domingo, 26 de abril de 2020

Narrativa Gótica

La narrativa gótica es un género literario nacido en Inglaterra a finales del siglo XVIII, relacionado con el género de terror.

Entre algunas características o tópicos del género podemos encontrar tales como su relación con el arte arquitectural gótico el cómo el entorno se encuentra en constante cambio conforme cambien las emociones del protagonista, el uso de un estilo epistolar (carta), cuenta con una intensa carga descriptiva llamada Efecto de realidad, entre otros.

No puede decirse que haya existido la novela de terror sino hasta la aparición del terror gótico; estrictamente hablando, la primera novela gótica fue El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole, y la última Melmoth el errabundo (1815), de Charles Maturin.[cita requerida] Entre estos autores, el género se desarrolló con obras como Vathek, de William Beckford (1742, originalmente en francés); Los misterios de Udolfo, de Ann Radcliffe (1794); Las aventuras de Caleb Williams, de William Godwin (Londres, 1794); El monje, de Matthew Lewis (1796), y Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki (1805).

Dentro del subgénero narrativo denominado novela, es preciso distinguirla de la narración popular fantástica del folklore y de los cuentos tradicionales de aparecidos, porque se desarrolla fundamentalmente desde fines del siglo XVIII a la actualidad y posee características distintas asociadas al movimiento estético conocido como Romanticismo. En algunos manuales de literatura se hace referencia a la novela gótica también como novela negra,​ si bien este término puede dar lugar en la actualidad a equívocos.

Las características de este género pasan en primer lugar por una ambientación romántica: paisajes sombríos, bosques tenebrosos, ruinas medievales y castillos con sus respectivos sótanos, criptas y pasadizos bien poblados de fantasmas, ruidos nocturnos, cadenas, esqueletos, demonios... Personajes fascinantes, extraños e insólitos, grandes peligros y a menudo cándidas muchachas en apuros; los elementos sobrenaturales podían aparecer directamente o solamente ser sugeridos. Estas ubicaciones y personajes, en tiempo y espacio, respondían a la demanda de temas exóticos característica de la tendencia al medievalismo, el exotismo y el orientalismo propia de la sensibilidad romántica.



Pese a que no existió un movimiento definido como en otras partes de Europa, diversos escritores rusos incursionaron también en el género aportando relatos que exhiben como tema principal las brujas, los hombres lobos y otros personajes oscuros, propios del folclore eslavo. El primer autor, y más prolífico, en dedicar su pluma a los relatos de terror es Gógol, con algunos cuentos cortos como Viy (que cuenta con más de una adaptación cinematográfica), La noche de San Juan, y La noche de mayo o la ahogada. Otros autores rusos que introdujeron historias de terror fueron, Baratynski (El anillo), Somov (El hombre lobo), Karamzin (La isla de Bornholm) y Lermontov (Stuss).

El adjetivo gótico deriva de godo, y, en efecto, en el contexto de este subgénero literario, gran parte de las historias trascurren en castillos y monasterios medievales. En sentido estricto, el terror gótico fue una moda literaria, de origen fundamentalmente anglosajón, que se extendió desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX, como reacción al Racionalismo. En la literatura de terror moderna los viejos arquetipos no desaparecieron totalmente.

El movimiento gótico surge en Inglaterra a finales del siglo XVIII. El renacimiento del gótico fue la expresión emocional, estética y filosófica que reaccionó contra el pensamiento dominante de la Ilustración, según el cual la humanidad sería capaz, solo en uso de la Razón, de llegar a obtener el conocimiento verdadero y la felicidad y virtud perfectas; aunque el Romanticismo demostraría que tan insaciable apetito de conocimiento dejaba de lado la idea de que el miedo podía ser también sublime.

Las ideas de orden de la Ilustración van siendo relegadas y dan paso a la afición por el gótico en Inglaterra y así se va abriendo camino para la fundación de una escuela de este tipo de literatura, derivada de modelos alemanes.

Las narrativas góticas abundan entre 1765 y 1820, con la iconografía que nos es conocida: cementerios, páramos y castillos tenebrosos repletos de misterios, villanos infernales, hombres lobo, vampiros, doppelgänger (transmutadores, o doble personalidad) y demonios, etc..

Los ingredientes de este subgénero son castillos embrujados, criptas, fantasmas o monstruos, así como las tormentas y tempestades, la nocturnidad y el simple detalle truculento, todo ello surgido muchas veces de leyendas populares. La obra fundadora del gótico es El castillo de Otranto, de Horace Walpole (1765). Otras obras claves de esta corriente son Vathek (1786), de William Beckford, Los misterios de Udolfo (1794), de Ann Radcliffe, El Monje, de Matthew Lewis, publicada en 1796, Melmoth el errabundo (1820), de Charles Robert Maturin y Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki. El Romanticismo exploró a fondo esta literatura, casi siempre inspiradora de negredor de sentimientos morbosos y angustiantes, que alcanzó su máximo esplendor en el siglo XIX, a impulsos del descubrimiento del juego mórbido con el inconsciente.

Aunque Julio Verne cultivó sobre todo los géneros de aventuras y de la ciencia-ficción, existe una novela suya poco conocida que posee las características de la novela gótica: El castillo de los Cárpatos. Dicha novela es considerada como una "rara avis" en la producción de Verne y suele considerarse como su única incursión en el género de la novela gótica, reuniendo todos los elementos que la caracterizan: un castillo tenebroso abandonado, una bella cantante de ópera supuestamente secuestrada por un malvado noble (el Barón Gortz), un héroe enamorado dispuesto a rescatarla hasta enloquecer, supersticiones populares sobre fantasmas y aparecidos, etc... Escrita cinco años antes que Drácula comparte no pocos elementos con la obra de Bram Stoker.

Obras de pleno siglo XIX, como Carmilla de Sheridan Le Fanu, Frankenstein de Mary Shelley, "El corazón delator" de Edgar Allan Poe, y, más adelante, "Janet, la del cuello torcido" de R. L. Stevenson, "El Horla" de Guy de Maupassant, Otra vuelta de tuerca de Henry James, etc., puede decirse que superan ampliamente el terror gótico, pues o van más allá, o no reúnen las citadas características. Salvo en casos excepcionales, tienden al formato corto del cuento en menoscabo de la novela; no se recurre a las monjas ensangrentadas, ni son elementos necesarios los aullidos espectrales y los truenos, rayos y centellas de tormentas; no tienen por qué transcurrir en escenarios ruinosos, castillos y monasterios medievales; los fantasmas que presentan no están "encadenados"; apenas tienen que ver con leyendas populares... Por lo tanto pueden considerarse ya como obras plenamente representativas del terror moderno que alcanzará a nuestros días, si bien en este punto la opinión de los críticos está dividida. En los relatos propiamente góticos se advierte un erotismo larvado y un amor por lo decadente y ruinoso. La depresión profunda, la angustia, la soledad, el amor enfermizo, aparecen en estos textos vinculados con lo oculto y lo sobrenatural. La mayoría de los autores sostiene que el gótico ha sido el padre del género de terror, que con posterioridad explotó el fenómeno del miedo con menor interés en los sentimientos de depresión, decadencia y exaltación de lo ruinoso y macabro que fueron el sello de la literatura romántica goticista, y más énfasis en otros elementos.

Fue también escritor de terror el romántico español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), quien incluyó en sus Leyendas algunos relatos de miedo muy meritorios como Maese Pérez, el Organista, El Miserere y El Monte de las Ánimas.

A fines del siglo XIX, Oscar Wilde tomó este subgénero con humor en su relato El fantasma de Canterville.

Los cantos de Maldoror, de Isidore Ducasse —conde de Lautréamont— es una obra considerada como precursora del surrealismo. No obstante, contiene elementos narrativos que permiten rastrear rasgos e influencias de obras como Melmoth el errabundo, según señala Marcelyn Pleynet en su estudio sobre Lautréamont. En el caso de Maldoror, este es presentado como un ser que mediante la metamorfosis acecha a los hombres. Maurice Blanchot y Gaston Bachelard analizan el bestiario de las formas animales adoptadas por Maldoror; este suele denominarse a sí mismo con los apelativos de: «el vampiro», «aquel que no sabe llorar», «el montevideano», entre otros.

Ya en el siglo XX, la escritora estadounidense Anne Rice, cuyas obras mezclan lo cotidiano con historias de vampiros y de erotismo oscuro, ha tratado de revitalizar, temáticamente, el terror gótico. H. P. Lovecraft, por su parte, lograría sintetizar en las primeras décadas del siglo XX la tradición que partía de lo gótico con la ciencia ficción contemporánea. Actualmente, muy de moda nuevamente por el cine, lo gótico ha sido rescatado por autores anglosajones (al menos en determinadas obras) como Angela Carter, P. McGrath, A. S. Byatt, etc.

Según el ensayista César Fuentes Rodríguez, entre las características específicas de la novela gótica se encuentran las siguientes:
  • La intriga se desarrolla en un viejo castillo o un monasterio (importancia del escenario arquitectónico, que sirve para enriquecer la trama).
  • Atmósfera de misterio y suspenso (el autor crea un marco o escenario sobrenatural capaz, muchas veces por sí mismo, de suscitar sentimientos de misterio o terror).
  • Profecía ancestral (una maldición pesa sobre la propiedad o sobre sus habitantes, presentes o remotos).
  • Eventos sobrenaturales o de difícil explicación.
  • Emociones desbocadas (los personajes están sujetos a pasiones desenfrenadas, accesos de pánico, agitaciones del ánimo tales como depresión profunda, angustia, paranoia, celos y amor enfermizo).
  • Erotismo larvado (bajo la atmósfera de misterio laten conflictos amorosos mal resueltos y oscuros impulsos sentimentales. El paradigma de la doncella en apuros es muy frecuente; los personajes femeninos enfrentan situaciones que producen desmayos, gritos, llanto y ataques de nervios. Se apela al sentido de compasión del lector presentando a una heroína oprimida por angustiosos terrores que, normalmente, se convierte en el foco de la trama. Otro paradigma insoslayable es el de la figura masculina tiránica; suele tratarse de un padre, rey, marido o guardián que requiere de la doncella una acción indigna o inadmisible, sea el casamiento forzado, el sacrificio de su castidad o alguna acción todavía más siniestra).
  • Falacia patética (las emociones de los protagonistas intervienen en la apariencia de las cosas, o bien el clima que rodea una escena define el estado de ánimo de los personajes).
  • El terror moderno
  • El terror moderno es la etapa de la literatura de terror que se desarrolla ya a partir de la primera mitad del siglo XIX por obra de precursores, como el estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849) y el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873), cuyas aportaciones, especialmente el llamado terror psicológico, supusieron una profunda transformación de la literatura de terror gótico anterior, de raíces estrictamente románticas, y que, como se ha visto, utilizaba como principal recurso el "susto" y otras técnicas que hoy podrían pasar por anticuadas y rudimentarias.

Ya en las postrimerías del siglo XIX el cuento de horror o de fantasmas experimentaría nuevamente un gran avance como resultado de las aportaciones de los grandes cultivadores que encontró esta modalidad en Inglaterra (alguno sería de otra nacionalidad, como el francés Guy de Maupassant), en las épocas victoriana y eduardiana. Autores como Robert Louis Stevenson, M. R. James, Henry James, Saki (Héctor Hugh Munro) y Arthur Machen, entre otros, ejercerían una profunda renovación de estilos, temas y contenidos que, ya en pleno siglo XX, acabaría desembocando en el último autor mayor del género: el estadounidense Howard Phillips Lovecraft (1890-1937). Con él, el género macabro experimentaría nuevamente un giro de 180 grados.

Este autor, cuyo principal referente, según él mismo confesaba, era su compatriota Poe, fue el creador del llamado "cuento materialista de terror" (por oposición al "espiritualismo" a ultranza propio del relato de fantasmas tradicional). Introdujo, además, en el género elementos y contenidos propios de la naciente ciencia-ficción, lo que tendría amplias repercusiones en toda la literatura y el cine posteriores. Lovecraft, orientándose en principio a partir de las subyugantes fantasías que le proporcionaba su propio mundo onírico, supo conciliar éstas con las enseñanzas de autores de su predilección como el citado Poe, Lord Dunsany, Ambrose Bierce, Algernon Blackwood y William Hope Hodgson, lo que dio como resultado la asombrosa invención de una nueva mitología pagana en pleno siglo XX, los Mitos de Cthulhu, a través de la cual logró dar cumplida expresión a los muchos terrores y obsesiones que anidaban en su personalidad enfermiza. Con todo, desde el punto de vista estilístico, en ocasiones se ha achacado a Lovecraft un estilo encorsetado, abundante en adjetivos y fórmulas repetitivas, que hace que sus argumentos pueden predecirse con facilidad a medida que el lector asimila la técnica del autor.

Es necesario mencionar en este punto al grupo de autores que acompañó a Lovecraft en su alucinante periplo literario, publicando relatos en la famosa revista norteamericana Weird Tales, unos pertenecientes al Círculo de Lovecraft y otros independientes: Robert Bloch, Clark Ashton Smith, Fritz Leiber, Frank Belknap Long, Henry Kuttner, Seabury Quinn, August Derleth, Robert E. Howard, Donald Wandrei, etc., algunos de los cuales, a juzgar por la opinión de ciertos críticos, de valores literariamente discutibles.

Otro autor de interés en este campo, no tan conocido como las versiones cinematográficas de sus obras, es Robert Bloch, autor de la novela Psicosis, uno de los últimos textos que se han añadido al canon de la literatura de terror. otras de sus novelas destacadas son Cría cuervos y Pirómanos. Los lovecraftianos Fritz Leiber y Henry Kuttner escribieron sobre todo novelas de fantasía y ciencia ficción. La mayor contribución de August Derleth, discípulo directo de Lovecraft, ha sido la edición de los textos del mismo, aunque es autor de algún relato de mérito. Robert E. Howard centró su atención más en la fantasía épica: Conan y Sonya la Roja, entre otros personajes famosos, particularmente por las versiones cinematográficas y los cómics.

Uno de los modelos de Lovecraft es el autor inglés, ya citado, William Hope Hodgson al cual se considera precursor del género de horror cósmico creado por aquel. Nacido en 1875 y muerto en 1918, su obra La casa en el confín de la tierra narra en primera persona las peripecias del habitante de una pequeña aldea irlandesa que es raptado por unos seres mitad hombres, mitad bestias, y transportado a otra dimensión.

Pero el escritor que gran parte de la crítica sitúa al lado de Poe, Lovecraft y Maupassant en el panteón de ilustres cultivadores del miedo, es el estadounidense Ambrose Bierce (1842-1914?), quien a través de contundentes filigranas como "Un terror sagrado", "La ventada cegada" o "La cosa maldita" se evidenció como maestro absoluto en la recreación de tensas atmósferas desasosegantes en medio de las cuales estalla de pronto un horror absorbente y feroz. El tópico del hombre lobo fue introducido en el género por Guy Endore, con su novela "El hombre lobo en París", de 1933, aunque hay claros antecedentes en Capitán de lobos de Alejandro Dumas padre.

La última hornada del género de terror cuenta con figuras literariamente controvertidas, la mayoría procedentes del mundo anglosajón, como Stephen King, Ramsey Campbell y Clive Barker, autores de gran número de best-sellers, algunos de los cuales han sido adaptados con éxito al cine. En los últimos años, la producción de este género se ha trasladado, en gran parte, desde el campo de la literatura al de la cinematografía, la historieta, la televisión y los video-juegos, dando origen a un nuevo subgénero de terror, el gore ('sangre espesa', 'coágulo' en inglés), caracterizado por el fácil recurso a las escenas sangrientas y la casquería barata.

Stephen King resulta muy controvertido por la enorme difusión que ha alcanzado, pero deben discriminarse, dentro de la enorme cantidad de textos que ha producido, los más literarios, como Danza macabra, Salem's Lot o Estaciones diferentes, de los decididamente comerciales, y de gran repercusión igualmente, como El ciclo del hombre lobo. Los textos de Clive Barker frisan a veces con el gore más descarado. Son de gran interés por los altos vuelos de imaginación en ellos desplegados sus Libros de sangre, con historias de horror experimental, como "Cabal" o "En las colinas, las ciudades", y otras que han tenido gran difusión por sus versiones cinematográficas, como Hellraiser, adaptada al cine.

Ramsey Campbell, T. E. D. Klein, Brian Lumley y Anne Rice son autores igualmente dignos de figurar en este apartado. Anne Rice (pseudónimo de Howard Allen Frances O'Brien), es famosa por la novela Entrevista con el vampiro, y por su versión cinematográfica, además de otras obras como Crónicas vampíricas y Brujas. Son continuaciones de la primera Lestat y La reina de los condenados, de la que también existe una versión cinematográfica, además de El ladrón de cuerpos. La autora últimamente ha conciliado ambas series en varias novelas.

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