Gilbert Keith Chesterton (pronunciado como /'gɪlbət ki:θ 'ʧestətən/, Londres, 29 de mayo de 1874-Beaconsfield, 14 de junio de 1936), más conocido como G. K. Chesterton, fue un escritor y periodista británico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes.
Se han referido a él como el «príncipe de las paradojas». Su personaje más famoso es el Padre Brown, un sacerdote católico de apariencia ingenua, cuya agudeza psicológica lo vuelve un formidable detective, y que aparece en más de cincuenta historias reunidas en cinco volúmenes, publicados entre 1911 y 1935.
Arthur Chesterton fue padre de seis hijos, el mayor de ellos de nombre Edward, quien contrajo matrimonio con Marie Louise Grosjean. Los Chesterton tenían una agencia inmobiliaria y topográfica radicada en Kensington, a la cual estaba dedicado Edward, pero su inquietud era el arte y la literatura. Tras contraer matrimonio, los Chesterton Grosjean se mudaron a Sheffield Terrace, Kensington, donde concibieron a Beatrice y a Gilbert.
Gilbert Keith nació en Campden Hill, Londres, el 29 de mayo de 1874, en el seno de una familia de clase media. Chesterton da comienzo a su Autobiografía relatando el día, año y lugar de su nacimiento. La forma en la que ofrece esa información permite apreciar su fe en la tradición humana, ya que, en su opinión, sólo a través de ésta se pueden conocer muchas cosas que de otra forma no se podrían saber.
«Doblegado ante la autoridad y la tradición de mis mayores por una ciega credulidad habitual en mí y aceptando supersticiosamente una historia que no pude verificar en su momento mediante experimento ni juicio personal, estoy firmemente convencido de que nací el 29 de mayo de 1874, en Campden Hill, Kensington, y de que me bautizaron según el rito de la Iglesia anglicana en la pequeña iglesia de St. George…»
A una edad no muy avanzada, Edward tuvo un problema cardiaco, por lo que debió abandonar el negocio familiar, pero continuaba percibiendo una renta de él. Fue entonces cuando se pudo dedicar tranquilamente a su jardín, a la literatura y al arte.
Tanto Edward como Marie Louis no eran devotos creyentes, y ambos aceptaron bautizar a Gilbert más que nada por una especie de presión social y tradición familiar, ya que ellos se podrían definir como «librepensadores» al estilo de la época victoriana. El bautismo tuvo lugar en una pequeña iglesia anglicana llamada St. George. Al respecto, Joseph Pearce señala: «La "mera autoridad" no era la de la Iglesia, sino la del convencionalismo».
Edward y Marie Louise tuvieron tres hijos. El biógrafo Pearce señala que Gilbert tuvo una hermana mayor llamada Beatrice, quien lamentablemente murió muy joven, y que en la casa de los Chesterton estaba prohibido hablar del tema. Ada Jones señala en su biografía de los hermanos, titulada «Los Chesterton», que el padre, Edward, a quien lo llamaban «Mister Ed», tenía prohibido hablar del tema, las fotos de Beatrice fueron sacadas de la casa y las que quedaron estaban mirando a la pared. El otro hijo se llamaba Cecil y nació poco después que Gilbert. G. K. cuenta que se alegró enormemente con el nacimiento de Cecil, ya que al fin iba a tener con quién discutir. Ada Jones, en su biografía, cuenta que un día, durante un paseo familiar, Gilbert y Cecil iniciaron un diálogo en medio de un jardín cuando empezó a llover y, a pesar de ello, continuaron la conversación hasta que la terminaron.
Su educación se iniciaría en la preparatoria «Colet Court», en 1881; su enseñanza en aquel lugar duró hasta 1886, y en enero de 1887 ingresó a un colegio privado de nombre «St. Paul» en Hammersmith Road. Gilbert describiría el sistema educativo, o mejor dicho, lo que él opinaba de este como «ser instruido por alguien que yo no conocía, acerca de algo que no quería saber».
Luego estudiaría dibujo y pintura en la «Slade School of Art» (1893-1896), se volvió diestro como dibujante y más adelante llegó a contribuir con ilustraciones tanto para sus propias obras, como es el caso de Barbagrís en escena, cuanto para los libros de su amigo Hilaire Belloc.
Durante esta época se interesó por el ocultismo. En su Autobiografía señala que dentro del grupo de los que realizaban espiritismo, ocultismo o «juegos con el demonio», él era el único de los presentes que realmente creía en el demonio. Lo señalaría de la siguiente forma:
«Me imagino que ellos no son casos raros. De todos modos, el punto está aquí que baje lo suficiente como para descubrir al diablo y, aún de algún débil modo, de reconocer al diablo.
Al menos nunca, aún en esta primera etapa vaga y escéptica, me complací muchísimo de los argumentos corrientes sobre la relatividad del mal o la irrealidad del pecado. Quizás, cuando eventualmente emergí como una especie de teórico, y fui descrito como un Optimista, fue debido a que yo era una de las pocas personas en aquel mundo de diabolismo que realmente creía en los diablos.»
Luego de un periodo de autodescubrimiento, se retiró de la universidad sin alcanzar un título y comenzó a trabajar en diferentes periódicos. Trabajó como editor de literatura espiritista y teosofía, asistiendo a reuniones de ambos campos.
Chesterton era un hombre grande físicamente, medía 6 pies y 4 pulgadas (1.93 m) y pesaba 286 libras (130 kg). Esta peculiaridad dio origen a una famosa anécdota. Durante la Primera Guerra Mundial, una mujer en Londres le preguntó por qué no estaba "afuera en el Frente", a lo que él respondió: "Si te colocas de lado, verás que sí estoy muy afuera al frente". En otra ocasión, Chesterton le comentó a su amigo George Bernard Shaw: "Al verte, cualquiera pensaría que una hambruna asoló Inglaterra", a lo que éste respondió: "Al verte, cualquiera pensaría que tú causaste la hambruna". P. G. Wodehouse describió en una ocasión un sonido de choque muy fuerte como "un sonido como si G.K. Chesterton cayera sobre una lámina de hojalata".
Chesterton solía llevar una capa y un sombrero arrugado, con un palo espada en la mano, y un cigarro colgando de su boca. Él tenía una tendencia a olvidar a dónde se suponía que debía ir, y a perder el tren que se suponía que lo llevara allí. Se ha informado que en muchas ocasiones, le enviaba un telegrama a su esposa Frances desde algún lugar lejano, escribiéndole cosas como "Estoy en el Mercado Harborough. ¿Dónde debería estar?". A lo que su esposa respondía "En casa". Debido a estos casos de falta de atención, y el hecho de que Chesterton era extremadamente torpe de niño, se ha especulado que Chesterton era un caso no diagnosticado de dispraxia o de trastorno por déficit de atención.
Maisie Ward, en su biografía de Chesterton, escribió que durante su última convalecencia, en sus sueños, en un estado semiconsciente, dijo: “El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras; cada uno debe elegir de qué lado está”.
El 12 de junio se encontraba con el E.C. Bentley, y más tarde llegó el párroco Monseñor Smith para ungirle con los santos óleos. Tras la partida de éste, apareció el reverendo Vincent McNabb, quien entonó el “Salve Regina” junto a la cama del convaleciente que se encontraba inconsciente. En su biografía, Joseph Pearce señala que el padre McNabb «…vio la pluma de Chesterton sobre la mesilla de noche y la cogió y la besó».
Frances, quien estuvo durante toda su convalecencia al lado de su marido, lo vio despertar por última vez, estando presentes ella y Dorothy, la hija adoptiva de ambos. Al reconocerlas, Chesterton dijo: «Hola, cariño». Luego, dándose cuenta de que Dorothy también estaba en el cuarto, añadió: «Hola, querida». Estas fueron sus últimas palabras.11 Pearce continúa el relato diciendo que estas últimas palabras no son lo que muchos esperarían de uno de los más grandes escritores del siglo XX, y señala: «Aun así, sus palabras fueron sumamente apropiadas; en primer lugar, porque estaban dirigidas a las dos personas más importantes de su vida: su mujer y su hija adoptiva; y en segundo lugar, porque eran palabras de saludo y no de despedida, significaban un comienzo y no el final de su relación».
Chesterton murió el 14 de junio de 1936, en su casa de Beaconsfield, Buckinghamshire, Inglaterra, luego de agonizar varios días postrado en su cama, al lado de su esposa Frances y de su hija Dorothy.
Chesterton escribió alrededor de 80 libros, varios cientos de poemas, alrededor de 200 cuentos e innumerables artículos, ensayos y obras menores.
Al comienzo de su carrera se hizo conocido por sus artículos periodísticos, y dio un gran salto cuando publicó su primera novela El Napoleón de Notting Hill (1904), la cual inspiró a Michael Collins en su defensa irlandesa ante los ingleses. A ésta le siguieron otros libros de crítica, como "Dickens" (1906) y "G.B. Shaw" (1909).
Iba perfilando así sus opiniones, que exponía con un aire acentuadamente polémico y no exento de humor. Combatía todo lo que consideraba errores modernos: al racionalismo y al cientificismo oponía el sentido común, la fe y la filosofía medieval, en particular la de Tomás de Aquino; a la crueldad de la civilización industrial y capitalista, el ideal social de la Edad Media, que para él se traducía modernamente en el ideal distributista.
Tras las huellas de una obra titulada "Herejes" (1905), Chesterton publicó tres años después "Ortodoxia" (1908), que refleja la historia de su evolución espiritual (que más tarde lo llevaría al seno de la Iglesia católica). Su actitud apologética se refleja en otra obra de esos años, titulada "La Esfera y la Cruz" (1910).
Su actitud ante los problemas sociales la definió en "Qué está mal en el mundo" (1910). De 1908 data su novela más conocida, El hombre que fue Jueves, una alegoría sobre el mal y el libre albedrío.
En 1912 compone "La Balada del Caballo Blanco", extenso poema épico sobre el rey Alfredo el Grande y su defensa del reino de Wessex contra los daneses el año 878, y del cual C. S. Lewis sabía muchos versos.
J. R. R. Tolkien, que en su juventud lo consideraba excelente, en una carta a su hijo comenta que lamentablemente G. K. Chesterton, con toda la admiración que le merecía, no conocía nada sobre lo nórdico.
En 1922 publicó Mi visión de Estados Unidos, fruto de su primer viaje a Estados Unidos y Canadá.
De 1925 es El hombre eterno, que versa sobre la Historia del mundo, y está dividido en dos partes, la primera trata sobre la humanidad hasta el año 0 y la segunda desde ese año en adelante. Este libro nació como reacción a uno publicado por H. G. Wells sobre la Historia de la Humanidad, al cual, tanto Chesterton como Belloc, le criticaban que de sus cientos de páginas, las dedicadas a Jesús eran ínfimas. Algunos afirmaron que El hombre eterno fue su libro más trascendente a causa de su influencia en literatos como C.S. Lewis y Evelyn Waugh.
Sus obras son frecuentemente editadas en otros idiomas. En la Argentina su pensamiento ha adquirido un auge todavía mayor desde finales del siglo XX, dadas las constantes reediciones y la aparición de obras desconocidas para el público de habla hispana: Mi visión de Estados Unidos, La Iglesia católica y la conversión, De todo un poco, La Tierra de los Colores, La Nueva Jerusalén, Cien años después, etc.
En el primer relato (La cruz azul) del primer libro, Chesterton describe al Padre Brown visto desde los ojos del detective Valentine.
”El pequeño sacerdote era la esencia misma de aquellas llanuras Orientales; tenía una cara redonda y embotada como un buñuelo de Norfolk; tenía unos ojos tan vacíos como el Mar del Norte, y llevaba varios paquetes de papel de estraza que no conseguía mantener juntos”.
La popularidad a mayor escala la consiguió con una serie de relatos policíacos en los que un sacerdote católico, el Padre Brown, personaje de aspecto humilde, descuidado e inofensivo, acompañado siempre de un gigantesco paraguas, suele resolver los crímenes más enigmáticos, atroces e inexplicables gracias a su conocimiento de la naturaleza humana antes que por medio de piruetas lógicas o grandes deducciones.
La habilidad del autor consiste en sugerir que la explicación "irracional" es la única y la más racional, para después develar la sencilla respuesta al misterio. O dicho de modo diferente, en casos donde se invoca la presencia de lo sobrenatural y otros se convencen rápidamente de la obra de un milagro o de la intervención de Dios, el Padre Brown, a pesar de su devoción, es hábil para encontrar de inmediato la explicación más natural y perfectamente ordinaria a un problema en apariencia insoluble.
Chesterton compuso alrededor de una cincuentena de relatos con este personaje publicados originalmente entre 1910 y 1935 en revistas británicas y estadounidenses. Luego se recopilaron en cinco libros (El candor del Padre Brown, La sagacidad del Padre Brown, La incredulidad del Padre Brown, El secreto del Padre Brown y El escándalo del padre Brown). Tres cuentos fueron publicados más tarde: "La vampiresa del pueblo", "El caso Donnington", descubierto en 1981, y "La máscara de Midas", terminado poco antes de la muerte del autor y hallado en 1991.
Hay traducción de todos ellos en Los relatos del padre Brown (Acantilado), por Miguel Temprano García, de 2008. La más reciente es "El Padre Brown. Relatos completos" (Ediciones Encuentro), de 2017, con las mejores traducciones de sus libros.
El personaje del Padre Brown fue llevado numerosas veces a la pantalla; entre las más sonadas, figuran las adaptaciones de Edward Sedgwick (1934), Robert Hamer (1954, con Alec Guinness en el papel principal) y la serie televisiva inglesa de 1974 protagonizada por Kenneth More.
Siempre se caracterizó por sus paradojas, el hecho de comenzar sus escritos con alguna afirmación que parece de lo más normal, y haciendo ver que las cosas no son lo que parecen, y que muchos dichos se dicen sin pensarlos a fondo, cabe destacar que siempre se apoyaba en la argumentación que en su denominación latina es llamada reductio ad absurdum:
"He aquí una frase que oí el otro día a una persona muy agradable e inteligente, y que cientos de veces he oído a cientos de personas. Una joven madre me dijo: «No quiero enseñarle ninguna religión a mi hijo. No quiero influir sobre él; quiero que la elija por sí mismo cuando sea mayor.» Ése es un ejemplo muy común de un argumento corriente, que frecuentemente se repite, y que, sin embargo, nunca se aplica verdaderamente".
Un ejemplo puede ser su novela El hombre que fue Jueves, en la que un investigador se infiltra en una sociedad anarquista para descubrir al fin, sorprendido, que la sociedad anarquista está enteramente formada por espías infiltrados en ella, incluido su mismo presidente.
Su amistad con George Bernard Shaw lo llevó a mantener una larga correspondencia y a juntarse a tratar sobre los temas más diversos, al igual que debatir abiertamente en los periódicos de la época, así también hacia con otros personajes intelectuales como H.G. Wells.
En 1928 Shaw se juntó con Chesterton y Hilaire Belloc para debatir en público en un auditorio, el título del debate era ¿Estamos de Acuerdo? Algo que todos sabían que su respuesta era… no. Luego de la introducción al debate por parte de Belloc, Shaw comienza su argumentación haciendo una comparación entre los escritos de ambos, en la cual se puede apreciar la descripción del estilo literario de las novelas detectivescas de Chesterton por parte de un escritor, ganador del Premio Nobel y de un Oscar al Mejor Guion Adaptado:
"El Sr. Chesterton cuenta e imprime las más extravagantes mentiras. Toma sucesos ordinarios de la vida humana- del hombre común de la clase media- y les da un monstruoso, extraño y gigantesco contorno. Llena jardines suburbanos con los homicidios más imposibles, y no sólo inventa los homicidios, sino que también triunfa en descubrir al homicida que nunca cometió los homicidios. Yo hago una cosa muy parecida. Yo promulgo mentiras en la forma de obras; pero mientras el Sr. Chesterton toma eventos que ustedes considerarían ordinarios y los hace gigantes y colosales para revelar su esencia milagrosa, yo estoy más inclinado a tomar estas cosas en sus completos lugares comunes, y entonces introducir entre ellos escandalosas ideas que escandalizan a los ordinarios espectadores (de la obra) y los envía preguntándose si acaso él había estado parado sobre su cabeza toda su vida, o si acaso yo estaba parado en la mía.
Su estilo, fundado en la paradoja y la parábola o relato simbólico, lo acerca según Jorge Luis Borges, un profundo admirador suyo, a uno de sus contemporáneos: Franz Kafka.
Chesterton, en sus novelas del Padre Brown cuenta historias como la de un hombre asesinado por sus sirvientes mecánicos (El hombre invisible); de un libro que produce la muerte de quien lo lee (El maligno influjo del libro); de un extraño aristócrata que muere en su castillo donde lo acompañaba un criado discapacitado intelectualmente que es el único que lo ha visto los últimos años y no quiere decir qué ha sucedido con todo el oro que misteriosamente ha desaparecido sin dejar rastro, especialmente en imágenes religiosas que «no están simplemente sucias ni han sido rasguñadas o rayadas por ocio infantil o por celo protestante, sino que han sido estropeadas muy cuidadosamente y de un modo muy sospechoso. Donde quiera que aparecía en las antiguas miniaturas el antiguo nombre de Dios, ha sido raspado laboriosamente. Y sólo otra cosa ha sido raspada: el halo en torno a la cabeza del niño Jesús...» (La honradez de Israel Gow); de una muchacha rica que aparece muerta al caer por el hueco de un ascensor y lo que parece un simple accidente deja de serlo al aparecer una extraña nueva secta de la cual ella formaba parte y que adora al sol (El ojo de Apolo) o de un héroe histórico que es mostrado bajo un perfil extraño y aterrador al descubrir el padre Brown la verdad oculta tras el mito (La muestra de la espada rota).
Otra de las más notables antologías del autor es El hombre que sabía demasiado, donde el investigador Horne Fisher resuelve crímenes, más por su profundo conocimiento de las intimidades de los involucrados en cada caso que por sus conocimientos acerca de todas las ramas del saber humano.
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