Emilia se negó. Se fue de viaje a Italia y no volvieron a vivir juntos. Con el escándalo el libro aumenta sus ventas y aumenta la notoriedad de la escritora.​ Desde Francia Zola acogió positivamente el texto y se mostró sorprendido de que la autora fuera una mujer.

En 1883 publica La Tribuna, considerada la primera novela social y la primera novela naturalista española. Cuenta la historia de una mujer obrera y refleja el ambiente de trabajo en una fábrica, mostrando el ambiente de las cigarreras de La Coruña a la que da el nombre literario de Marineda.​ Es la historia de una huelga y su protagonista es una joven valiente y resuelta que encabeza las reivindicaciones obreras, una mujer guapa engañada por un «señorito» que la seduce y la abandona y termina con los gritos populares a favor de la República al tiempo que ella da a luz a su hijo.

Emilia Pardo Bazán incorpora por primera vez en la novela española al proletariado —antes que Pérez Galdós y Blasco Ibáñez— y describe los métodos industriales, formas de trabajo, duros horarios y el ambiente obrero en años de intensa movilización social, a la vez que realiza también un profundo análisis del mundo femenino y de la doble jornada de las obreras siendo madres y trabajadoras.

A partir de 1884 y tras el escándalo generado por La cuestión palpitánte, Pardo Bazán comenzó a distanciarse del «zolismo» sin suponer la descalificación de la doctrina del maestro por el que siempre guardará admiración. «Los primeros síntomas de tal alejamiento se hacen explícitos en sus Apuntes autobiográficos (1886), cuando, refiriéndose al libro de 1883, declara que en él examina «la estética naturalista a la luz de la teología, descubriendo y rechazando sus elementos heréticos, deterministas y fatalistas, así como su tendencia al utilitarismo docente, e intentando un sincretismo que deja a salvo la fe» (O. C., III, pp. 722-723). «Un paso más en ese proceso se manifiesta al año siguiente, en sus conferencias sobre la literatura rusa; en ellas, más que —como a veces se ha dicho— sustituir en su devoción a Zola y el naturalismo francés por Tolstoi y el espiritualismo ruso, doña Emilia ofrece una visión más totalizadora y comprensiva de lo que en el movimiento literario europeo ha significado la propuesta de «le roman expérimental», señala José Manuel González Herrán, catedrático de Literatura Española, especialista en su obra. En 1885 publicó La dama joven en la que habla de crisis matrimoniales, justo en el momento en el que empieza la separación entre ella y su marido.

Tanto el Naturalismo practicado por Pardo Bazán como el de Galdós, frente a los principios ideológicos y literarios de Zola, acentuaba la conexión de la escuela francesa con la tradición realista española y europea lo que le permitía acercarse a un ideario más conservador y católico en lo que respecta a ella, que nunca abandonó el catolicismo, por más que admitiera las bases ideológicas del determinismo social y darwinista.

El método naturalista culminó en Los pazos de Ulloa (1886-1887), su novela más famosa, y la obra que la consagró como una de las grandes escritoras de la literatura española. En ella describe la decadencia de la oligarquía terrateniente que ha perdido su papel de liderazgo social, la nobleza degradada, patética pintura de la decadencia del mundo rural gallego y de la aristocracia. Un año más tarde publica su continuación con La madre naturaleza (1887), fabulación naturalista en la que cuenta los amores incestuosos entre dos jóvenes que no saben que son hermanos.

A partir de los años 90 Pardo Bazán se aparta del naturalismo y explora nuevos caminos literarios como el idealismo y el simbolismo también tendencias europeas. Sigue escribiendo novelas que influenciarán a Vicente Blasco Ibáñez, uno de los grandes escritores de fin de siglo.

La separación amistosa de su marido le permitió a Pardo Bazán seguir con libertad sus intereses literarios e intelectuales sin obstáculos. Se preocupó, ya no sólo de polémicas literarias, sino de intervenir en el periodismo político y de luchar incansablemente por la emancipación social e intelectual de la mujer. Publicó ensayos como La revolución y la novela en Rusia (1887) o La mujer española (1890) y sus conferencias en instituciones de renombre tenían tanto éxito que con frecuencia era invitada a repetirlas. Tal popularidad le granjeó en ocasiones enemistades entre los escritores de su tiempo, que veían invadido un sector tradicionalmente reservado a los hombres por una mujer considerada más competente que muchos de ellos. Esto le llevó a decir: «Si en mi tarjeta pusiera Emilio, en lugar de Emilia, qué distinta habría sido mi vida.»

En 1888 visitó en Venecia al pretendiente carlista al trono de España y los artículos que escribió a raíz de la visita contribuyeron a la escisión del carlismo.

Coincidiendo con la muerte en 1890 de su padre, su obra evolucionó hacia un mayor simbolismo y espiritualismo, patente en Una cristiana (1890), La prueba (1890), La piedra angular (1891), La quimera (1905), La sirena negra (1908) y Dulce dueño (1911). Esta misma evolución se observa en sus más de quinientos cuentos y relatos, recogidos en Cuentos de la tierra (1888), Cuentos escogidos (1891), Cuentos de Marineda (1892), Cuentos sacro-profanos (1899), entre otros.

En Una Cristiana y La Prueba, de 1890, parece trabar polémica a través de la ficción con algunos de sus detractores morales, como el padre Coloma, Menéndez Pelayo y Pereda. La diferencia de edad entre enamorados, el cruce de afectos o deberes familiares y el remordimiento religioso son ingredientes clave. Adán y Eva, que agrupa las novelas Doña Milagros (1894) y Memorias de un solterón (1896), parece, según algunos críticos literarios, la justificación de su relación con Galdós. En La Quimera (1905), sin embargo, vuelve al aguafuerte para retratar el Madrid polvoriento.

En su afán reformador, en 1890 doña Emilia aprovechó la herencia paterna para crear una revista de pensamiento social y político totalmente escrita y financiada por ella: Nuevo Teatro Crítico, titulada en homenaje a Benito Jerónimo Feijoo del que fue seguidora. En ella se incorporaron ensayos, críticas literarias, noticias sobre otros escritores y estudios de actualidad política y social con el objetivo de reflejar la vida intelectual de su época. En un principio tuvo éxito, su estilo directo y sinceridad acrecentó la polémica que ella no desdeñó y le crean fama de vehemente y revolucionaria. La experiencia duró tres años y en su despedida a los lectores declaró que había perdido en la empresa humor y dinero.

La rica obra de Emilia Pardo Bazán incluye también los libros de viajes, como Por Francia y por Alemania (1889), Por la España pintoresca (1895) y las biografías San Francisco de Asís (1882) y Hernán Cortés (1914). Varela Jácome ha descubierto una novela inédita: Selva.

En el año 2012, se publicó por primera vez en España su primera novela, escrita con 13 años de edad, Aficiones peligrosas.

Sus extensísimas Obras completas se imprimieron ya en vida (Obras Completas, Madrid: Imprenta A. Pérez Dubrull, 1891, 43 vols.), pero la que parece más completa es la póstuma de 1924 (Obras Completas, Valladolid: Imprenta Colegio de Santiago, S. A., 1924). Federico Carlos Sainz de Robles hizo otra edición con estudio y notas, pero limitada a su narrativa: Obras Completas (Novelas y Cuentos) con estudio preliminar, notas y prólogo de Federico Carlos Sainz de Robles (Madrid: Aguilar, 1947, 2 vols.) La misma editorial imprimió una selección con ese título en 1973 encomendada a un hispanista especializado: Obras Completas, introducción bibliográfica, selección de material crítico, prólogo, clasificación de cuentos, notas y apéndices de Harry Kirby. (Madrid: Aguilar, 1973 3 vols.) La Biblioteca Antonio de Castro asumió desde 1999 la publicación entera de sus Obras Completas (Madrid: Fundación José Antonio de Castro, 1999-...) por parte del especialista Darío Villanueva.

Pardo Bazán fue una abanderada de los derechos de las mujeres y dedicó su vida a defenderlos tanto en su trayectoria vital como en su obra literaria. En todas sus obras incorporó sus ideas acerca de la modernización de la sociedad española, sobre la necesidad de la educación femenina y sobre el acceso de las mujeres a todos los derechos y oportunidades que tenían los hombres.

Su cuidada educación y sus viajes por Europa le facilitaron el desarrollo de su interés por la cuestión femenina. En 1882 participó en un congreso pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza celebrado en Madrid, criticando abiertamente en su intervención la educación que las españolas recibían considerándola una «doma» a través de la cual se les transmitían los valores de pasividad, obediencia y sumisión a sus maridos. También reclamó para las mujeres el derecho a acceder a todos los niveles educativos, a ejercer cualquier profesión, a su felicidad y a su dignidad.

Aún consciente del sexismo en los círculos intelectuales, propuso a Concepción Arenal para la Real Academia Española, pero la candidatura fue rechazada; tampoco aceptaría esta institución a Gertrudis Gómez de Avellaneda, ni su propia candidatura (fue rechazada tres veces, en 1889, en 1892 y en 1912), por más que en 1906 llegara a ser la primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera en ocupar una cátedra de literaturas neolatinas en la Universidad Central de Madrid (en 1916)​ además de ser nombrada en 1910 Consejera de Instrucción Pública por Alfonso XIII.

Pardo Bazán tuvo una intensa vida social que no limitó su actividad como escritora. Concentraba sus actividades sociales durante los meses de estancia en Madrid y sus trabajos literarios en los meses que pasaba en Galicia, generalmente en el Pazo de Meirás.

Desde su primer traslado a Madrid comienza a relacionarse con políticos e intelectuales de la época entre ellos Giner de los Ríos, amigo de sus padres, con quien compartió el interés por la educación y las preocupaciones reformistas y a quien consideró uno de sus mejores amigos.​ También Menéndez Pelayo de quien acaba distanciándose tras la polémica de sus escritos de 1883. Tuvo también amistad con Pérez de Ayala, Miguel de Unamuno, Ramón de Campoamor, a cuyas tertulias acudía, o Wenceslao Fernández Flórez.

Desde 1880 mantenía relaciones epistolares con Menéndez Pelayo y otros escritores críticos como Clarín7​ que fue muy amigo suyo y prologó su polémico libro La cuestión palpitante. En ella dice que es «simpática, valiente y discretísima», pero años más tarde declara que se arrepiente del prólogo y empieza a criticar sus obras.

Tenía múltiples enfrentamientos con José María de Pereda especialmente cuando éste declaró que una mujer no podía ser académica y mejor relación con Valera aunque tampoco le apoyó cuando Pardo Bazán quiso entrar en la Academia.

Admiró y apoyó las obras de los pintores más vanguardistas de la época como Sorolla y Aureliano de Beruete y entre los políticos más importantes de la época destaca su amistad con Castelar, Pi y Margall, Cánovas y Canalejas, con quien tuvo muchos debates y contactos.

De acuerdo con Brian J. Dendle, su naturalismo bebe parcialmente de las teorías tardodecimonónicas de herencia racial y atavismo racial.​ Era buena conocedora de las teorías raciales aplicadas a la criminología de Cesare Lombroso.​ Con una matriz ideológica católica afín a Pidal, tuvo no obstante ideas racistas. Albergó convicciones antisemitas que le hicieron denigrar tanto a sefarditas como a askenazíes.​ En 1899 trató de justificar el antisemitismo del caso Dreyfus desde las páginas de La Ilustración Artística: «El asunto Dreyfus no es sino episodio de la lid secular que ensangrentó en la Edad Media las calles de Valencia y de Toledo» [...] «La cruzada contra Dreyfus se explica, y al explicarse queda medio justificada».

Se casó a los 16 años con José Quiroga y Pérez Deza de cuyo matrimonio nacieron tres hijos: Jaime (1876), Blanca (1879) y Carmen (1881). Se separaron en 1884, cuando se inició una separación amistosa, él se retiró a vivir a sus propiedades gallegas y ella continuó con su actividad de escritora en Madrid y Galicia.​ Él siguió con interés su carrera e incluso en alguna ocasión es el organizador de algún homenaje que ella recibe en Galicia. Cuando en 1912 murió, la escritora guardó luto riguroso durante un año.

Posteriormente inició una relación amorosa con Benito Pérez Galdós, por entonces cercano también al naturalismo, con quien había mantenido previamente una relación literaria. La confirmación de esta relación que durará más de veinte años ​y sus detalles, se revelaron a partir de 1970 tras la publicación de 32 cartas inéditas de Emilia a Galdós.​ Según Bravo-Villafante es posible que la correspondencia con Galdós datase de 1881. De su correspondencia inédita se deduce que la amistad literaria derivó hacia una intimidad amorosa de larga duración no exenta de sobresaltos a causa de sus relaciones esporádicas con jóvenes como Narcís Oller o Lázaro Galdiano. Infidelidades que según estudios posteriores dolieron al escritor. La relación de don Benito con doña Emilia pasó por momentos delicados cuando ella se permitió una aventura con Lázaro Galdiano, «un error momentáneo de los sentidos, fruto de las circunstancias imprevistas», según lo calificó ella. Al escritor le dolió profundamente la infidelidad, que, debidamente disfrazada, quedó reflejada en dos novelas de él —La incógnita y Realidad— y en una de ella —Insolación—.​ La relación se caracteriza por una gran admiración mutua y la correspondencia revela una gran amistad y una gran intimidad literaria y amorosa.​

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