sábado, 20 de febrero de 2021

La Serpiente Blanca

La Serpiente Blanca ( alemán : Die weiße Schlange ) es un cuento de hadas alemán recopilado por los hermanos Grimm y publicado en los cuentos de hadas de Grimm (KHM 17). Es del tipo 673 de Aarne-Thompson e incluye un episodio del tipo 554 ("The Grateful Animals"). 

Un rey sabio recibe un plato tapado todas las noches. Un sirviente está intrigado una noche cuando recupera el plato del Rey y descubre una serpiente blanca enrollada debajo de la manta. El criado da un pequeño bocado y descubre que ahora puede comprender y comunicarse con los animales. Poco después se acusa al criado de robar el anillo de la Reina . Se le concede un día para demostrar su inocencia o someterse a un castigo. Después de darse por vencido, se sienta esperando su fallecimiento cuando oye a un ganso quejarse de un anillo atorado en su garganta. El criado se levanta de un salto, agarra el ganso y se apresura a ir a la cocina. Cuando el cocinero le corta el cuello a la oca y encuentra el anillo de oro que falta. El Rey se disculpa y ofrece al siervo tierras y riquezas. El sirviente se niega a aceptar sólo un poco de oro y un caballo para ver el campo . En su viaje a una ciudad, el sirviente se encuentra por primera vez con varios animales en peligro, incluidos tres peces fuera del agua, hormigas en riesgo de ser pisoteadas y polluelos cuervos hambrientos en un nido. En cada caso, el sirviente escucha la llamada de ayuda, y en cada caso los animales agradecidos responden con "Me acordaré y devolveré el favor". En la ciudad, el rey ha anunciado que desea casar a su hija, pero cualquier pretendiente debe aceptar completar una ardua tarea hasta el final o será condenado a muerte. Después de echar un vistazo a la hermosa niña, el joven acepta. El Rey lanza un anillo dorado al mar y le dice al joven que lo recupere. También agrega que el joven debe traer de vuelta el anillo, ahogarse para obtener el anillo o morir ahogado al regresar sin él. Inmediatamente aparecen tres peces flotando, llevando un mejillón. En el mejillón descansa el anillo del Rey. Asombrado, el Rey accede al matrimonio de su hija con el joven. Sin embargo, la hija le encomienda otra tarea: rellenar sacos de grano que ha derramado en la hierba, porque ha descubierto que no es un pretendiente. El joven se desanima porque cree que es imposible recoger todo el grano de la tierra y se acuesta y se queda dormido al poco tiempo. Cuando se despierta, mira los sacos que estaban vacíos la noche anterior. Para su sorpresa, ahora están llenos de grano y no falta ni uno. El Rey Hormiga hizo que todas las hormigas trabajaran toda la noche para llenarlas. Aún no satisfecha con el sirviente, la hija lo envía a otra empresa para traerle una manzana del Árbol de la Vida. El hombre no sabía dónde estaba el Árbol de la Vida, pero partió de todos modos. Después de haber atravesado tres reinos, escuchó a los tres novatos decir que habían recuperado la Manzana Dorada para él después de volar sobre el mar hasta el fin del mundo donde se encontraba el Árbol de la Vida . Extremadamente agradecido, el joven le llevó la manzana dorada a la princesa y la dividió con ella. Los dos se casaron y vivieron en una felicidad inalterada hasta una edad avanzada.

El cuento está clasificado en el índice Aarne-Thompson-Uther como ATU 673, "La carne de la serpiente blanca". El cuento es parte de un ciclo de historias en el que el personaje llega a conocer el lenguaje de los animales con la ayuda de una serpiente, en este caso, comiendo la carne de una serpiente blanca. El motivo es bien conocido en Europa y se encuentra con frecuencia en Europa Central y Oriental, pero también en Escocia, Irlanda, Escandinavia, en los países bálticos y ocasionalmente también fuera de Europa. Se proporciona una versión literaria temprana en la saga islandés Volsunga (finales del siglo XIII) que describe cómo Sigurd mató al dragón Fafnir y aprendió el idioma de los pájaros al probar el corazón de Fafnir. De manera similar, Saxo Grammaticus ( Gesta Danorum , V.2.6-V.2.8, s. XII) describe cómo Eric adquirió elocuencia y sabiduría al comer el guiso infestado de serpientes que su madrastra Kraka había preparado para su medio hermano Roller. Otros cuentos medievales relacionados incluyen el galés Hanes Taliesin y el salmón irlandés del conocimiento.



Hace ya de esto mucho tiempo, he aquí que vivía un rey, famoso en todo el país por su sabiduría. Nada le era oculto; habríase dicho que por el aire le llegaban noticias de las cosas más recónditas y secretas. Tenía, empero, una singular costumbre. Cada mediodía, una vez retirada la mesa y cuando nadie hallaba presente, un criado de confianza le servía un plato más. Estaba tapado, y nadie sabía lo que contenía, ni el mismo servidor, pues el Rey no lo descubría ni comía de él hasta encontrarse completamente solo. Las cosas siguieron así durante mucho tiempo, cuando un día picóle al criado una curiosidad irresistible y se llevó la fuente a su habitación. Cerrado que hubo la puerta con todo cuidado, levantó la tapadera y vio que en la bandeja había una serpiente blanca. No pudo reprimir el antojo de probarla; cortó un pedacito y se lo llevó a la boca. Apenas lo hubo tocado con la lengua, oyó un extraño susurro de melódicas voces que venía de la ventana; al acercarse y prestar oído, observó que eran gorriones que hablaban entre sí, contándose mil cosas que vieran en campos y bosques. Al comer aquel pedacito de serpiente había recibido el don de entender el lenguaje de los animales.

Sucedió que aquel mismo día se extravió la sortija más hermosa de la Reina, y la sospecha recayó sobre el fiel servidor que tenía acceso a todas las habitaciones. El Rey le mandó comparecer a su presencia, y, en los términos más duros, le amenazó con que, si para el día siguiente no lograba descubrir al ladrón, se le tendría por tal y sería ajusticiado. De nada sirvió al leal criado protestar de su inocencia; el Rey lo hizo salir sin retirar su amenaza. Lleno de temor y congoja, bajó al patio, siempre cavilando la manera de salir del apuro, cuando observó tres patos que solazaban tranquilamente en el arroyo, alisándose las plumas con el pico y sosteniendo una animada conversación. El criado se detuvo a escucharlos. Se relataban dónde habían pasado la mañana y lo que habían encontrado para comer. Uno de ellos dijo malhumorado: "Siento un peso en el estómago; con las prisas me he tragado una sortija que estaba al pie de la ventana de la Reina." Sin pensarlo más, el criado lo agarró por el cuello, lo llevó a la cocina y dijo al cocinero: "Mata éste, que ya está bastante cebado." - "Dices verdad," asintió el cocinero sopesándolo con la mano, "se ha dado buena maña en engordar y está pidiendo ya que lo pongan en el asador." Cortóle el cuello y, al vaciarlo, apareció en su estómago el anillo de la Reina. Fácil le fue al criado probar al Rey su inocencia, y, queriendo éste reparar su injusticia, ofreció a su servidor la gracia que él eligiera, prometiendo darle el cargo que más apeteciera en su Corte.

El criado declinó este honor y se limitó a pedir un caballo y dinero para el viaje, pues deseaba ver el mundo y pasarse un tiempo recorriéndole. Otorgada su petición, púsose en camino. y un buen día llegó junto a un estanque, donde observó tres peces que habían quedado aprisionados entre las cañas y pugnaban, jadeantes, por volver al agua. Digan lo que digan de que los peces son mudos, lo cierto es que el hombre entendió muy bien las quejas de aquellos animales, que se lamentaban de verse condenados a una muerte tan miserable. Siendo, como era, de corazón compasivo, se apeó y devolvió los tres peces al agua. Coleteando de alegría y asomando las cabezas, le dijeron: "Nos acordaremos de que nos salvaste la vida, y ocasión tendremos de pagártelo." Siguió el mozo cabalgando, y al cabo de un rato parecióle como si percibiera una voz procedente de la arena, a sus pies. Aguzando el oído, diose cuenta de que era un rey de las hormigas que se quejaba: "¡Si al menos esos hombres, con sus torpes animales, nos dejaran tranquilas! Este caballo estúpido, con sus pesados cascos, está aplastando sin compasión a mis gentes." El jinete torció hacia un camino que seguía al lado, y el rey de las hormigas le gritó: "¡Nos acordaremos y te lo pagaremos!" La ruta lo condujo a un bosque, y allí vio una pareja de cuervos que, al borde de su nido, arrojaban de él a sus hijos: "¡Fuera de aquí, truhanes!" les gritaban, "no podemos seguir hartándoos; ya tenéis edad para buscaros pitanza." Los pobres pequeñuelos estaban en el suelo, agitando sus débiles alitas y lloriqueando: "¡Infelices de nosotros, desvalidos, que hemos de buscarnos la comida y todavía no sabemos volar! ¿Qué vamos a hacer, sino morirnos de hambre?" Apeóse el mozo, mató al caballo de un sablazo y dejó su cuerpo para pasto de los pequeños cuervos, los cuales lanzáronse a saltos sobre la presa y, una vez hartos, dijeron a su bienhechor: "¡Nos acordaremos y te lo pagaremos!"

El criado hubo de proseguir su ruta a pie, y, al cabo de muchas horas, llegó a una gran ciudad. Las calles rebullían de gente, y se observaba una gran excitación; en esto apareció un pregonero montado a caballo, haciendo saber que la hija del rey buscaba esposo. Quien se atreviese a pretenderla debía, empero, realizar una difícil hazaña: si la cumplía recibiría la mano de la princesa; pero si fracasaba, perdería la vida. Eran muchos los que lo habían intentado ya; mas perecieron en la empresa. El joven vio a la princesa y quedó de tal modo deslumbrado por su hermosura, que, desafiando todo peligro, presentóse ante el Rey a pedir la mano de su hija.
Lo condujeron mar adentro, y en su presencia arrojaron al fondo un anillo. El Rey le mandó que recuperase la joya, y añadió: "Si vuelves sin ella, serás precipitado al mar hasta que mueras ahogado." Todos los presentes se compadecían del apuesto mozo, a quien dejaron solo en la playa. El joven se quedó allí, pensando en la manera de salir de su apuro. De pronto vio tres peces que se le acercaban juntos, y que no eran sino aquellos que él había salvado. El que venía en medio llevaba en la boca una concha, que depositó en la playa, a los pies del joven. Éste la recogió para abrirla, y en su interior apareció el anillo de oro. Saltando de contento, corrió a llevarlo al rey, con la esperanza de que se le concediese la prometida recompensa. Pero la soberbia princesa, al saber que su pretendiente era de linaje inferior, lo rechazó, exigiéndole la realización de un nuevo trabajo. Salió al jardín, y esparció entre la hierba diez sacos llenos de mijo: "Mañana, antes de que salga el sol, debes haberlo recogido todo, sin que falte un grano." Sentóse el doncel en el jardín y se puso a cavilar sobre el modo de cumplir aquel mandato. Pero no se le ocurría nada, y se puso muy triste al pensar que a la mañana siguiente sería conducido al patíbulo. Pero cuando los primeros rayos del sol iluminaron el jardín. ¡Qué era aquello que veía! ¡Los diez estaban completamente llenos y bien alineados, sin que faltase un grano de mijo! Por la noche había acudido el rey de las hormigas con sus miles y miles de súbditos, y los agradecidos animalitos habían recogido el mijo con gran diligencia, y lo habían depositado en los sacos.

Bajó la princesa en persona al jardín y pudo ver con asombro que el joven había salido con bien de la prueba. Pero su corazón orgulloso no estaba aplacado aún, y dijo: "Aunque haya realizado los dos trabajos, no será mi esposo hasta que me traiga una manzana del Árbol de la Vida." El pretendiente ignoraba dónde crecía aquel árbol. Púsose en camino, dispuesto a no detenerse mientras lo sostuviesen las piernas, aunque no abrigaba esperanza alguna de encontrar lo que buscaba. Cuando hubo recorrido ya tres reinos, un atardecer llegó a un bosque y se tendió a dormir debajo de un árbol; de súbito, oyó un rumor entre las ramas, al tiempo que una manzana de oro le caía en la mano. Un instante después bajaron volando tres cuervos, que, posándose sobre sus rodillas, le dijeron: "Somos aquellos cuervos pequeños que salvaste de morir de hambre. Cuando, ya crecidos, supimos que andabas en busca de la manzana de oro, cruzamos el mar volando y llegamos hasta el confín del mundo, donde crece el Árbol de la Vida, para traerte la fruta." 

Loco de contento, reemprendió el mozo el camino de regreso para llevar la manzana de oro a la princesa, la cual no puso ya más dilaciones. Partiéronse la manzana de la vida y se la comieron juntos. Entonces encendióse en el corazón de la doncella un gran amor por su prometido, y vivieron felices hasta una edad muy avanzada.

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