lunes, 30 de agosto de 2021

Sin Trampa ni Cartoon

Hoy es mi cumpleaños, dicen. He soplado una vela en una tartaleta apta para diabéticos que sirven en esas ocasiones. Voces desentonadas y rotas, como ánforas de excavación arqueológica, han intentado un "cumpleaños feliz" que no ha llegado a culminar. Eso ha sido tras el puré y las albóndigas, todo del mismo color y sabor, propuestas nada sorprendentes del menú de hoy, como todos los miércoles. 

Después las cuidadoras han ido recogiéndonos para reposar en las habitaciones o salir un rato al jardín, en espera de la hora de visita. A mi me da igual, no espero a nadie. Me iré a dormir. 

Al pasar por el vestíbulo, de camino a la galería de habitaciones, me he parado en el espejo de la consola. He querido comprobar que los dientes no tienen ningún residuo, y que mi pelo está bien peinado. Tiendo a pasarme la mano una y otra vez por el cabello, aún ensortijado pero blanco y raído, como las mantas de mi cama. 

Ya nada queda. Nada de mi pelo corto a lo Bob cut, con algún caracolillo agraciando mi frente despejada. Dos líneas onduladas se dibujan ahora en lugar de mis labios rojos y carnosos, maquillados profusamente cada vez que salía a escena. Mis piernas, que ahora arrastro con unos pies calzados con unas zapatillas de paño, eran torneadas entonces y sabían llevar unas medias de nylon negro con costuras impecables, rectas como la moral que sobrevino pocos años más tarde. Un lunar en mi mejilla, 
resaltado con lápiz negro. Unas cejas arqueadas y perfiladas, muy finas. Esos vestidos cortos que realzaban mis curvas y que volvían locos a mi amantes y sobre todo a mi creador y mecenas. Ese cuerpo, ese, es ahora una masa amorfa, un cilindro contenido en batas de poliéster, de colores tristes, propios de los días de la Gran Depresión. Siento que me estoy desdibujando. 



Yo era una chica de excesos. Era un exceso conducir a altas velocidades mi propio automóvil, tener un perro antropomorfo, fumar con boquilla y bailar hasta la madrugada en los locales de moda, loca por el jazz. La censura logró moderarme y me quiso relegar a papeles domésticos, de fiel esposa y ama de casa, pero bajo el delantal mis curvas seguían adivinándose. Es mejor no recordar. 

No voy a dormir la siesta, lo he pensado mejor. 

Voy a ver si en el banco, bajo el gran castaño, está el muchacho de la segunda planta. A veces nos vemos allí. Mientras nos apartamos las moscas, hablamos y me cuenta una y otra vez sus aventuras de lobo marino, y me da un cigarrillo a escondidas. Dentro hace tiempo que ya no dejan fumar. Él siempre tiene uno en la boca cuando está en el exterior y nadie lo observa. Antes lo hacía en pipa. A pesar de tener un ojo dormido como dicen los marineros y de que todos le apodaron así desde entonces, le queda algún resto de hombre fuerte y aguerrido en sus bíceps desinflados: dos anclas tatuadas, difuminadas y oxidadas como él, a pesar de las muchas espinacas que ha comido a lo largo de su vida. Es un pelirrojo de potente mandíbula, de los que prometían una vida a cada uno de los amores en los puertos en que atracaba. Enviudó hace mucho y su hijo, ese que le enviaron por correo, ya no quiere saber nada de él desde que pasó a cobrar todos los royalties de su filmografía. Rico sin hacer nada, viviendo del cuento. 

No está. El banco está vacío. No quiero pensar el porqué. 

Mis pies, como dos vagones en vía muerta, pesados y con corta inercia, me arrastran hasta la habitación. La comparto con una compañera, que no para de repetirme día y noche que ella hizo furor en el Hollywood de los treinta, enseñando su ropa interior… Yo la miro con algo de indignación. Pero, ¿qué puede saber una ratona de lo que es ser una verdadera sex symbol? Hollywood y Paramount seguirán siendo mi paraíso secreto. 

– Betty, es hora de tus medicinas. Que hoy cumplas 91 no quiere decir que nos saltemos las rutinas. A ver si después de todo lo que hemos pasado y de estar todos vacunados, vamos a dejar que los crónicos nos deis que hacer. »Anda, quítate la dentadura y déjala en el vaso. Ponte el camisón y ahora te ayudaré con la braga pañal y deja ya de llamar a tu novio, el pobre debe estar criando malvas. 

»Betty Boop ¿pero qué haces con un cigarrillo en la mesilla? Genio y figura... 

La enfermera abandona con una mueca de preocupación la habitación. No tiene más remedio que informar a su superior de lo que está ocurriendo. Marca la extensión del Director del geriatrico. 

–Si, otro caso. Ha comenzado por los pies, el derecho está difuminado. Ya casi no se aprecia. Si, si, entendido, llamaremos al Doctor Milán Nata para que proceda, como hizo con Popeye. No, no, Minnie Mouse está perfecta, todavía... 





El 8 de agosto de 1930, hace 91 años, aparecía por primera vez el personaje de dibujos animados Betty Boop. Fue en el corto “Dizzy Dishes”. 

Entre 1935 y 1936 se editó en España el semanario Cine-Aventuras, que llevaba una historieta en portada protagonizada por Betty Boop. 


       Carmen Villarejo

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