viernes, 3 de mayo de 2019

Forte Amore

 "Forte Amore"
Jull Antonio Casas Romero


"El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quien es” Jorge Bucay


Es media tarde y las hojas caen al débil ritmo del céfiro decadente, tapizan profusamente los jardines del parque, mientras José espera a su adoración. 
Fue amor a primera vista, una pasión que surgió incontenible, primero entre sombras, enviando mensajes con poemas olvidados, miradas fugaces a la salida del instituto, indirectas mediante amigos de confianza, lances de juventud. 
Entonces, el amor confabuló; Eros tuvo un trabajo muy sencillo al unir a esta pareja, que fue perfecta desde un inicio, todo era color de rosa, cuidando mil detalles, la Luna envuelta en tules, mariposas insomnes en el estómago, deleites orientales sin parangón, inmortalidad en los ojos, indestructible felicidad. Entonces llego el día que buscaron algo más tangible, algo qué poner en el altar sagrado del templo de su devoción eterna.

Julia llega un poco tarde al parque, apenas cinco minutos, pero no importa, las dudas juveniles que han llenado el alma de José quedan de lado, se abrazan, no hay nada más allá de sus ojos, entonces, sin mediar palabra, unen sus manos y se alejan, caminando en dirección al puente Bolognesi de la ciudad de Arequipa.
Cuenta la leyenda que dos amantes desafortunados quisieron perennizar su afecto en el “Ponte Milvio” de Roma, decidiendo consagrar juntos su pasión desesperada, en aras de un amor incomprendido y perseguido, eran de familias rivales, como había tantas en esa época de vendettas y lances románticos. La pareja que ocultaba su amor desdichado, en un momento de resolución fatal, se allegó al puente, subió a la baranda y tomándose de las manos se precipito hacia la corriente de agua. Pero tuvieron el hado extraño, que al unir sus manos, sus anillos se trabaran entre sí y estos a las rejas del puente, suspendiendo su ofrenda y evitando que cayeran al Tíber. Este acto casual los salvó, pues sus familias atribuladas llegaban en ese momento para evitar la tragedia y abrazarlos, aprobando este cariño fatídico tan especial.




En memoria de este acontecimiento, la pareja del Ponte cerró un candado en la verja del viaducto, luego arrojaron la llave a la corriente, eternizando su amor de esta sublime forma. La historia trascendió, pronto toda Europa vio colgados estos símbolos de unión en los hierros de muchos puentes. Lugares como el “Pont des Arts” en París, o el “Ponte Vecchio” en Florencia, estuvieron pronto atestados de recuerdos, con candados de diversa factura y forma, muchos de ellos añadiendo las iniciales y nombres de la pareja, inclusive recuerdos especiales, tales como velos de novia, o aros de compromiso que se ponían enlazados en las anillas del candado. Este acto siempre unía a los novios, fortalecía su pasión, les recordaba que el amor puede consolidarse y mantenerse más allá de lo real.
José y Julia oyeron el relato y quisieron enlazarse de esa forma, con un acto muy romántico y con tanto sentimiento, que pensaron los uniría más en su afecto, compraron un gran candado de marca Forte con forma de corazón, que un misterioso dependiente de San camilo, el mercado local, certificó era el más seguro y durable. El vendedor les contó que la marca había encargado su fabricación a un orfebre de Italia, el cual descendía de la familia original del Ponte y que el candado añadía un sortilegio especial de amor, pues muchas parejas lo solicitaban para asegurar sus sentimientos, con el acero de las forjas de la ciudad del amor. 

Ofreció grabar sus nombres, en bajo relieve, en la superficie del símbolo, combinando una gota de la sangre de la pareja con la gama de su tintero, lo cual enlazaría su destino permanentemente al del símbolo romántico. Ellos aceptaron, querían legitimar que todo se realizaba en aras de su amor eterno, y luego de pagar una suma exorbitante y recoger su reliquia, se encaminaron juntos al Puente Bolognesi. 
Al llegar al sitio, buscaron un punto adecuado que estuviera resguardado de cualquier indiscreción o mirada infame. Encontraron el sitio exacto en el centro de la baranda, cerraron el candado y luego tiraron la llave al río Chili envuelta en una hoja seca que guardaron del lugar de su primera cita, de aquel parque que acogió su amor en el otoño, recordando su primer beso como señal de su apego eterno. 
Desde ese momento hubo, si puede caber la idea, mucho más amor, podríamos decir que ese afecto brillaba y todos los que los veían en la calle volteaban admirados, ellos evidenciaban entre sí una estima celestial que transmitía divinidad en lo que su aura expresaba, trasmutando la eternidad en su mirada, pero no todo fue perfecto, pasó algún tiempo y algo sucedió.
Sobrevinieron pequeñas diferencias, el amor poco a poco se deterioraba, imperceptiblemente surgían riñas, diferencias que se empezaron a ver más grandes, la situación escapaba de las manos. La crisis llegó y un día discutieron muy fuertemente, José salió de casa dando un portazo, rompiendo vidrios, oyendo al alejarse los gritos de desamor de Julia. Caminó sin detenerse por las calles de la ciudad, sin rumbo, sin sentimientos definidos, perdido en sus cavilaciones, hasta que levantó los ojos después de muchas horas, viendo que se hallaba en las inmediaciones del puente Bolognesi. A ese lugar encaminó sus pasos, y al cruzarlo recordó su símbolo especial. Lo buscó con la mirada. Al verlo notó que estaba cubierto de óxido, muy maltratado por la intemperie. 

De forma inconsciente empezó a limpiarlo y acomodarlo, sintiendo en cada plumada que su corazón se consolaba y su dolor desaparecía. Regresó a casa, encontrando a Julia tranquila, le contó lo que había hecho y juntos fueron a caminar por el puente. Sus sentimientos se habían regenerado y brillaban de nuevo, así como ahora el candado estaba limpio en el lugar especial sobre el río.
Las cosas mejoraron en su relación y marcharon bien por varios meses, entonces Julia súbitamente enfermó de gravedad. Visitaron a muchos médicos, consultaron con sanadores especializados, por más que probaron todo, ella tomo un estado de decaimiento progresivo  . Fue hospitalizada. José pasó varias noches en vela, al pie del lecho de enfermedad. Un día que ella estaba dormida se encamino al centro de la ciudad para hacer compras, su camino debía pasar por el puente, al cruzarlo recordó el candado, mudo testigo de sus días felices, y que impasible esperaba fuerte y seguro, protegiendo su amor. 
En un acto reflejo de su inconsciente, lo buscó con la mirada, entonces, al verlo su corazón dio un vuelco, lo habían violentado y estaba casi roto, una mano criminal trato de seccionarlo y casi lo había logrado, quedaba solamente un hilo de metal sujetando la integridad del mecanismo, pero la marca Forte había logrado resistir el empeño de su agresor, se cumplían las palabras del vendedor misterioso, e inclusive creyó entrever entre los viandantes del puente de ese momento al personaje de la tienda que lo observaba fugazmente al pasar entre la multitud. 

José reparó lo mejor que pudo el candado, sin sacarlo de su ubicación. Al volver al hospital halló la feliz noticia de que milagrosamente Julia se hallaba consciente y muy recuperada de la dolencia misteriosa, al cabo de unos pocos días y luego del alta, fueron juntos a completar el arreglo, cuidando de adicionar algunas medidas de seguridad para que el suceso no volviera a repetirse, querían consolidar definitivamente su afecto.
Tuvieron la precaución de peregrinar casi de forma diaria al puente, en casos extremos no pasaba más de una semana para que fueran a vigilar su Forte Amor y asegurar así la resistencia de su sentimiento; pero como no todo es perfecto, un día José sufrió un accidente en el trabajo, no fue nada grave, pero exigía cuidados especializados, fue internado en el hospital y Julia se quedó a su lado para todo lo que hiciera falta. 
José mejoraba notablemente, la ternura de Julia lo fortalecía, hacía más rápida su recuperación. Un día, una noticia en los diarios los conmovió hondamente. Por obras de remodelación, a causa del bicentenario de nacimiento del héroe Francisco Bolognesi, se quitaría definitivamente todo candado o símbolo del puente, y esto sería ejecutado al día siguiente. Sabían que eso significaría que su unión estaba en peligro, y Julia salió del hospital para tratar de detener este atentado contra su amor.
Las gestiones fueron infructuosas, apeló ante el alcalde, rogó ante la institución de cultura de la ciudad; movió cielo y tierra para detener las obras, pero todas las puertas se cerraron ante ella. Aquella noche fue trágica, pues se quedó en el puente junto con muchas otras personas que intentaban detener este sacrilegio al amor. 

Al día siguiente, muy temprano, los operarios encontraron encadenados al puente a decenas de personas, Julia cubría con su cuerpo el sitio donde estaba el candado y se aferraba a este vestigio de sus sentimientos, al empezar la intervención algunos rebeldes fueron detenidos, y en un juego del destino una parte de la reja central se rompió, desplomándose junto con los atados al enrejado. Julia estaba ligada a su amor y cayó a la corriente, ahogándose rápidamente, mientras el rio la arrastraba junto a la verja por los tumbos del Chili. Mientras tanto José, en el hospital, agonizaba, ahogándose con una neumonía fulminante que ningún médico supo explicar.

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