lunes, 1 de junio de 2020

Nadie

Nadie es una novela gráfica del canadiense Jeff Lemire (nacido en 1976 y autor de la celebrada Trilogía Essex County para Top Shelf. La llegada de Lemire al sello Vertigo se explica por un doble motivo: la admiración del creador por una línea fundada justamente coincidiendo con su paso a la edad adulta (“me siento como si ahora estuviésemos viendo a la primera generación de aficionados al sello que empiezan trabajar para el mismo”) y la buena impresión que causó en el editor de Vertigo Bob Shreck la trilogía que lo dio a conocer. Al parecer, Lemire supo de esta consideración gracias a un amigo común, y no titubeó a la hora de proponer directamente un par de ideas para la línea; unas peripecias que desembocarían a la postre en la gestación del tebeo que nos ocupa, primero, y de Sweet Tooth –la serie regular que actualmente tiene entre manos– después.

¿Exactamente cuál es el argumento de Nadie? El cómic nos cuenta la llegada en 1994 al pequeño e imaginario pueblo de Large Mouth, supuestamente en Canadá, de John Griffen, un misántropo y misterioso forastero envuelto en vendas de pies a cabeza y con unas omnipresentes gafas ocultando sus ojos; un auténtico convidado de piedra que provocará, sucesivamente, la curiosidad, suspicacia y abierta hostilidad de los locales mientras hace buenas migas con una adolescente –a la postre narradora de la historia– y enfrenta su desgraciado pasado. Si a esto le sumamos que la galería de secundarios recibe nombres como Kemp, Marvel o Ayde, y que por supuesto el aspecto del protagonista está diseñado para poder mostrarse más que para ocultarse, al lector le habrá sido fácil deducir que posiblemente se encuentra ante una adaptación de El hombre invisible (1897) o de una de sus múltiples versiones para otros medios.



Pero aunque esa conclusión sea parcialmente acertada, hablar de remake puro y duro no sería tan acertado como definir Nadie como una vuelta de tuerca al original. Principalmente porque, aunque indudablemente el trabajo del inmortal H.G. Wells ha supuesto la inspiración principal (“es uno de los primeros libros que leí y además lo he releído varias veces”, confesó el autor), el germen de la obra fue otro muy distinto, como bien explica Lemire: “Siempre he sido un gran aficionado a la obra de H.G. Wells pero, para ser honesto, este proyecto empezó cuando me encontraba un día haciendo bocetos del Soldado Desconocido en mi cuaderno de dibujo […] Y, a partir de ahí, empezaron a crecer nuevas ideas y personajes. El personaje con la cara vendada no es ajeno al mundo del cómic –de Silencio al Negative Man/Rebus de la Doom Patrol– y supone simplemente un gran diseño; es la incógnita perfecta a partir de la cual hacer lo que uno quiera. Así que empecé a pensar en volver atrás, hasta la fuente y al personaje original de Wells, y usar la puesta en escena de la novela como trampolín para explorar mis propias ideas”. Unas ideas que el artista tiene bien claras: “Como la mayor parte de mi trabajo, es una exploración de las comunidades rurales y de la vida en una pequeña ciudad. Pero a diferencia de la Trilogía Essex County, que se centraba en la familia y en los lazos que mantienen a la gente unidad en la tragedia, Nadie explora el lado oscuro de la vida en esas pequeñas ciudades; la sinrazón y los prejuicios que pueden ser prevalentes en lugares tan aislados”.

Y es que en efecto, Nadie se destaca por coger El hombre invisible y darle, literalmente, la vuelta: si el subtexto principal de esta última radicaba en la psicopatía y la megalomanía que el poder de un avance científico generaba en su descubridor, el cómic que nos ocupa se centra en describirnos la paranoia que se desata en las comunidades cerradas ante la aparición de lo diferente. O en otras palabras: si Wells planteaba el riesgo que corría el hombre de endiosarse en base a la tecnología, Lemire disecciona en un pequeño cuento moral el miedo irracional a lo desconocido en un marco post 11-S. Todo ello en un tono que recuerda a ciertas subtramas de Matar a un ruiseñor (1962) o Juegos secretos (2006), y con un ambiente opresivo, desasosegante, ciertamente deudor de Twin Peaks (otra de las inspiraciones confesas).

En relación al apartado gráfico, el trabajo destaca por un dibujo deudor del expresionismo y por un diseño de la página enormemente contenido. La obra se estructura en tres capítulos y tiene como base una composición de página de tres (a veces cuatro) filas de viñetas, la mayor parte de las veces panorámicas o rectangulares verticales (muy regulares); lo cual no es óbice, por otra parte, para que a veces aparezcan splash pages, pequeñas viñetas para planos detalle e incluso panorámicas trapezoidales. El espacio interviñeta, a su vez, se encuentra siempre respetado, y los marcos, gruesos, tienen un aspecto de haber sido trazados a mano con regla que contrasta con los óvalos perfectos –aunque también gruesos– de los bocadillos. Respecto al estilo de Lemire, no vamos a descubrir nada nuevo: mucha economía en cuantos a sus características líneas a diversos grosores, generalmente finas para rasgos faciales; trazos irregulares; una gestión excelente en cuanto a perspectiva; y unos volúmenes muy bien definidos, angulosos y estilizados (a veces, en exceso alargados), que suponen su principal baza para conseguir identidad. Mención aparte merece ese bitono blanco/negro y azul que refuerza el expresionismo del dibujo y que además se usa de forma muy inteligente como herramienta lumínica. Un bitono que, eso sí fue una imposición editorial sobre el blanco y negro, a secas, que quería emplear Lemire.

Tal vez lo único que contraste con la sobriedad hegemónica en el volumen sean las ilustraciones que abren cada uno de los tres capítulos del libro, planteadas como homenajes a los tebeos clásicos de terror (aunque también de romance) de EC Comics y DC Comics en los años cincuenta. En primer lugar porque introducen un componente pulp que no casa con el tono general de Nadie; pero en segundo porque si el blanco y negro y la ambientación ya nos remiten a una época anterior a 1994, las ilustraciones ya terminan por desubicar temporalmente al lector. A veces los guiños salen algo caros, especialmente si no están bien justificados.

En resumen, lo que nos ofrece Nadie es un pequeño y honesto cuento moral, modélico pero frío y desprovisto de contenido. Su historia se ha contado en multitud de ocasiones con mucha más enjundia, los personajes apenas gozan de tridimensionalidad más allá del tópico que los estructura y, además, éstos difícilmente generarán empatía en el lector (aunque es igualmente cierto que en los cuentos morales siempre hay una voluntad de distanciamiento). Nos queda, por tanto, un cómic tan original (por la vuelta de tuerca a su fuente) como reiterativo (por su mensaje), tan sencillo como simple, tan aleccionador como innecesario. Sólo apto, pues, para completistas, amantes acérrimos de Wells, y seguidores de un Lemire especialmente inspirado en el terreno del grafismo.

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