Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao, 29 de septiembre de 1864-Salamanca, 31 de diciembre de 1936) fue un escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98. En su obra cultivó gran variedad de géneros literarios como novela, ensayo, teatro y poesía. Fue, asimismo, diputado en Cortes de 1931 a 1933 por Salamanca. Fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca tres veces; la primera vez en 1902 y la última, de 1931 hasta su destitución, el 22 de octubre de 1936, por orden de Franco.
Miguel de Unamuno nació en el número 16 de la calle Ronda de Bilbao, en el barrio de las Siete Calles. Era el tercer hijo y primer varón, tras María Felisa, nacida en 1861, y María Jesusa, fallecida en 1863, del matrimonio habido entre el comerciante Félix María de Unamuno Larraza y su sobrina carnal, María Salomé Crispina Jugo Unamuno, diecisiete años más joven. Más tarde nacieron Félix Gabriel José, Susana Presentación Felisa y María Mercedes Higinia.
Su padre, nacido en 1823, hijo de un confitero de Vergara, emigró joven a la ciudad mexicana de Tepic. A su regreso, en 1859, gracias al capital acumulado, solicitó licencia municipal para que su horno panadero de Achuri pudiera utilizar agua del manantial Uzcorta. En 1866, cuando contaba cuarenta y tres años, pidió permiso para establecer un despacho de pan en los porches de la Plaza Vieja. Se presentó a las elecciones municipales celebradas tras la Gloriosa, saliendo elegido por el distrito de San Juan con 120 votos. El 1 de enero de 1869 juró su cargo de concejal en la sesión constitutiva del nuevo ayuntamiento.
Antes que Félix, en 1835 y debido a la guerra carlista, habían llegado a la capital vizcaína dos de sus hermanas: Benita, nacida en 1811, y Valentina, quince años menor que ella. Benita, acabada la guerra, contrajo matrimonio con José Antonio de Jugo y Erezcano, pequeño rentista natural de Ceberio, dueño con su esposa de la confitería «La Vergaresa». La más joven, Valentina, casó en 1856 con Félix Aranzadi Aramburu, quizá un antiguo trabajador de la pastelería de su padre que abrió una chocolatería en Bilbao con el mismo nombre que había tenido el negocio de sus cuñados. Félix y Valentina fueron los padrinos en el bautismo de Miguel.
Su madre, Salomé, hija única, fue bautizada en Bilbao el 25 de octubre de 1840.19 Poco después de los cuatro años murió su padre y su madre volvió a casarse en 1847, esta vez con José Narbaiza.
A los pocos meses de nacer, los padres de Miguel cambian de domicilio y se instalan en el segundo piso derecha de la calle de la Cruz número 7. En los bajos se halla la chocolatería de sus tíos, que viven en el primer piso. No ha cumplido todavía los seis años cuando queda huérfano de padre. Félix de Unamuno falleció el 14 de julio de 1870 en el balneario de Urberuaga, en Marquina, «de enfermedad de tisis pulmonar».
Aprendió sus primeras letras con don Higinio en el colegio privado de San Nicolás, situado en una buhardilla de la calle del Correo. En las catequesis preparatorias para la primera comunión, en la iglesia de San Juan, conoció a quien, andando el tiempo, sería su novia y esposa: Concepción Lizárraga, Concha.
Al acabar sus primeros estudios en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto, asistió como testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista, lo que luego reflejará en su primera novela, Paz en la guerra. Al mando del general Elío, la villa quedó sitiada por las tropas carlistas desde el 28 de diciembre de 1873. A partir de febrero de 1874, la situación se agravó al quedar interrumpido cualquier abastecimiento a través de la ría y, por último, el día 21 del mismo mes comenzó el bombardeo de Bilbao. El sitio finalizó el 2 de mayo de 1874 con la entrada de las tropas liberales al mando del general Gutiérrez de la Concha. Para sus biógrafos, esta experiencia de la guerra civil marcó su tránsito de la infancia a la adolescencia.
La siguiente etapa en la vida académica de Unamuno comenzó el 11 de septiembre de 1875, fecha en la que realizó su examen de ingreso en el Instituto Vizcaíno para cursar el Bachillerato, prueba en la que obtuvo la calificación de «Aprobado», y no se presentó al examen de premio. Tanto el examen de ingreso como el primer curso tuvo que realizarlos en el antiguo colegio de la calle del Correo, ya que el Instituto, durante la guerra, había sido convertido en hospital militar. Santos Barrón fue su profesor de Latín y Castellano, y Genaro Carreño de Geografía universal. Obtuvo la calificación de notable en las tres asignaturas.
Los restantes cuatro cursos los realizó en el instituto. En general, le disgustaba el método de aprendizaje memorístico que se aplicaba en casi todas las asignaturas y le aburrían, en particular, las clases de Latín, Historia, Geografía y Retórica. No tuvo ningún problema con la Aritmética, la Física, la Geometría o la Trigonometría, y disfrutaba con el Álgebra. También le agradó la Filosofía, que agrupaba entonces en cuarto curso fundamentos de Psicología, Lógica y Ética, a pesar de que no apreciaba la didáctica de su profesor, el sacerdote Félix Azcuénaga. En esas clases podía hacer gala de su talento de orador rivalizando a menudo con su compañero, Andrés Oñate. Por último, en las asignaturas impartidas por Fernando Mieg, Historia Natural, Fisiología e Higiene, logró sendos sobresalientes, probable consecuencia del sistema pedagógico utilizado por el catedrático que sabía despertar la curiosidad y el interés de sus alumnos. Como dice, literalmente, su expediente, «con fecha 19 y 21 de junio de 1880 fue aprobado en los ejercicios del grado de Bachiller en Artes, en 17 de agosto del mismo se le expidió el título por el Sr. Rector de este distrito y en 30 del mismo mes recibió el dicho título».
Buen dibujante, estudió en el taller bilbaíno de Antonio Lecuona, pero, como él mismo confesó, la falta de dominio sobre el color le hizo desistir de una carrera artística.
En septiembre de 1880 se traslada a la Universidad de Madrid para estudiar Filosofía y Letras. El 21 de junio de 1883, a sus diecinueve años, finaliza sus estudios y realiza el examen de Grado de dicha licenciatura obteniendo la calificación de sobresaliente. Al año siguiente, el 20 de junio, se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. En ella anticipa su idea sobre el origen de los vascos, idea contraria a la que en los años venideros irá gestando el nacionalismo vasco, recién fundado por los hermanos Arana Goiri, que propugnará una raza vasca no contaminada por otras razas. En 1884 comienza a trabajar en un colegio como profesor de latín y psicología, publica un artículo titulado «Del elemento alienígena en el idioma vasco» y otro costumbrista, «Guernica», aumentando su colaboración en 1886 con El Noticiero Bilbaíno.
En 1888, oposita en Madrid a la cátedra de Psicología, Lógica y Ética vacante en el Instituto de Bilbao y, mientras se halla en la capital por este motivo, la Diputación de Vizcaya convoca una plaza de profesor interino de lengua vascongada en el mismo instituto con «asignación anual de mil quinientas pesetas». Se presenta a esta última junto con Pedro Alberdi, Eustaquio Madina, Sabino Arana y el novelista y folclorista Resurrección María de Azkue, adjudicándose la plaza a este último. El primer informe presentado por el secretario de la Diputación hizo constar que, de los cinco candidatos, solo Unamuno y Azkue contaban con título profesional. El primero, doctor en Filosofía y Letras y el segundo, Bachiller en Teología. Según Sabino Arana, la adjudicación se debió al «Diputado Larrazabal, amigo de Azkue y amigo de mi difunto padre, que me escribió suplicándome retirara la solicitud, para que el nombramiento recayera en Azkue, joven clérigo despejado que tenía que sostener a su madre y hermanas y al efecto y para desplegar sus facultades deseaba establecerse en Bilbao».
Polemizó con Arana, que iniciaba su actividad nacionalista, ya que consideraba a Unamuno como vasco pero «españolista» debido a que Unamuno, que ya había escrito algunas obras en euskera, consideraba que ese idioma estaba próximo a desaparecer y que el bilingüismo no era posible. «El vascuence y el castellano son incompatibles dígase lo que se quiera, y si caben individuos no caben pueblos bilingües. Es éste de la bilingüidad un estado transitorio».
En 1889 prepara otras oposiciones y viaja a Suiza, Italia y Francia, donde se celebra la Exposición Universal y se inaugura la torre Eiffel.
El 31 de enero de 1891 se casa con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño y con quien tuvo nueve hijos: Fernando, Pablo, Raimundo, Salomé, Felisa, José, María, Rafael y Ramón. Salomé se casó más tarde con el poeta José María Quiroga Plá. Unamuno pasa los meses invernales de ese año dedicado a la preparación de las oposiciones para una cátedra de griego en la Universidad de Salamanca, una materia menos controvertida, la cual obtiene. Con motivo de estas oposiciones, entabla amistad con el granadino Ángel Ganivet, amistad que se irá intensificando hasta el suicidio de aquel en 1898.
El 11 de octubre de 1894 ingresa en la Agrupación Socialista de Bilbao y colabora en el semanario Lucha de clases de esta ciudad, abandonando el partido socialista en 1897 y sufriendo una gran depresión.
Desde los inicios de su estancia en Salamanca, participó activamente en su vida cultural, y se hizo habitual su presencia en la terraza del Café literario Novelty, al lado del ayuntamiento, costumbre que mantuvo hasta 1936. Desde aquella terraza, cuando a Unamuno, refiriéndose a la Plaza Mayor de Salamanca, le preguntaban si era un cuadrado perfecto o no, él afirmaba: «Es un cuadrilátero. Irregular, pero asombrosamente armónico».
En 1900 fue nombrado, con solo treinta y seis años de edad, rector de la Universidad de Salamanca por primera vez, cargo que llegó a ostentar tres veces.
En 1914 el ministro de Instrucción Pública lo destituye del rectorado por razones políticas.
En 1920 es elegido por sus compañeros decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Es condenado a dieciséis años de prisión por injurias al rey, pero la sentencia no llegó a cumplirse.
En 1921 es nombrado vicerrector. Sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Rivera hacen que éste lo destituya nuevamente y lo destierre a Fuerteventura en febrero de 1924. El 9 de julio es indultado, pero se destierra voluntariamente a Francia; primero a París y, al poco tiempo, a Hendaya. Se queda hasta el año 1930, año en el que cae el régimen de Primo de Rivera. A su vuelta a Salamanca, entró en la ciudad con un recibimiento apoteósico.
Miguel de Unamuno se presenta candidato a concejal por la Conjunción Republicano-Socialista para las elecciones del 12 de abril de 1931, resultando elegido. Unamuno proclama el 14 de abril la República en Salamanca. Desde el balcón del ayuntamiento, el filósofo declara que comienza «una nueva era y termina una dinastía que nos ha empobrecido, envilecido y entontecido». La República le repone en el cargo de rector de la Universidad salmantina. Se presenta a las elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura de la conjunción republicano-socialista en Salamanca, ejerciendo su cargo entre el 12 de julio de 1931 y el 9 de octubre de 1933. Sin embargo, el escritor e intelectual, que en 1931 había dicho que él había contribuido más que ningún otro español —con su pluma, con su oposición al rey y al dictador, con su exilio...— al advenimiento de la República, empieza a desencantarse. En 1933 decide no presentarse a la reelección. Al año siguiente se jubila de su actividad docente y es nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de la Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre. En 1935 es nombrado ciudadano de honor de la República. Fruto de su desencanto, expresa públicamente sus críticas a la reforma agraria, la política religiosa, la clase política, el gobierno y a Manuel Azaña.
Al iniciarse la guerra civil, apoyó inicialmente a los rebeldes. Unamuno quiso ver en los militares alzados a un conjunto de regeneracionistas autoritarios dispuestos a encauzar la deriva del país. Cuando el 19 de julio la práctica totalidad del consistorio salmantino es destituida por las nuevas autoridades y sustituida por personas adeptas, Unamuno acepta el acta de concejal que le ofrece el nuevo alcalde, el comandante Del Valle. En el verano de 1936 hace un llamamiento a los intelectuales europeos para que apoyen a los sublevados, declarando que representaban la defensa de la civilización occidental y de la tradición cristiana, lo que causa tristeza y horror en el mundo, según el historiador Fernando García de Cortázar. Azaña lo destituye, pero el gobierno de Burgos le repone de nuevo en el cargo. Sin embargo, el entusiasmo por la sublevación pronto se torna en decepción, especialmente ante el cariz que toma la represión en Salamanca. En sus bolsillos se amontonan las cartas de mujeres de amigos, conocidos y desconocidos, que le piden que interceda por sus maridos encarcelados, torturados y fusilados. A finales de julio, sus amigos salmantinos, Prieto Carrasco, alcalde republicano de Salamanca y José Andrés y Manso, diputado socialista, habían sido asesinados, y su alumno predilecto y rector de la Universidad de Granada, Salvador Vila Hernández, detenido el 7 de octubre. En la cárcel se hallaban también recluidos sus íntimos amigos el doctor Filiberto Villalobos y el periodista José Sánchez Gómez, este a la espera de ser fusilado. Su también amigo, el pastor de la Iglesia anglicana y masón Atilano Coco, estaba amenazado de muerte y de hecho fue fusilado en diciembre de 1936. A principios de octubre, Unamuno visitó a Franco en el palacio episcopal para suplicar inútilmente clemencia para sus amigos presos. Salvador Vila fue ejecutado el 22 de octubre.
Miguel de Unamuno se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación. El 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad, durante el acto de apertura del curso académico que coincidía con la celebración de la Fiesta de la Raza, el rector se enfrentó públicamente al general Millán-Astray, que había pronunciado unas soflamas contra la inteligencia y exaltadoras de la muerte, e improvisó su lapidario discurso, que incluyó su famosa frase:
Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España.
Los últimos días de vida (de octubre a diciembre de 1936) los pasó bajo arresto domiciliario en su casa, en un estado, en palabras de Fernando García de Cortázar, de resignada desolación, desesperación y soledad. A los pocos días, el 20 o 21 de octubre, en una entrevista mantenida con el periodista francés Jérôme Tharaud (común y erróneamente atribuida al escritor Nikos Kazantzakis):
"Tan pronto como se produjo el movimiento salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a él diciendo que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental cristiana y con ella la independencia nacional, ya que se está aquí, en territorio nacional, ventilando una guerra internacional. (...) En tanto me iban horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura con cierto substrato patológico-corporal. Las inauditas salvajadas de las hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción y he de ahorrarme retórica barata. Y dan el tono no socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas, ni anarquistas, sino bandas de malhechores degenerados, excriminales natos sin ideología alguna que van a satisfacer feroces pasiones atávicas sin ideología alguna. Y la natural reacción a esto toma también muchas veces, desgraciadamente, caracteres frenopáticos. Es el régimen del terror. España está espantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo llegará al borde del suicidio moral. Si el miserable gobierno de Madrid no ha podido, ni ha querido resistir la presión del salvajismo apelado marxista, debemos tener la esperanza de que el gobierno de Burgos tendrá el valor de oponerse a aquellos que quieren establecer otro régimen de terror. (...) Insisto en que el sagrado deber del movimiento que gloriosamente encabeza el general Franco es salvar la civilización occidental cristiana y la independencia nacional, ya que España no debe estar al dictado de Rusia ni de otra potencia extranjera cualquiera, puesto que aquí se está librando, en territorio nacional, una guerra internacional. Y es deber también traer una paz de convencimiento y de conversión y lograr la unión moral de todos los españoles para restablecer la patria que se está ensangrentando, desangrándose, envenenándose y entonteciéndose. Y para ello impedir que los reaccionarios se vayan en su reacción más allá de la justicia y hasta de la humanidad, como a las veces tratan. Que no es camino el que se pretenda formar sindicatos nacionales compulsivos, por fuerza y por amenaza, obligando por el terror a que se alisten en ellos, ni a los convencidos ni convertidos. Triste cosa sería que el bárbaro, anti-civil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir con un bárbaro, anti-civil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo."
Y a los pocos días, en esta ocasión sí con Kazantzakis:
"En este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea restaurado. Pero cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario."
El 21 de noviembre, escribe a Lorenzo Giusso:
"La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los hunos y los hotros. Y aquí está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo..."
Murió repentinamente, en su domicilio salmantino de la calle Bordadores, la tarde del 31 de diciembre de 1936, durante la visita que le hizo el falangista Bartolomé Aragón, antiguo alumno y profesor auxiliar de la Facultad de Derecho. A pesar de su virtual reclusión, en su funeral fue exaltado como un héroe falangista. A su muerte, Antonio Machado escribió: «Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a España y traicionado a su pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo he creído nunca y no lo creeré jamás».
Sus restos reposan junto a los de su hija mayor, Salomé (casada con su secretario y poeta José María Quiroga Plá y fallecida tres años antes), en un nicho del cementerio de San Carlos Borromeo de Salamanca, tras este epitafio: «Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar».
La filosofía de Unamuno no fue una filosofía sistemática, sino una negación de cualquier sistema y una afirmación de fe «en sí misma». Se formó intelectualmente bajo el racionalismo y el positivismo. Durante la época de su juventud, escribió artículos en los cuales se apreciaba claramente su simpatía por el socialismo, y tenía una gran preocupación por la situación en la que se encontraba España.
La influencia de algunos filósofos como Adolf von Harnack provocó el rechazo de Unamuno por el racionalismo. Tal abandono queda de manifiesto en su obra San Manuel Bueno, mártir, donde la metáfora de la nieve cayendo sobre el lago ilustra su postura en favor de la fe —la montaña sobre la cual la nieve crea formas, paisajes, frente al lago, donde ésta se disuelve y se transforma en nada—.
Para él la muerte es algo definitivo, la vida acaba. Sin embargo, pensaba que la creencia de que nuestra mente sobrevive a la muerte es necesaria para poder vivir. Desde luego, se necesita creer en un Dios, tener fe, lo cual no es racional; así siempre hay conflicto interior entre la necesidad de la fe y la razón que niega tal fe. Es considerado uno de los predecesores de la escuela existencialista que, varias décadas después, encontraría su auge en el pensamiento europeo. Así estudió danés para leer directamente a Søren Kierkegaard, a quien en sus obras solía llamar, en su peculiar y cordial estilo, «hermano».
La obra narrativa de Miguel de Unamuno, en orden cronológico, es la siguiente:
Desde 1886 escribió un total de 87 cuentos y relatos cortos. De ellos, en 1913 seleccionó solo veintiséis para su libro El espejo de la muerte. Destacan el que da título al libro o Revolución en la biblioteca de Ciudámuerta.
Paz en la guerra (1897), obra en la cual utiliza el contexto de la tercera guerra carlista (que conoció en su niñez) para plantear la relación del yo con el mundo, condicionado por el conocimiento de la muerte.
Amor y pedagogía (1902), que une lo cómico y lo trágico en una reducción a lo absurdo de la sociología positivista.
Recuerdos de niñez y mocedad (1908) es una obra autobiográfica. En ella el autor vasco reflexiona sobre los primeros años de su vida en Bilbao.
El espejo de la muerte (1913), libro de cuentos.
Niebla (1914), obra clave de Unamuno, que él caracteriza con el nombre «nivola» para separarla de la supuesta forma fija de la novela.
En 1917 escribe Abel Sánchez, donde invierte el tema bíblico de Caín y Abel para presentar la anatomía de la envidia.
Tulio Montalbán (1920) es una novela corta sobre el problema íntimo de la derrota de la personalidad verdadera por la imagen pública del mismo hombre.
También en 1920 se publican tres novelas cortas con un prólogo de gran importancia: Tres novelas ejemplares y un prólogo.
La última narración extensa es La tía Tula (1921), donde se presenta el anhelo de maternidad ya esbozado en Amor y pedagogía y en Dos madres.
Teresa (1924) es un cuadro narrativo que contiene rimas becquerianas, logrando en idea y en realidad la recreación de la amada.
Cómo se hace una novela (1927) es la autopsia de la novela unamuniana.
San Manuel Bueno, mártir (1930), en la que habla de un sacerdote que predica algo en lo que él no logra creer.
Don Sandalio, jugador de ajedrez (1930).
Diario intimo (Póstumo), escrito hacia 1897, publicado en 1970.
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